Carl.
Anthea colocó su cabeza en alto y frunció ligeramente los labios, se estaba negando a iniciar otra pelea. Tomó una bocanada profunda de aire y se dio la media vuelta, no sin antes dedicarme una última mirada, la cual estaba llena de cansancio, decepción y frustración. Por mi mente pasó la fugaz idea de pedirle que no se fuera, que entendía a lo que se refería anteriormente, pero no lo hice. En lugar de eso, apreté mis puños y decidí que lo mejor sería que yo me alejara primero que ella.
Mientras esquivaba las ramas de los frondosos árboles hasta llegar al grupo, el nudo dentro de mi garganta me molestaba cada vez más. Los pensamientos destructivos comenzaban a arremolinarse dentro de mi cabeza, sin que yo pudiera detenerlos.
Basta, basta, basta.
Cerré mis ojos con fuerza, como si eso pudiese funcionar, y mis manos sostuvieron mi cabeza por algunos instantes, al mismo tiempo que negaba frenéticamente con esta. No podía permitirme derrumbarme una vez más frente a la gente. Debía tragarme el dolor y seguir con mi actitud fría, distante y carente de sentimiento alguno.
Las voces de los demás se escucharon cerca, por lo que mi lucha interna fue consumándose de a poco, para finalmente lograr distraerme. Caminé lo que faltaba para llegar con ellos y me adentré al pequeño espacio rodeado por un alambre, latas de comida vacías y diversos objetos de aluminio.
Todos desayunaban tranquilamente frente a una fogata, incluso Jeremy —con un ojo morado y la mejilla izquierda hinchada— estaba ahí. Parecía que mantenían una plática muy divertida. Entorné los ojos y busqué un lugar libre y apartado de los otros, no estaba para convivir con nadie en absoluto.
Se dieron cuenta de mi presencia y múltiples pares de ojos se posaron en mí, guardando silencio al instante, como si mis oídos no fuesen dignos de su conversación. Murmuré una blasfemia e hice una mueca de fastidio, y luego de unos segundos volvieron a lo que estaban, ignorándome. Mucho mejor para mí.
Apoyé mi espalda en el tronco de un árbol y me crucé de brazos, mirando a mi alrededor con indiferencia, como siempre hacía. Mi estómago gruñía por comida, pero pensé que sería mejor comer después, y a solas.
—Espero que hayan descansado lo suficiente, porque es hora de continuar —anunció mi padre cuando terminaron de comer, y apagaron la fogata.
Acomodé mejor el sombrero sobre mi cabeza y despegué mi espalda a regañadientes del cómodo tronco. El grupo recogió sus pocas pertenencias del suelo, incluyéndome, y nos pusimos en marcha fuera del bosque. Mis pies tocaron el suelo de concreto y así comenzó de nuevo el martirio.
Algunas millas después, tuvimos la suerte de encontrar un camión de bomberos abandonado a mitad de la carretera. Abraham revisó que tuviese combustible, y tenía lo suficiente como para transportarnos por un buen tiempo más. El ex-militar encendió el camión, pero este arrancó por breves segundos, para luego volver a apagarse.
— ¡Mierda! —gruñó el pelirrojo, propinándole un fuerte golpe al volante.
—Sigue intentado —le animó su novia, Rosita.
Él asintió y siguió intentando, lo que provocó que el ruido del motor llamara la atención de varios caminantes de los alrededores. Los gemidos de los caminantes pronto superaron el sonido del motor, alarmándonos a todos. No eran tan pocos como lo pensábamos en un principio.
—Genial —mascullé, adoptando una posición de defensa con ambos brazos. En mis manos llevaba mi arma con silenciador y un filoso cuchillo de mango blanco.
ESTÁS LEYENDO
THE LOST BOY ― CARL GRIMES
ספרות חובבים❝ Las cosas no son como eran antes. Ahora ni siquiera me reconozco, nadie lo hace. Yo ya no pertenezco a un mundo seguro. Mírame a los ojos, ¿puedes verlo? Ya no me queda nada, ya no. A veces siento que morí hace mucho tiempo. No soy lo que tú crees...