10✧.* no sanctuary

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Anthea.



La oscuridad dentro de aquel vagón de tren me terminaría por volver loca en cualquier momento, estaba muy segura de eso. Según mis cuentas, llevábamos ahí encerrados un poco más de dos semanas. Dos malditas semanas llenas de hambre, sed y miedo. Los días no eran tan malos, solamente estaban hechos de silencios incómodos y aburrimiento infinito.

Las noches eran, sin dudas, las peores. Nadie podía cerrar los ojos por más de cinco minutos, pues los gritos agonizantes de las personas siendo mutiladas allá afuera nos impedían conciliar el sueño. Y si por alguna extraña razón alguien lograba quedarse dormido, inmediatamente despertaba gritando a causa de las horribles pesadillas.

Terminus no era un santuario. Era una trampa enfermiza, llevada a cabo por un considerable número de gente asquerosa y sin escrúpulos. Lo que hacían en ese lugar era igual o peor que lo que hacían los caminantes. Esos bastardos atraían a la gente, para después comérsela. ¡Se comían a la gente!

Cabe mencionar que Carl, Daryl, Michonne, Rick y yo no éramos las únicas personas atrapadas ahí. Las personas del antigüo grupo de mis compañeros también cayeron en la telaraña de mentiras de Terminus, y casualmente fueron colocados en el mismo vagón que nosotros.



Con una pequeña vara de metal intentaba sacarle algo de filo a mi único cuchillo. Así es, el idiota de Alex no me había revisado bien cuando llegamos a Terminus. Y bueno, la verdad era que yo tampoco me había acordado de tener un cuchillo escondido en una de mis botas. Fue un golpecito de suerte, hay que admitirlo.

A pesar de estar muy concentrada en mi labor, fui capaz de notar como Carl se sentaba en el suelo, junto a mí.

—Hey —lo saludé sin mirarlo.

—Hey.

Era la primera vez en días que escuchaba su voz, y quizás por eso me percaté de que sonaba más grave de lo normal.

Por el rabillo del ojo, lo visualicé mientras perfeccionaba su artefacto para defensa personal, el cual era la hebilla de un cinturón ligeramente modificado para ser enterrado en los ojos de sus victimas. Nos estábamos preparando para salir de ese lugar, y como Rick había advertido, iba a correr mucha sangre. Yo solo esperaba que no fuese la nuestra.

— ¿Estás lista para abandonar esta mierda? —preguntó.

—Sí, más que lista —contesté guardando el cuchillo de nuevo en mi bota—. ¿Y tú?

Carl elevó apenas las comisuras de sus labios, formando así una pequeña sonrisa que distaba mucho ser de felicidad.

—Cuando salgamos de aquí, lo primero que haré será recuperar mi arma y volarle los sesos a Gareth —contestó serio.

Todo quedó en silencio. Un silencio que pronto fue reemplazado por voces fuera del vagón. Mi corazón comenzó a palpitar a la misma velocidad que las alas de un colibrí. Inconscientemente mis ojos se posaron en los azules del castaño, los cuales seguían siendo inconfundibles aún en medio de la oscuridad.

—Cuatro de ellos vienen hacia acá —Daryl habló.

—Ya saben que hacer —Rick caminó hasta dónde él estaba—. Primero los ojos, después la garganta.

Saqué mi cuchillo y lo empuñé con fuerza. Miré hacia el otro extremo del vagón, dónde se encontraba Michonne y las demás personas de su grupo en posición de ataque. Cada uno de ellos portaba un improvisado objeto afilado, hecho por ellos mismos.

THE LOST BOY ― CARL GRIMESDonde viven las historias. Descúbrelo ahora