17「Culpabilidad」

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—Rei, ¿Qué pasa? —Preguntó el hombre de ojos rojizos viendo a su esposa que mantenía un rostro lleno de preocupación desde hacía ya varios minutos.

—Te juro que la escuché, te juro que vi a Kessho-chan en ese lugar... —Murmuró sin mirarlo, sus delicadas manos temblaban con solo pensar en la escena que habían presenciado.

El hombre por su parte soltó un suspiro, cansado de oír eso cada semana. Pero esta vez había sido verdad, su hija había estado aquí junto a ese cazador de aretes gañafada. Chasqueó la lengua molesto al recordar al joven, lo había visto en la selección final junto a su pequeña hija y le molestaba que estuviera con ella, pero en ese momento no se había percatado de lo que colgaba de sus orejas.

Hacía años que no veía esos aretes, eran los mismos que la primera vez que los vio y seguía en un gran estado. Ese hombre que había visto y conocido en la era Sengoku, aquel cazador que estuvo a punto de terminar con su vida.

—Mi hija, Kessho ya no está más en este mundo, Rei —Aclaró otra vez.

—¡Pero...!

—Deja de sentirte culpable, nunca tuviste la culpa de que Kessho huyera de casa y terminara cayendo a un vacío al no ver por dónde iba.

Para aquellas dos humanas, la muerte de la primogénita del hombre con quien vivían era evidente. Había pasado hace dos casi tres años. Tras una fuerte discusión de Rei, Muzan y Kessho esta se encerró en su cuarto. Al día siguiente, nadie sabía dónde estaba y qué le había pasado. "Tsukihiko" salió a buscar a su hija lleno de preocupación y al final de dos semanas encontraron el cuerpo de una niña en el fondo de un acantilado a quién habían identificado como Kessho.

Pero todo eso era una mentira para ellos, Muzan sabía que todo eso era una pequeña cortina de humo para distraerlos de lo que realmente pasaba. Esa misma noche Kessho descubrió lo que su padre era en realidad y las atrocidades que había cometido, y entre ellas haber asesinado a su propia esposa. Con tantos sentimientos dentro de ella, huyó de casa temiendo porque su vida terminara de una forma tan triste como la de su madre, amando al hombre equivocado.

—Lo siento... —Se disculpó la mujer.

Él hombre paró un taxi y pidió que llevara a su mujer y su hijastra a su casa.

—Papi, ¿no vendrás? —Preguntó la niña mientras era dejada en los brazos de su madre.

—Tengo todavía algunas conferencias que atender de mi trabajo, también sigo un poco conmocionado por lo que pasó hace rato.

—Tsukihiko...

—Estaré bien, no te preocupes por eso. En cuanto termine iré a la casa, también tengo que ir a preguntarles algunas cosas a los policías.

La mujer asintió y entró en el coche junto a su hija. Se despidió de su esposo con una preocupada sonrisa y un ademán.

Tras que el taxi se alejara de su vista, comenzó a caminar hacia un punto exacto. Comenzaba a cansarse de tantas mentiras, tanta palabrería barata que salía de su boca solamente para mantener a esa mujer en su zona de confort.

En el fondo estaba preocupado, sabía que las intenciones de su hija eran tan puras y buenas como su corazón de cristal. Que ella venía a verlo para hablar de ciertas cosas y perdonarlo por ser un demonio. Pero había arruinado todo al convertir a aquel hombre en demonio solo para distraer al muchacho aquél.

Recordaba a la perfección la triste reacción que provocó en el rostro de quién era su adorable hija. Su ceño fruncido, sus orbes llenas de miedo, odio y decepción como la vez en que había descubierto quién era. Quería ir a verla, quería explicarle que había cometido otro error, pero ya era tarde para eso.

Crystal world 「Kimetsu no Yaiba」Donde viven las historias. Descúbrelo ahora