Carl.
Se oyeron crujir las hojas naranjas y secas de otoño, me puse alerta. Apunté con mi arma a la persona culpable de ese sonido, quien estaba de espaldas, mirando por la ventana dónde estaba mi padre.
Entrecerré mis ojos; ese cabello, esa forma de vestir, aquella katana colgando de su espalda... Bajé mi arma al instante, mi mente pareció aclararse como por arte de magia y pude reconocer quién era la ''amenaza''. Mis labios esbozaron una sonrisa real, por primera vez en todo ese tiempo. Ella estaba ahí, con unos cuantos pasos de distancia que nos separaban.
- ¡Michonne! -medio grité, medio susurré, buscando llamar su atención, completamente feliz de que estuviese viva y de volver a verla.
La aludida se giró en mi dirección, me observó unos segundos y luego llevó una mano a su boca, silenciosas lágrimas habían comenzado a surcar su rostro. Corrí hasta ella y la abracé lo más fuerte que pude, ambos comenzamos a reír como dos locos.
-Pensé que tu padre y tú habían muerto... ¡Oh, estoy tan feliz de haberlos encontrado! -exclamó cuando por fin deshicimos nuestro abrazo.
Me di cuenta de que Michonne tenía algunos raspones y magulladuras en su cara, pero no eran nada graves, por suerte.
-Yo también me alegro de que estés aquí, Mich.
Y lo hacía, realmente lo hacía.
Minutos después habíamos entrado a casa. Mi padre y Michonne comenzaron a hablar sobre la batalla en la prisión, tema que me incomodó mucho. Yo solo me limitaba a escuchar, no me apetecía participar en esa conversación, pues me hacía recordar a mi pequeña hermana y a todas esas vidas que se habían perdido ahí mismo.
Michonne nos contó que vio el autobús, con la gente que perteneció a Woodbury, salir de la prisión cuando el tiroteo se hizo presente. Aunque a esas alturas, no creía que aún esa gente estuviese con vida. Eso sonó muy pesimista de mi parte, lo sabía, pero solo intentaba ser realista. También nos mencionó, con la mirada perdida en algún punto fijo en el suelo, cómo quedó lo que era nuestro hogar. No mentiré, el estómago se me revolvió, un nudo se formó en mi garganta. Michonne dijo que parecía un cementerio con todos aquellos cadáveres en el suelo, y que ahora el lugar estaba conquistado por los caminantes.
Clavé mi vista en Rick, sus labios rotos eran una fina línea recta. Podía ver en sus ojos que le dolía enterarse de todo eso, igual o más que a mí.
No hablamos más de eso después, ya que un llamado en la puerta nos interrumpió. Los tres nos miramos con el ceño fruncido, y entonces supe que había olvidado algo importante.
Anthea.
Mis pasos eran lentos mientras caminaba hasta la casa en la que me estaba refugiando. En mi mente no dejaban de rondar miles y miles de preguntas acerca de ese chico, Carl. ¿Cómo podía confiar en alguien a quien conocí hace unas cuantas horas? Y no, la verdadera pregunta no era esa. ¿Cómo podía siquiera confiar en un chico que se ha portado como la mismísima mierda conmigo? Sin contar que salvé su trasero de los hambrientos caminantes. Tenía que estar loca; definitivamente lo estaba.
Bufé y me adentré en la casa. Obviamente, todo estaba como lo había dejado en la mañana. Me dirigí hasta la sala y tomé todas mis cosas, que se encontraban sobre el sillón empolvado. Guardé todo en la mochila, después la colgué en mi hombro derecho y me dispuse a salir de nuevo. Me detuve a unos pasos de la puerta, deseaba con todas mis fuerzas no estarme equivocando con aquella tan importante decisión. Si salía por esa puerta, ya no habría vuelta atrás. Mordí mi labio inferior, ¿realmente valía la pena arriesgarme tanto?
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THE LOST BOY ― CARL GRIMES
Fanfiction❝ Las cosas no son como eran antes. Ahora ni siquiera me reconozco, nadie lo hace. Yo ya no pertenezco a un mundo seguro. Mírame a los ojos, ¿puedes verlo? Ya no me queda nada, ya no. A veces siento que morí hace mucho tiempo. No soy lo que tú crees...