12✧.* together

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Carl.



Nos habíamos alejado bastante de lo que quedaba de Terminus. En nuestro camino por el medio del bosque, estábamos teniendo la suerte de no toparnos con ningún caminante. Y lo agradecía, porque me encontraba muy agotado por la lucha reciente.

—Justo aquí —dijo mi padre, Rick, zigzagueando entre los árboles, hasta parar frente a un montón de tierra. Daryl sacó una pequeña pala para excavar de ahí, y se la tendió a papá.

Rick comenzó a excavar, yo lo miraba confundido, pues no entendía nada. Hasta que recordé la bolsa de armas que había escondido ''por si acaso'', antes de entrar a Terminus. Palmeé mi frente mentalmente; si tan solo la hubiésemos llevado con nosotros, quizás no hubiéramos quedado atrapados junto a esos caníbales. ¡Bravo, Rick! ¡Bravo!

 — ¿Qué demonios estamos haciendo aquí? —preguntó cabreado Abraham.

—Armas, algunas provisiones... Vamos a regresar y acabaremos con cada uno de ellos —respondió Rick, diciendo lo último entre dientes.

¡Oh, vamos, viejo! ¿No podíamos esperar hasta el día siguiente? 

—Rick, salgamos de aquí. Se acabó —Glenn miró a mi padre con preocupación.

Cuando la bolsa de armas estuvo a la vista, Rick la sacó de pozo de tierra y la abrió. Rifles, pistolas, municiones... Había más que suficientes para acabar con los terminianos. 

Pensándolo bien, podría ser buena idea. Es decir, las personas de Terminus (o los que sobrevivieron) se encontraban en un estado muy crítico. Sería fácil para nosotros llegar y tomarlos por sorpresa. ¡Era el plan perfecto!

—Esto no acaba hasta que estén todos muertos —vociferé.

Me senté en cuclillas frente a la bolsa de armas y tomé un revólver. Me aseguré de que tuviese balas, y después lo guardé en el bolsillo trasero de mis pantalones, bajo la atenta mirada de todos los presentes.

Michonne me miró enfadada, caminó hacia mí y me sacó el revólver bruscamente de dónde recién lo había guardado.

— ¡Demonios, no! Ese lugar está en llamas, olvídenlo —dijo ella, mirándome especialmente a mí.

Le arrebaté el revólver de las manos y la fulminé con la mirada. Permanecí varios segundos de esa manera, pero después fui relajando el semblante con forme me fui dando cuenta de que no podía comportarme así con Michonne. No con ella.

—Acabamos de salir de ahí. Las cercas cayeron, está lleno de caminantes —habló Anthea.

Mis ojos viajaron hasta los verdes de la rubia. Ella me miraba con el ceño fruncido, las manos en su cintura. Oh, no, preciosa, pensé, tu eres la que menos palabra tiene aquí

El crujido de las ramas siendo pisadas detrás de nosotros, nos interrumpió la discusión. Volteamos todos al mismo tiempo, preparados para volarle la cabeza a cualquier caminante o terminiano que fuese el culpable. Pero en lugar de eso, una mujer de cabello grisáceo y corto, con una ballesta en mano, nos observaba con una sonrisa y los ojos llorosos, sorprendiéndonos.

Carol.

Daryl fue el primero en salir de su trance y correr hacia los brazos de la mujer. Los dos se fundieron en un cálido abrazo, con lágrimas (por parte de Carol) de por medio.

Cuando los dos terminaron con el abrazo, mi padre se acercó a ella con una sonrisa de incredibilidad en el rostro.

— ¿Tú hiciste eso? ¿Lo de Terminus? —preguntó él. Ella asintió con la cabeza, limpiando las lágrimas de sus mejillas. Rick la abrazó muy fuerte, agradecido.

Carol nos había salvado. ¿Cómo, ella sola, había podido incendiar Terminus sin que nadie la hubiese descubierto? No me lo podía creer.

—Tienen que venir conmigo —nos miró a mi padre y a mí.

Y sin decir nada más, comenzó a caminar por dónde había venido.



Carol no nos dio ni una mínima pista de lo que nos quería mostrar. Sólo había dicho que era algo que nos iba a poner muy felices a ambos, y después de eso no volvió a mencionar palabra alguna. La curiosidad estaba carcomiéndome por dentro, quería saber desesperadamente el por qué de tanto misterio.

Después de caminar unos veinte minutos por el bosque, paramos frente a una vieja cabaña. ¿Era eso lo que nos iba a ''poner felices''? ¿Una cabaña, enserio? Me imaginaba cualquier cosa menos eso. 

La mujer se paró frente la puerta de la cabaña, y antes de que siquiera pudiese quejarme, ella habló: —Ya pueden salir.

La puerta se abrió, dejándonos ver a Tyreese con mi pequeña hermana, Judith, en brazos.

Rick y yo corrimos hacia nuestro reencuentro con ella, quien comenzó a reír y a balbucear al vernos. ¡Mi hermana estaba viva! ¡Judith estaba viva!

Llegamos hasta ella y mi papá la tomó entre sus brazos, cargándola. Tyreese nos dedicó una amplia sonrisa y caminó hacia su hermana, Sasha, para abrazarla.

—Judith, estás bien —dije, sintiendo mis ojos picar.

Todas esas noches sumido en la tristeza y la culpa habían, por fin, quedado en el pasado. 

Acaricié su cabeza, luego besé una de sus inquietas manitas. No podía describir la inmensa emoción que sentía en esos momentos, la alegría que sentía de tener a mi hermana de regreso, sana y salva.

Ahora estábamos todos juntos. Y eso no iba a volver a cambiar.



Estábamos siguiendo las vías del tren, hacia el lado opuesto de Terminus. Una pregunta me venía martilleando la cabeza desde que habíamos decidido no atacarlos y mejor seguir camino lejos de ahí:

¿A dónde iríamos ahora?

El único lugar que realmente había sido seguro, era la prisión. Pero la prisión ahora estaba en ruinas, infestado de caminantes. Así que no, no teníamos lugar a dónde ir. Tampoco podíamos andar vagando por el bosque, era demasiado arriesgado, aún siendo un grupo numeroso.

Otro problema era la falta de comida. Quizás en el bosque podríamos cazar ardillas, y si teníamos suerte, hasta un ciervo. Aún así, no creía que pudiésemos sobrevivir sólo de eso. ¿Por qué todo era tan complicado?

Suspiré y me dispuse a observar cómo dormía Judith en mis brazos.

—Hola, Carl. ¿Cómo estás? —escuché a mi lado.

Anthea me miraba expectante, pero con una bonita sonrisa ladina en sus labios. Le devolví la mirada fugazmente.

—Estoy bien —me limité a decir—. ¿Qué hay de ti?

—Salimos con vida de ahí, así que... Sí, estoy bien.

Asentí con la cabeza, pero no dije nada.

—Es una bebé muy linda. Se parece mucho a ti —por el rabillo del ojo, noté como Anthea sonreía mientras miraba atenta a mi hermana.

— ¿O sea que yo también te parezco lindo? —pregunté alzando ambas cejas, mirándola divertido.

La rubia comenzó a excusarse, evitando el mirarme a los ojos, negando con la cabeza y pronunciando ''no'' atropelladamente. Sus mejillas estaban teñidas de rojo intenso, haciéndola lucir adorable.

Acomodé a Judith de modo que ahora la sostenía con un solo brazo. Dirigí mi mano libre al rostro sonrojado de Anthea y tomé con delicadeza su mentón, logrando hacer contacto visual con ella.

Sus orbes verdes acuosos me examinaban asombrados.

—Porque tú a mí, me pareces hermosa —susurré.

Retiré con lentitud mi mano de su rostro y comencé a caminar más rápido, dejando a una estática Anthea parada en medio de las vías.

THE LOST BOY ― CARL GRIMESDonde viven las historias. Descúbrelo ahora