07✧.* the monster

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Carl.



Terminus sonaba tan irreal. Un lugar que prometía tantas cosas me parecía una broma de muy mal gusto. Pero aunque no lo quisiéramos admitir, nos daba la esperanza que necesitábamos para seguir en pie. Por esa razón, tras meditarlo unos momentos, mi padre decidió que era buena idea ir hasta allá. Y todos estuvimos de acuerdo con eso.

Pateaba pequeñas rocas con mis desgastados zapatos, a la vez que escuchaba como Anthea y Michonne discutían sobre una apuesta muy estúpida. La cosa estaba así: ambas tenían que caminar sobre cada extremo de las vías, procurando mantener el equilibrio y no caer de ellas. La que pisara fuera de las vías perdería, y por consiguiente, le otorgaría su último chocolate a la ganadora.

- ¡Gané! -festejó la rubia luego de unos minutos, y extendió su mano hacia Mich-. Ahora págame, querida.

Rodé los ojos ante lo infantiles que podían llegar a ser. Rick sólo se reía.

-Una apuesta es una apuesta, ¿no? -contestó Michonne y le entregó el chocolate.

Pude percibir el brillo en los ojos de Anthea al probar bocado de lo que podría ser el último Big Cat en el mundo. Cortó un pedazo del chocolate y se lo dio a Michonne, ambas se sonrieron.

La rubia pareció darse cuenta de que la miraba por el rabillo del ojo, porque segundos después, clavó su mirada verdosa en mí con gesto interrogativo. Hice una mueca de fastidio y aceleré el paso, dejando a las tres personas con una considerable distancia separándonos.

-Caminen más rápido, joder -vociferé con notoria molestia.

Horas más tarde, el cielo comenzó a tornarse de color anaranjado, anunciando el crepúsculo. Anthea sugirió que podíamos acampar en el bosque, ya que era demasiado arriesgado andar por la noche, y que además, necesitábamos descansar y reponer la energía gastada en la caminata. Mi padre y Michonne no se opusieron, por lo que nos desviamos de nuestra ruta para adentrarnos de lleno al bosque.



- ¿Qué tan hambrientos están, en escala del uno al diez? -preguntó mi padre a la mañana siguiente.

Los cuatro estábamos sentados en el suelo, cubriéndonos del frío con tan solo unas delgadas mantas. En la hoguera frente a nosotros se cocinaba una lata de frijoles. El calor del fuego golpeaba mi rostro y el olor que desprendían los frijoles se colaba en mis fosas nasales, provocando que mi estómago rugiera de vez en cuando, muy ruidosamente.

-Quince -hablé por primera vez en mucho tiempo.

-Cincuenta y dos... y medio -Anthea bromeó con una sonrisa ladina plasmada en su rostro. No entendía como, en el infierno, podía estar de tan buen humor siempre. Me molestaba su maldita actitud de niña risueña.

-En ese caso, iré a revisar las trampas -dijo Rick.

- ¿Puedo ir contigo? -mi voz se mezcló con la de alguien más... Anthea.

La volteé a ver sorprendido, ella imitó mi acción. Esa simple coincidencia de haber hablado al mismo tiempo produjo un cosquilleo en mi interior. Aparté la mirada de la rubia sintiendo mis orejas y mejillas arder. ¿Qué demonios...?

Rick soltó una carcajada, Michonne me dedicó una mirada cargada de burla.

-Me parece bien, ¿de qué otra manera aprenderían? -mi papá nos miró a ambos con una sonrisa-. Hey, tu vienes también -le habló a Michonne, ella respondió con un encogimiento de hombros.

THE LOST BOY ― CARL GRIMESDonde viven las historias. Descúbrelo ahora