Capítulo 18

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No podía comprender, aún, si sus palabras eran meros cumplidos o lo decía de forma literal.

Snow siempre me sorprendía de sobremanera.

—¿Qué quieres decir con eso? —pregunté de vuelta, con la escasa esperanza de obtener respuestas esa vez.

Sin embargo, su reacción no me la esperaba.

Pasó una de sus manos por el mechón de cabello que guindaba a lo largo de mi cara, lo pasó detrás de mi oreja y sin romper el tacto de su piel con la mía, siguió el recorrido hasta mi hombro, bajando por mi codo y terminando en mi muñeca.

—Cualquier ser que se atreva a dañarte, no podrá, ni con toda la fuerza de este mundo y el siguiente. No dejes que nadie te la robe, ni te la quites. —de un apretón, formó un brazalete con distintos dijes en él. Dijes que, en ese instante no me detuve a admirar,—Es mi forma de protegerte.

—¿Por qué lo haces? —pregunté, algo extrañada.

—Tengo mis motivos personales. Conformate con saber que eres alguien importante.

Alguien importante.

—¿Oh?

Entonces, su tacto mandó una corriente eléctrica a todo mi sistema. Sus ojos se abrieron, sorprendidos, y su mirada se desvió a un punto muerto. Sus ojos celestes; sus pupilas dilatadas, comenzaron a cristalizarse poco a poco, inyectandose de sangre.

—¿Snow? ¿Qué tienes?

Su labio temblaba, sus ojos comenzaron a moverse con frenesí, como si miles de imágenes se pasaran frente a ellos y él quisiera retener alguna. Era... extraño.

No reaccionaba. Me senté, y lo obligue a sentarse, su cuerpo estaba como gelatina, era muy dominable. Lo zarandeé, reaccionando al rato, no me miraba, miraba es punto muerto como si fuese muy interesante. Intenté buscar su mirada, desesperada, intrigada por saber qué demonios le ocurría.

—Me siento... mal. —balbuceó.

Toqué su frente, y estaba caliente; comenzaba a sudar.

—Recuéstate, iré por agua fría y toallas. —salté de la cama, y corrí a la cocina buscando lo que necesitaba.

El ruido de los cajones y gavetas sonando provocaba una puntada en el borde de mi cien. Athen arrastró sus pies por toda la estancia hasta llegar a mí, totalmente relajado.

—¿Qué haces? —preguntó, como si estuviese matando a un adefesio para analizarlo; como si estuviese haciendo la cosa más rara del mundo.

—Snow tiene fiebre; está enfermando, otra vez, y pretendo llevar toallas frías para que mejore. —aclaré, agitada.

El ceño de Athen se frunció levemente, soltó una risa y negó; esa actitud de que yo estaba diciendo algo demasiado estúpido e irreal.

—Sí, claro. Snow enfermo. —pensó que era una broma de mi parte, de mal gusto cabe destacar, hasta que me vió la cara completamente seria.

Alcé una ceja, y asentí lentamente.

—El otro día le dió un dolor en el pecho. ¿Sabes si sufre de alguna enfermedad? —pregunté, sirviendo agua fría en un bol.

—No.

Su "No", sonó algo falso para mí gusto; inseguro, mejor dicho.

Sin esperar algo más, corrí de regreso a la habitación. Snow estaba tirado de largo a largo en la habitación, con sus ojos entre cerrados moviéndose a todos lados con lentitud. Me senté cerca suyo, en la orilla, mojé el trapo y le saqué el exceso par luego, colocarlo con sumo cuidado en su frente. Mi muñeca rozó levemente su mejilla, y pude sentir con ese simple roce cómo estaba ardiendo. Comencé a preocuparme; no sabía si tenía algún termómetro, y tampoco me atrevía a dejarlo un segundo solo.

SNOW  [S.S #05].Donde viven las historias. Descúbrelo ahora