11✧.* run away

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Carl.



Teniendo en cuenta que una considerable cantidad de caminantes nos esperaba detrás de esas puertas metálicas, nuestra huida sonaba cada vez más dificultosa, pero no por eso imposible. Todos nosotros habíamos pasado por situaciones mucho peores, así que podíamos con ese paquete.

Los caminantes comenzaron a golpear el vagón, avisando que ya se habían percatado de nuestra presencia.

—Tenemos que salir de aquí, ahora —dijo Jeremy.

—No me digas, idiota —escupí molesto—. ¿Por qué mejor no cierras la boca y buscas algo con que defenderte?

Vale, estaba comportándome como un total cabrón con el tipo, pero simplemente no me agradaba. Había algo en él que no me inspiraba la más mínima confianza. Era eso, y la manera en la que trataba a Anthea. Quería a Jeremy lejos de ella.

Él avanzó varios pasos, hasta quedar justo frente a mí, con el único propósito de intimidarme. Como si pudiera, pensé. Mis ojos se posaron en los suyos, desafiantes. Jeremy tampoco se quedó atrás.

— ¿Cuál es tu maldito problema, niño? —gruñó y me dio un leve empujón, incitándome a iniciar una pelea.

Si había algo que me molestaba más que los caminantes, era que me llamaran ''niño''. Ese chico quería que le terminara de romper el labio, sin dudas. De ahí no iba a salir vivo, de eso me encargaba yo.

— ¡Hijo de puta! —completamente furioso, dirigí mi puño a su rostro, pero este no llegó a tocarlo. Abraham me lo había impedido.

—No es tiempo de peleas sin sentido, joder. Preocúpense por encontrar la manera de salir de este lugar, ya después puedo construirles un ring de boxeo, si quieren —el pelirrojo exclamó, aún sosteniéndome por los hombros. Anthea hacía lo mismo con Jeremy.

Aparté a Abraham de un jalón, para después dedicarle una última mirada de odio a Jeremy e irme a mi antiguo lugar. Volteé a mirar a la rubia, quién mantenía un expresión de molestia en su rostro mientras le susurraba algo al idiota de su amiguito.



Luego de casi moler a golpes a cierta persona, todos guardamos silencio y continuamos con el asunto de las armas, si se les podían llamar así. Los balazos seguían escuchándose allá afuera, los gruñidos eran cada vez más insistentes.

Yo seguía enfadado, quizás más que hace un rato, pero Abraham tenía razón: nuestra prioridad era salir de ese lugar en cuanto antes. Después ya tendría tiempo de acabar con el niño-bonito.

— ¿Cuál es la cura, Eugene? —preguntó Sasha, rompiendo el silencio.

Decidí dejar lo que estaba haciendo, para prestar atención a la plática. La verdad era que yo también deseaba saber cuál era la dichosa cura a toda esa mierda, si es que existía una.

—Es clasificado —contestó él.

Bufé, todos los días que llevábamos ahí le hacíamos la misma pregunta y obteníamos la misma estúpida y carente de información respuesta.

—No sabemos qué es lo que va a pasar... —Michonne se sumó a la conversación.

—Incluso si les dijera todo, incluso si les diera instrucciones detalladas, con imágenes y preguntas frecuentes bien redactadas, y me muriera... La cura aún así moriría conmigo —agregó Eugene, interrumpiendo a Michonne.

—No dejaré que eso pase —le dijo Abraham, mirándolo.

Negué con la cabeza, divertido. Maldita sea la suerte que posee Eugene. Quiero decir, el tipo ni siquiera sabe defenderse, todo el tiempo que ha permanecido con vida ha sido gracias a Abraham y Rosita. Ellos darían su vida a cambio de mantener a salvo el trasero del científico.

El pestillo del vagón deslizándose, captó la atención de todos. La puerta se abrió de golpe, permitiéndonos ver a mi papá con un rifle en la mano. Sabía que él lo lograría, Rick Grimes era un tipo duro.

— ¡Vamos! ¡Ábranse paso hasta la cerca! —giró sobre sus talones y comenzó a disparar a cuanto caminante se le pusiera al frente—. ¿Qué están esperando? ¡Muévanse!

Me levanté del suelo ágilmente, caminé hacia la salida y preparé mi ''arma''. Miré hacia atrás, en dónde la rubia se encontraba sacando un cuchillo de su bota, para después clavárselo a un caminante en la sien.

— ¡Anthea! —la llamé, ella miró hacia todos lados, hasta dar conmigo. Corrió a mi lado y la tomé con firmeza del brazo—. ¡No te despegues de mí!

Dicho esto, comenzamos a correr a toda velocidad detrás de mi padre. Una gran horda de caminantes, con algunos de ellos prendidos en fuego, nos pisaba los talones.

Enterré con fuerza los pequeños picos de metal, que antes habían sido parte de la hebilla de mi cinturón, en los ojos de un caminante. Saqué con fuerza el artefacto, ahora bañando en sangre de tonalidades oscuras, claramente descompuesta. El cuerpo inmóvil del caminante cayó al suelo, como un costal de papas.

Seguimos corriendo, todos en grupo. Eugene, quién iba un poco más enfrente que nosotros, parecía estar teniendo problemas con un caminante. Rodeé los ojos y me solté del agarre de Anthea, para después correr hacia el inútil científico y liquidar al errante. Eugene me dio las gracias y asentí con la cabeza, dirigiéndole una mirada antipática.

Reanudé el paso, pero me percaté de que Anthea ya no estaba junto a mí. Fruncí el ceño al verla junto a Jeremy. Suspiré pesadamente, con mayor razón quería matar al chico.

— ¡Cuidado, Carl! —escuché a Michonne detrás de mí.

Salí de mi ensimismamiento justo a tiempo para evitar que un caminante me arrancara la piel del brazo. Lo golpeé fuertemente con mi arma improvisada en el rostro, volándole la carne podrida de un tirón.

Enfócate, Grimes.

— ¡Crucen la cerca! —exclamó Rosita, mientras terminaba con un caminante situado detrás de la barrera de metal.

Uno a uno comenzaron a saltar. No teníamos tiempo que perder, Gareth y sus hombres ya se habían enterado de que estábamos escapando de Terminus, así que las balas dirigidas a nosotros no tardaron en llegar.

Apoyé un pie en la cerca, y después el otro, trepando hasta llegar a la cima. Una vez arriba, tomé aire y me impulsé hacia adelante. Sentí un calambre recorrer ambas piernas, indicando que ya habían hecho impacto sobre el suelo. Estaba del otro lado, ya no era preso de Terminus.

— ¡Hey, Rick! ¡Date prisa! —gritaba Glenn a mi costado derecho.

Miré por un espacio, libre de enredaderas marchitas, de la cerca. Mi padre le disparó a Gareth, quien cayó al suelo enseguida, quejándose del dolor. Sonreí, aunque se merecía más que eso. Rick saltó la cerca de inmediato, se aseguró de que el grupo estuviese completo, y luego dio la orden de que nos largásemos pronto de ahí.

Terminus ardía en fuego a nuestras espaldas.

THE LOST BOY ― CARL GRIMESDonde viven las historias. Descúbrelo ahora