Capitulo Sesenta-Tres: Partida.

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La mezcla emocional tan frágilmente herida, era un simple manojo de sentimientos recién adquiridos, lastimando lentamente al muchacho de gabardina negra, su corazón se encontraba encogido por la desbordante preocupación debido a las múltiples posibilidades que le podían suceder, a su tan amado e insoportable alíen. El tema de la extensa vida que beneficiaba a la raza invasora, fue algo que siempre llamó su atención, varias razones lograban acomplejarlo: ¿Cómo convivían a expensas de heridas de gravedad? ¿Y cómo estas mismas fácilmente sanaban?. El hecho innegable a una comparación del efímero tiempo de vida terrestre, resaltaba una abismal diferencia entre ellos. Lo que para un humano promedio su vida entera solo era un repetido ciclo de crear, formar y disfrutar durante alrededor de los cincuenta años o más, para un simple extraterrestre este lapso temporal podría interpretarse exageradamente como unos simples y penosos días... Aunque esto último tampoco era del todo importante, sino le agregamos un factor primordial. Exactamente, lo contrario a este concepto: La muerte.

El pesar que lograba exitosamente afligir el corazón del amante de lo paranormal, era cuando ese fatídico momento llegara, siendo más específicos, cuando su propia vida acabara. Dejando atrás al amor de su vida, porque efectivamente a estas alturas era algo establecido, la naturaleza que guiaba a cualquier persona a su inminente destino, pero.. ¡Lo entendía! ¡Claro que lo hacía! Aun así, nadie le quitaba su egoísta deseo de pasar todo lo que le restara de su corta existencia junto al irken. No obstante, debía hacer todas sus soñadoras ilusiones aun lado, su objetivo actual era prevalecer, para ingeniar e idear un brillante plan que utilizaría una vez que llegara al lado del pequeño invasor.

Una suave risa escapó de sus labios, sin duda estaría bastante enojado al no acotar su "orden" de esperarlo. Después de todo.. ¿Cuando pactaron en hacerse mutuo caso? Normalmente solo discutían, peleaban y se llevaban claramente la contraria, como si el escaso orgullo de ser un humano le permitiera que lo protegerían a el.. ¡Ja! ¡Era el único Defensor de la Tierra! Y como Zim decidió quedarse en la misma, era su labor protegerlo, y como recientemente estaban comprometidos, tenía la obligación de traerlo de regreso. Así para cuando el día menos pensado, ambos se casaran. Un ardor rojizo se instaló involuntariamente en sus mejillas, la idea aún lo avergonzaba, pero no le disgustaba, solo que olvido el hecho de que su relación era un secreto, y ni hablar de lo que sucedería cuando su padre se enterara... ¡Por pie grande! ¡Nunca pensó en algo tan importante como eso!

Estiró plácidamente sus extremidades, aliviando de este modo su entumecido cuerpo, que le rogaba constantemente que se dedicará únicamente a descansar. Desde hace unas cuantas horas atrás, se había puesto a trabajar en todo lo que se relacionará con el mantenimiento general del vehículo interestelar, arreglando cada desperfecto o posible falla que se pudiera presentar. Sin embargo, su medio de transporte parecía ser bastante eficaz, con respecta a las altas medidas tecnológicas, junto con algunas fascinantes pero muy cómodas funciones de comando, acotando cualquier tipo de orden tanto por voz o manualmente. Sin dudas esta preciosidad de nave espacial era un digno prototipo experimental, creado secretamente por la NASA.

Dio un sonoro bostezo, mientras se encargaba de los últimos ajustes, necesitaba con urgencia dormir, sus párpados no se cerraban, su mente le negaba cualquier tipo de serenidad, para torturarlo con la creativa imaginación de las consecuencia más oscuras y sanguinarias que se podrían presentar. Sacudió con fuerza su enorme cabeza, despeinando rápidamente sus alocados cabellos, comenzaba a odiar a la odiosa inseguridad, siendo originario de la calamidad de la culpa, quería convencerse que este no era el lugar, ni el momento para algo tan endeble como lo era el pesimismo certero. Hace tiempo se dijo a sí mismo que no caería nuevamente en algo tan peligroso como era la irradiable depresión. No era el mismo niño de 12 años, el cual más de una ocasión se enfureció al tratar de lidiar el mismo con su propia e innata desesperación.

Mas allá del Odio [ZaDr]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora