Carl.
Estaba consciente de que mi actitud había cambiado considerablemente. Me sentía un poco más relajado, más contento. Y sí, todo era gracias a la chica de cabellos rubios que sujetaba fuertemente mi mano en esos momentos.
Al salir de la casa, la escuché suspirar. Curioso, giré mi rostro en su dirección, siendo atrapado por su mirada verdosa casi al instante. Después de unos momentos, rompió el contacto visual para observar con detenimiento a nuestro alrededor.
—Dime que no estoy soñando, que esto es real... Que lo logramos—habló con rapidez—. No puedo dejar de pensar que esto es producto de mi imaginación, ¿sabes? ¡Incluso me pellizqué el brazo antes de salir!
Su comentario me hizo reír.
—Me siento de la misma forma, pero supongo que es real —mojé mis labios antes de continuar—. Aunque si todo esto en realidad es un sueño, no me gustaría despertar.
Anthea me sonrió y tiró de mi brazo, comenzando a caminar por las sumamente limpias calles de Alexandria, hacia donde nuestros pies nos llevasen.
La comunidad me recordaba demasiado a mi antiguo vecindario en Kentucky. Todas las casas, sin excepción, tenían grandes patios en los que los pocos niños que habían jugaban y se divertían. Yo esperaba ver a Judith entre ellos pronto.
Las personas con las que nos topábamos nos sonreían ampliamente, otros nos daban la bienvenida. Además, un matrimonio de ancianos se había acercado a nosotros y la mujer me había apretado las mejillas, como alguna vez lo hizo mi abuela. Al despedirse, dijeron que éramos una joven pareja muy linda, lo que ocasionó que las mejillas de Anthea se encendieran de un rojo carmesí haciéndola lucir muy adorable.
Todo iba de maravilla, hasta que un chico con cara de idiota apareció en mi campo de visión.
— ¡Anthea! —gritó efusivo, agitando sus manos en el aire para llamar nuestra atención.
Tomé el puente de mi nariz entre mis dedos, sintiéndome de pronto molesto. Vaya, él realmente sacaba lo peor de mí.
Jeremy caminó de prisa hacia nosotros, hasta quedar frente a la rubia. Mi brazo se posicionó alrededor de su cintura, casi por instinto, y la atraje hacia mí.
— ¡Hola, Ann! —dijo, su respiración agitada por la reciente carrera.
Patético.
—Hola...— le contestó ella. Se removió un poco incómoda de mi agarre, y fue cuando me di cuenta de que estaba sujetándola con más fuerza de la que debería. Aflojé un poco el brazo, Anthea se apartó.
Ella me miró por pequeños instantes, no parecía muy contenta. ¿Qué, ahora era mi culpa? ¡Sólo estaba protegiendo lo que me pertenece! ¿Acaso estaba mal? ¡Maldita sea!
—Quiero presentarte a unos amigos, te caerán muy bien. ¡Ven!
Jeremy tomó del brazo a la rubia, ignorando totalmente el hecho de que yo me encontraba junto a ella. Sentí como mi cuerpo entero se tensaba ante eso. Joder, quería golpearlo hasta dejarle el rostro irreconocible.
— ¡Claro! —ella sonrió.
— ¡Hey! ¿Qué mier...? —la rubia me tomó por la manga de la camisa y me arrastró con ambos, impidiéndome por completo iniciar una discusión que seguramente terminaría en golpes.
La cosa había quedado así: Jeremy sujetaba la mano de Anthea, y ella sujetaba la mía. Yo solamente quería romper unas cuantas costillas a patadas, mientras mi cara se tornaba roja del coraje. Ya me encargaría de hacerlo después.
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THE LOST BOY ― CARL GRIMES
Fiksi Penggemar❝ Las cosas no son como eran antes. Ahora ni siquiera me reconozco, nadie lo hace. Yo ya no pertenezco a un mundo seguro. Mírame a los ojos, ¿puedes verlo? Ya no me queda nada, ya no. A veces siento que morí hace mucho tiempo. No soy lo que tú crees...