15✧.* two months without an accident

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Anthea.

 


En efecto, el camión funcionó dos días después, justo como Abraham lo predijo. Sin embargo, no lo llegamos a ocupar, ya que decidimos que sería buena idea quedarnos en la iglesia del padre Gabriel por un tiempo. O al menos a que el crudo invierno pasara.

Reforzamos la entrada de la iglesia, colocando picos afilados como barrera contra los caminantes. Tuvimos mucha suerte aquellos dos meses, no hubo problema alguno con el asunto de las raciones de comida y/o agua, pues constantemente saqueábamos cabañas cercanas a nosotros.

La ubicación de la iglesia era muy buena, casi no llegaban caminantes; y los que llegaban, eran muy pocos. El frío estuvo de nuestro lado también, volvía a los caminantes más lentos, y por consiguiente, menos letales.

A pesar de que era muy incómodo dormir sobre las duras bancas de madera, nos las arreglamos para fabricar almohadas y mantas calentitas. La única afortunada era Judith, quien dormía en una cuna que Daryl encontró durante una de las tantas expediciones que se hicieron. Que envida (de la buena, claro está).

El calor ya estaba haciendo acto de presencia, seguramente estábamos entrando en el mes de marzo, si mis cálculos no me fallaban. Por lo tanto, pronto estaría cumpliendo mis dulces dieciséis años. Otro cumpleaños rodeada de muerte y putrefacción, genial. La  diferencia era que ésta vez no lo pasaría sola.

Me convertí en la niñera oficial de la Pequeña Patea Traseros, como llamaban a Judith. La verdad era que esa niña era todo un sol, un encanto de ser humano, por eso no tuve ningún problema al aceptar ese cargo tan importante. Aunque no lo hacía solamente yo, Carl también me ayudaba.

Oh, Carl.

No sabía con exactitud cuáles eran mis sentimientos por ese chico. Podría ser que me atrajera, pero una parte de mí, la más cuerda y desconfiada, se negaba a que eso pasara. ¡Por todos los cielos! No podía andar con la cabeza en otro lado, aunque de todas formas siempre me perdía en la mirada del castaño malhumorado.

Y quería darme una fuerte bofetada cada que eso pasaba.

— ¿Uh, Anthea?

Me giré sobre mis talones, con la pequeña Judith en brazos, para enfrentar a la persona que me traía de vuelta al mundo real. Al mundo de los muertos, por más irónico que suene.

Maggie me observaba con una ceja alzada y la mano en la cintura, impaciente.

— ¿Qué pasa? —pregunté con el ceño ligeramente fruncido.

—He intentado hablar contigo desde hace más de dos minutos, y tú ni en cuenta. ¡Es un milagro que hayas bajado por fin de esa nube!

Sentí la sangre subir hasta mis mejillas, quedándose ahí. Si supieras en qué estaba pensando...

—Lo siento, Maggs —le sonreí avergonzada—. ¿Para qué me necesitabas?

—No hay problema, linda. Es solo que Sasha y yo queríamos saber si vendrías con nosotras a buscar más agua. Ya sabes, el calor nos está afectando a todos por igual—rió.

Negué con la cabeza, riendo junto a ella.

—No puedo, tengo que cuidar de Judith —fingí llorar dramáticamente, lo que provocó que la bebé soltara una tierna carcajada. Sonreí y tomé una de sus manitas, para después depositar un beso en ella.

Maggie hizo una mueca: —Será para la próxima entonces.

La castaña salió de la iglesia junto a Sasha, no sin antes despedirse de la bebé y de mí.

THE LOST BOY ― CARL GRIMESDonde viven las historias. Descúbrelo ahora