23✧.* i can't let you go

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Anthea.


Estaba cansada de correr, ya no podía soportar ver a más gente morir frente a mis ojos. La poca esperanza que conservaba, iba consumiéndose poco a poco. ¿Cuánto más nos queda? Esas palabras no habían abandonado mi cabeza desde lo de Eugene.

Había pasado un día y medio, la comida y el agua se habían terminado y hasta el momento no encontrábamos nada. Mi cuerpo ya comenzaba a ser víctima de los síntomas de la deshidratación y del hambre. El sol quemaba mi rostro, pero yo ya no hacía nada para tratar de cubrirme. A penas podía mantenerme en pie para seguir andando.

¿A dónde íbamos? No lo sabía, y realmente ya no me importaba. A cualquier lugar que fuéramos, tarde o temprano seríamos sorprendidos por los caminantes, o peor aún, por personas. Así que sólo me dedicaba a arrastrar mis pies débilmente por el sucio asfalto.

La cabeza me daba vueltas, sentía que pronto me desmayaría. Esperaba que no fuese tan pronto, no quería ser una carga más en el grupo, ya suficiente teníamos con el mentiroso de Eugene.

—Lloverá pronto —habló Rick, rompiendo el silencio luego de un rato—. Será mejor que busquemos refugio.

Tenía razón, el cielo se había comenzado a teñir de color gris, logrando un escenario demasiado deprimente. Miré a mí alrededor para darme cuenta de que lo único que nos rodeaba eran árboles y sólo eso, que incluso los caminantes sonaban muy en la lejanía. Sería difícil encontrar un lugar para resguardarnos de la lluvia.

—Yo buscaré por allá, después los alcanzo —sugirió Daryl, adentrándose de inmediato al bosque. Carol lo siguió, a pesar de que el arquero se había negado. Quería realmente que encontraran un lugar donde pudiéramos descansar, aunque sea solamente por esa noche.

—Muy bien, sigamos entonces —ordenó el líder.

Mis piernas temblaron, provocando que todo mi peso se viniera abajo. Sin embargo, mi cuerpo no tocó el suelo, pues los fuertes brazos de alguien más lo impidieron justo a tiempo. Abrí lentamente mis ojos y aquella persona me ayudó a estabilizarme.

—Debemos parar, ahora —gruñó Carl, aún con sus brazos alrededor de mi cintura. Si hubiese tenido la fuerza suficiente en esos momentos, lo hubiera empujado lejos de mí en un santiamén. Pero aunque no quisiera admitirlo, me gustaba la calidez que transmitía su cuerpo tan cerca del mío.

Rick me miró unos instantes, examinándome de pies a cabeza. Hasta que finalmente suspiró y asintió ligeramente, accediendo. Algunos se sentaron en el suelo, otros simplemente se colocaron en cuclillas, todos tratando de recuperar el aire perdido.

—Ya puedes soltarla, Carl —la voz de Jeremy sonaba cansada, pero sobre todo molesta. Llegó a mi lado e intentó separarme del castaño, deslizando su mano por mi espalda baja y atrayéndome hacia sí con suma delicadeza.

Mi lengua estaba terriblemente pegada a mi paladar, por la falta de agua, pero aún así logré articular un: —Estoy bien, estoy bien... Puedo ir sola.

Aparté la mano de Jeremy y después traté de zafarme del fuerte agarre de Carl, fallando en el primer intento. Me quejé suavemente, y el castaño me apretó más contra su cuerpo.

—Eso ni tú te la crees, rubia. Te quedarás junto a mí, no tienes otra opción —refunfuñó Grimes.

Luego de eso, esbozó una pequeña sonrisa y depositó un beso en mi frente, dejándome sorprendida por completo y con los ojos abiertos de par en par. Jeremy bufó, Carl lo fulminó con la mirada y yo temí que se desatara otra pelea entre aquellos dos inmaduros.

THE LOST BOY ― CARL GRIMESDonde viven las historias. Descúbrelo ahora