Diecisiete: Máscaras, karaoke y mentiras II

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Ahora soy yo la que manejo, Adam no es mi copiloto sino Azael que, sacando su cuerpo por la ventana del deportivo, grita como un desquiciado, arrojando billetes a la carretera desolada, ya que no hay ningún auto en la avenida, solo el deportivo donde estamos él y yo, ya que son las dos y media de la mañana, él vuelve a sentarse en el asiento del copiloto del deportivo, acelero a 160 Km, en estos momentos no me importa morir, ver a Rachel y escuchar las palabras de Adam me tienen de malas.

¡No puedo dejar de ser perfecta! No puedo caer, menos a manos de él. No puedo simplemente no puedo. Acelero y Azael parece relajado con la idea de que él y yo podamos matarnos en cualquier momento de la noche, a él no le importa.

Simplemente a él no le interesa, si muere hoy o mañana. Pienso en lo que esa enfermera nos dijo en casa de Leandro, hoy empezó a creer que no hay nada bueno en nosotros, que estamos mal, que somos locos, enfermizos, que tenemos problemas grandes en nuestra mente, que jurábamos que eran parte de nuestras personalidades.

No somos normales, no somos buenos y nosotros lo comprendemos. No tenemos miedo, no tenemos temores a la hora de matar, tal vez como todos los seres humanos le tenemos miedo a la muerte, tragando saliva, me quedo petrificada en mi asiento escucho a Azael hablar, al otro lado de la carretera hay un conejo.

No cualquier conejo.

Esto no es un conejo tierno o dulce que me hubiera gustado detener cuando era una niña.

Parpadeo al verlo parado en dos patas, su pelaje blanco se encuentra cubierto de una sustancia roja, sus grandes orejas caen sobre los lados de su cara, ocultando su ojo derecho, que parece tener un color diferente al otro

No sé en qué momento dejo de escuchar la voz de Azael, como puedo bajo la velocidad, al ver que hay autos cerrando la vía.

—¿Qué carajo ven mis ojos? – grita Azael.

El conejo con grandes orejas, dientes amarillentos mueve su cabeza hacia la izquierda, lo que me paraliza es lo que tiene en sus manos, es un fusil, él solo observa el auto, intento retroceder, girarme para devolverme, pero alrededor de diez camionetas evitan que el deportivo se dé la vuelta, freno con fuerza y retrocedo unos centímetros.

Azael y yo aseguramos las puertas, mientras observamos como hay personas con camperas blancas cubriendo todo el camino, miramos hacia atrás sorprendidos, no podemos formular palabra, mientras vemos como cada una de estas personas trae consigo una vela en su mano derecha y un cuchillo dorado en la izquierda, miro hacia el bosque oscuro y tenebroso, no apago el auto en ningún momento, que ruje con fuerza, mientras trago saliva, pensando que esto es irreal, que tal vez estoy en un sueño. Lo único que ilumina la carretera desolada son las velas que sostienen.

—1, 2, 3 vamos a jugar, Sabrina – cantan como si fuera una canción infantil – 4,5,6 ven a nosotros, 1,8,9 enfrenta tu destino – dice y mis manos comienzan a templar – 1,2,3 te invito a mi juego macabro, juguemos en el bosque mientras el conejo no está, 1,2,3 cuando llegue a 10 debes correr y esconderte.

—Sabrina, debemos correr – me pide Azael en un susurro y es la primera vez en mi vida que escucho que su voz suena temerosa.

—Azael – murmuro por lo bajo, escuchando como ellos comienzan un conteo regresivo.

—Corre mientras el conejo no mira – cantan – corre mientras él no escucha tus pasos – cantan – corre mientras puedas.

Mi corazón palpita con fuerza sobre mi caja torácica, observa a cada uno de los lados me encuentro rodeada, por todos ellos, el sonido de un vidrio quebrándose en pedazos llama mi atención, grito con tanta fuerza que mi garganta arde, cuando veo como ellos lanzan objetos hacia el deportivo.

Entre Las Sombras - Libro #1 Bilogia AS. COMPLETO.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora