Capítulo 1: Aziraphale

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Aquella mañana, Aziraphale despertó sintiendo unas increíbles ganas de pasar un día familiar tranquilo y ordenado, como hacía mucho no pasaban. Sus hijos habían dejado atrás la infancia, eran ya adolescentes y jóvenes adultos, y era difícil reunirlos a todos en casa al mismo tiempo. Pero ese día era especial para él, y tenía la fe de que lograría su deseo.

-Buenos días, querido...- susurró despacio al oído de Crowley.- Es hora de desayunar. 

-¿Desayuno?- musitó Crowley con los ojos entrecerrados y una pequeña sonrisa en el rostro.- Podría desayunarte a ti ahora mismo, si quieres...

Zira rompió a reír, contento con ver que a pesar del tiempo su esposo no había cambiado, y seguía siendo el mismo romántico de siempre.- Tienes cinco minutos para levantarte, Crowley. Iré a llamar a los niños, ellos también tienen que desayunar.

La Diosa los había bendecido con cinco hijos y cinco hijas: Terry, Neil, Raven Aurora, Lilith, Misha, David, Michael, Mooninite, Nina Luna y Crepa. Debido a su naturaleza híbrida, mitad demonios y mitad ángeles, aunque habían nacido el mismo día cada uno tenía una edad diferente. Por eso, sus edades oscilaban entre los 22 años de Terry, el primogénito, y los 16 de Crepa, la última en nacer, quien poco antes celebrara su fiesta de dulces dieciséis por todo lo alto. Aziraphale estaba orgulloso de la forma en que todos se habían integrado a la sociedad humana, de lo bien que estaban creciendo y adaptándose. La mayoría de ellos ya iba en la universidad, tenían amigos, algunos incluso vivían solos (como Neil y Terry) para estar más cerca de su escuela. Sin embargo, era fin de semana y todos habían regresado.

"Me alegra haber podido inculcarles el valor de la reunión dominical" pensó mientras preparaba la mesa del comedor. Si bien no oían misa ni nada religioso (era mucho pedir), se reunían sí o sí cada domingo para comer juntos, salir juntos y ponerse al día sobre sus vidas. Era importante para él, bueno, para Crowley también por supuesto, pero para él era especial.

-Buenos días, mami Zira- lo saludó con cariño Crepa, cuyo cabello casi plateado brillaba intensamente desde temprano.

-Buenos días, querida. ¿Tienes hambre? Ya mismo te puedo servir un...

-Tranquila, mami, esperaré a que lleguen todos. No es de buena educación empezar a comer antes que los demás.

-Qué buenos modales tienes- intervino Neil, apareciendo por detrás de ellos con una sonrisa idéntica a la de Crowley cuando estaba de buen humor.- Buenos días mamá, buenos días, princesa.

-Buenos días, hijo. ¿Llegaste tarde anoche? No te oí entrar...

-Lo lamento, mamá, no quería despertarte. Trato de viajar en transporte público para no hacer milagros innecesarios, y como se me hizo tarde llegué mientras todos dormían.

-Está bien, lo importante es que hayas venido. Siéntate en lo que llamo a los otros...

Poco a poco la mesa se llenó, con toda su numerosa familia hablando y riendo sin parar de todo tipo de temas. Aziraphale podía percibir el ritmo de varias conversaciones diferentes al mismo tiempo, desde las peleas amistosas de sus revoltosos hijos David y Michael hasta Crowley dándole consejos a las gemelas sobre tatuajes, siendo éste un deseo de ambas. Con cariño observó a Neil dándole su pastelillo casero a Crepa, algo que venía haciendo desde siempre, siendo un hermano mayor que adoraba consentirla en todo. Era innegable que en su familia había mucho amor. Al pensar en eso, una lágrima cayó por su mejilla.

-¿Qué sucede, ángel? ¿Estás bien? -preguntó Crowley con preocupación al verlo llorar. De inmediato todos cesaron sus charlas y se volvieron hacia Aziraphale, quien trató de restarle importancia al asunto y se secó los ojos con un pañuelito que le alcanzó Terry.

-Mamá, ¿seguro que estás bien? ¿Por qué lloras?

-Estoy bien, hijito... es solo que, al verlos a todos así...

-¿Hicimos algo malo?- preguntó Nina Luna con temor. Zira negó vigorosamente.

-Al contrario, mi niña. Hicieron todo bien. Llegaron a nuestras vidas a hacernos todavía más felices de lo que ya eramos, ¿verdad, Crowley?

-Oh... ohhh, entiendo...

-¿Entiendes qué, papá?- dijo Misha sin comprender. Crowley se paró y se acercó a Zira para abrazarlo, y fue el ángel quien contestó conmovido:

-Un día como hoy, primero de octubre, fue cuando ustedes nacieron. Sé que ahora ya no es muy importante porque todos tienen edades distintas, pero yo no puedo olvidar la tarde en que salieron del huevo. Estaba tan asustado... y a la vez tan feliz... llevaba cinco meses esperando, quería conocerlos cuanto antes. A mis hijos, esos hijos milagrosos que el destino quiso enviarme...

Todos se quedaron sensibilizados por las palabras de su mamá Aziraphale, y uno a uno se levantaron para darle un abrazo ellos también. Zira se largó a llorar un poco más fuerte al sentir el cariño de sus pequeños, porque para él siempre serían sus pequeños, no importaba cuantos años pasaran. Mientras oía sus palabras dulces de felicitación y los escuchaba planear la mejor tarde familiar del mundo, cruzó una mirada con Crowley. Aunque hubo un tiempo en que tener cuerpo de serpiente lo angustió, nunca dejaría de agradecer haberlo sido. 

Serpientes Inefables FictoberDonde viven las historias. Descúbrelo ahora