Capítulo 4

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Los nervios me hicieron una mala jugada, me estaba arrepintiendo, pensé en lo furioso que estaría y que definitivamente me querría matar pero, si usaba algo en mi defensa, estaba muy preocupada por él y no podía dormir, salí con Keitha y ¡oh, qué sorpresa, te encontré!

Salí del auto, siguiendo a Kietha hasta la entrada, en realidad no había mucha gente, o al menos no afuera, no había cola así que entramos directamente. La música estalló en mis oídos, estaba muy alta, tanta, que en ese momento imaginé que había quedado sorda, o mínimo con problemas de la audición. Me aferré a la mano de Keitha, comenzando a ponerme más nerviosa y paranoica de lo normal. Okey, sí, adentro había muchísima gente. Y estaba segura de que el noventa por ciento no eran humanos. Lo podía sentir, sus olores, sus auras, sus pensamientos, sus intenciones. Todas un remolino de emociones eufóricas.

Me arrastró hasta una mesa retirada del tumulto de gente, al emnos ahí no moriría asfixiada. Un mesero alto con cabellera rubia, corpulento y con un lazo rojo sangre en su cuello.

—¿Qué desean?

—Hamburguesa, para ella unos dos trozos de pizza. Y dos Colas.

—Vuelvo enseguida.

El tipo desapareció hacia la aparente cocina, y regresó pasados cinco minutos exactos.

Keitha comenzó a devorar su comida, yo tomaba Cola mirando a todos lados como un ventilador humano en busca de la melena salvaje de Athen.

—Okey, Angie, dime qué hacemos aquí realmente.

—Te dije que...

—Ni si quiera sabías en dónde quedaba. ¿Cómo podrías saber si la comida es muy buena o está envenenada si quiera?

Suspiré entre cortadamente teniendo una pequeña batalla mental conmigo misma, si lo sabía, ¿qué más daba? sólo tenía intenciones de ir a por Athen y regresar a casa a pelear con él por curiosear y meter mi cabeza en donde no me llamaban.

—Athen. Vine por él. La pelea de antes fue por esto, me dijo que estaría fuera de casa hasta la madrugada pero no me quiso decir dónde, luego me dijo inmadura y... —batí los brazos, y la miré de nuevo—, así terminé aquí. En serio lamento haberte arrastrado, no quería negarme a salir contigo y...

—Eh, eh, tranquila pequeña conejo, en realidad no me molesta. Honestamente, me emociona esto. ¡Es así como una misión de espías! siempre quise hacerlo pero Kith es demasiado bueno como para ocultarme algo. —probablemente mi cara se desfiguró porque ella sonrió con pena y cambió de tema—Okey, aún no lo veo, ¿a qué hora estará aquí?

—A las ocho.

—Son las... ocho en punto.

Inhalé aire, mirando de nuevo a mi alrededor y... sí, fue un grave error. El olor a alcohol me provocó nauseas, y ganas de hacer pipí.

—Keitha, necesito ir al baño.

—Te acompaño, en este lugar no puedes estar sola por doquier.

—¿Y la comida?

—Angie, nadie come comida en este lugar, vamos.

Caminamos en zig zag hasta llegar a los baños, lo cual fue una misión real porque había gente atravesada a mitad de pasillo, haciendo o ingiriendo cosas que ni en broma son normales. Mientras hacía del uno, pensé en la posibilidad de que fuese otro Bang Bang Bar ¿y si no estaba? lo peor que podía pasar era que me tuviera que devolver a casa y estar cambiada antes de que él legara, lo que en parte pensé que sería muchísimo mejor porque me evitaría más problemas.

Salí del cubículo para ver a Keitha aplicarse labial color vino en sus labios, me sonrió a través del espejo, y yo le devolví la sonrisa. Me sentía una niña frente a ella, ella era mucho más pálida que yo lo que hacía que todo lo que se pusiera o cualquier color que usara le quedara bien, yo era blanca, pero no tanto como me gustaría, y realmente debía de dejar de menos preciarme a mí misma, mierda.

Salimos juntas del baño, no pensé en cuanto tardamos ahí pero, a penas llegamos a donde estaba el tumulto de gente, mi vista se desvió al segundo piso, en donde habían barras y mesas V.I.P y en donde sin duda alguna, estaba sentado Athen, con una camisa de botones negra desabrochada en los tres primeros, unos vaqueros negros ajustados y unos zapatos de vestir negros, su cabello rubio estaba despeinado y le caía encima de los ojos, sostenía una bebida morada, y miraba un punto desconocido en donde las personas bailaban.

—¿Estás viendo lo mismo que yo? —gritó Keitha por encima de la música.

—Sí, lo estoy viendo.

De un momento a otro, su objetivo cambió; miraba fijamente una puerta cubierta por un par de cortinas moradas de terciopelo, estaba situada al otro lado del lugar, detrás de la barra. La puerta se abrió, las cortinas abrieron paso a un chico... por todos los caídos.

—¡Dime por favor que estás viendo lo mismo que yo justo ahora!

—¡Sí, al chico de tatuajes!

—¡Es el dueño de todo esto!

Iba de traje también, de traje negro. Como si viniera de un funeral, pero mucho más sexy. Usaba unos pantalones de vestir que eran algo ajustados, pero le quedaban de muerte. Una camisa de botones negra y un saco negro de gabardina, se jaló el cabello negro, por lo que las luces me permitían ver, hacia atrás, y a juzgar por los tatuajes que tenía en su mano, podía apostar que tenía todo el brazo tatuado, del cuello del saco se escapan dos alas que subían por su piel hasta un poco más abajo de su oreja, giró un poco su cabeza, y una luz le pegó en el rostro; llevaba un arete en la nariz. Su mirada se cruzó por un milisegundo con la mía, y mi corazón se volcó, mis manos comenzaron a sudar y mi pecho a acelerarse. No sabía quien era exactamente pero, probablemente no era humano, era el dueño del bar, posiblemente había gente ahí esperando para cazarlo pero lo que más me asustaba era que cuando desvió su mirada, y la seguí, me di cuenta de que estaba mirando precisamente al lugar en donde estaba sentado Athen con sus amigos, no era exactamente una mirada simpática.

Y Athen tenía los ojos puestos en él.

SNOW  [S.S #05].Donde viven las historias. Descúbrelo ahora