Capitulo Treinta-cuatro: Llamado.

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La profunda y oscura noche era su perfecta compañera, que cuidaba inadvertidamente a la extraña pareja, donde solo estaban sentados uno al lado del otro, mirando con mucha ilusión, el brillo efímero de las estrellas, las cuales apaciguaba las turbias aguas de la vida del amante de lo paranormal. Simplemente respirando, tomados de las manos, un tenue silencio reinaba en su alrededor, permitiéndoles momentáneamente descansar, de tantos rotundos y abrumadores acontecimientos, en los que parecía no querer darles tregua a ninguno de los dos.

Cansados y arrepentidos por un día estúpidamente largo, una brisa nocturna que parecía adormecerlos, acompañado del constante bostezo que contagia el maleficio del sueño. Era tarde y tenia sueño. ¿Eso era tan malo?

Mientras tanto el extraterrestre, volvía a reflexionar sobre sus sentimientos extrañamente, no forzados, por el de gabardina, estaba más que consiente que estas emociones y sensaciones humanas lo estaban dañando. El orgullo era lo que impulsaba su fuerza de voluntad, para no desmoronarse en el dolor que lo devorada desde dentro, era algo que lo debilitaba por momentos, por lo que se esforzaba para esconderlo, debía cuanto antes usar su brillantez innata para manejar y reparar a la perfección aquel fallo, que lo destruiría sin piedad y no sucumbir al tormento.

- Dib-cosa... -lo llamó con nostalgia- Cuando detenías y frustrabas mis perfectos planes de conquista, provocabas un odio insaciable en mi. -admitió cerrando con fuerza sus puños- Al punto de querer torturarte eternamente en la habitación del alce. -imagino la situación con una sonrisa tétrica- ¿Entiendes a Zim? -pregunto relajando sus expresiones.

Un continuo y arrullador silencio, fue la única respuesta que obtuve el irken.

-  Asquerosa bola de carne, te contare algo interesante. -observo el cielo, pensativo- En nuestra raza, para un irken es sumamente atractivo cuando otra especie nos detiene o domina, es algo inexplicable. -llevo sus manos hasta la cabeza del humano- Zim nunca sintió esto, esa insana necesidad de tenerte cerca y lastimarte. -comenzó acariciar suavemente su cabello- Me tomo tiempo descubrir e identificar este sentimiento en el lenguaje humano pero... -lo observó con una media sonrisa- Te quiero, Dib.

La sinceras y sentidas palabras, salieron por sí mismas desde los labios del irken, a lo que siguió acariciando lentamente la cabeza del chico gótico, fijando su vista en el cielo sumamente estrellado, donde sus memorias transitaron muchos de los acontecimientos explícitos que vivió con su antiguo némesis, ahora "su" humano. Una mezcla de sentimientos encontrados, que le permitió entender un poco más, el muy complejo concepto afectivo y amoroso del planeta humano.

El crudo destino lo desilusionó de inmediato, dentro del manto oscuro del cielo terrícola, una fugaz luz atravesó con una excesiva rapidez las nubes, en dirección a su base. Maldijo en su lengua madre, tratando de descifrar las consecuencias de tanto daño interno, al parecer sus problemas aun no acababan, se enderezo un poco, desviando su mirada al de gabardina negra, esa expresión de suma tranquilidad, lo hacía temblar. 

Una frustración cargada de impotencia se instaló en el, ya que ni siquiera pudo resolver adecuadamente, las inútiles incoherencias amorosas que él mismo cargaba. Inhalo y exhalo pesadamente, si su vida desastrosa seguía en picada, le daría razón al de lentes, su sola existencia ya era catastrófica. Le dio una última mirada a su humano, que yacía durmiente recargado en su hombro.

- Despreciable gusano. -lo tomo entre sus brazos, levantándose del techo- ¿Como te atreves a dormirte en presencia del todopoderoso Zim? -se quejó cargando el cuerpo del contrario- Solo le traes aún más problemas y confusión a Zim. -atravesó sin cuidado la destruida ventana- Tsk, como sea. -lo acostó directamente en la cama- Buenas noches, larva revoltosa.

Mas allá del Odio [ZaDr]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora