Confrontamiento. [Corregido.]

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Hippo estaba atónito. La chica que alguna vez le gustó estaba frente a el. Hippo quiso salir corriendo y subir en Chimuelo e huir. Pero Astrid lo detuvo y lo puso contra el tronco de un árbol. Sintió su espalda picar ante el impacto.

– Dónde estabas?! – la voz de Astrid sonaba más triste, más rota de lo que debería sonar. – ¿Sabes cuánta falta me hacías? – Esa pregunta salió en voz baja. Casi como si temiera que si gritaba Hippo se evaporaría.

Chimuelo intentó moverse para alejar a Astrid de Hippo. Pero un movimiento de la palma de Hippo lo detuvo. El dragón gruñó con impotencia y amenaza. Si a esa chica se le ocurría hacerle algo a su jinete lo pagaría caro.

– Suéltame! – Hippo gritó enfadado. Intentó alejarla, pero Astrid se mantuvo firme e Hippo no quería lastimar a nadie. – Deja de mentir! Jamás te importé! Jamás le importé a nadie en Berk y jamás quisiste ser mi amiga o algo así! – Su voz salió un poco ronca, un poco rota. Hippo quisó gritar de rabia y enojo. Cómo se atrevía a fingir que ella alguna vez siquiera vió a Hippo y vió a una persona en vez de basura? – No lo digas como si fuera el culpable de algo que fue culpa de ésta aldea y tuya!

Si Astrid escuchó algo de lo que dijo, no parecía. Sus ojos estaban llenos de ira. Sacudió sus hombros mientras decía;

– Por qué escapaste?! – Hippo la observó incrédulo. En serio preguntó eso? – Por qué esa bestia te obedece? – Pregunta justa, supone. Chimuelo gruñe. – Por qué no dijiste que estabas vivo? – Hacerlo implica volver, quiso decir Hippo. Pero no tuvo tiempo antes de que Astrid siguiera. – ¡¿Sabes cuánto te extrañé?! – No, no lo hacía. Para empezar, Astrid y el jamás fueron amigos o siquiera compañeros.

Astrid derramaba lágrimas mientras lo miraba furiosa. Hippo no entendía porque estaba tan tristes. Jamás fueron cercanos.

– Lo siento Astrid. Pero sabes que este jamás fue mi hogar y jamás lo será ahora. Tengo un hogar, amigos y una madre. Todo lo que siempre quise y que está aldea jamás me pudo dar por no ser suficiente vikingo. – Hippo se disculpó aunque no sabe muy bien porque. Intentando aplacar a la rubia.

Cree que es mejor no mencionar que vino aquí por una apuesta. Había un hacha en la mano de Astrid e Hippo temía que se clavara en su cabeza si lo mencionaba.  Prefiere vivir, gracias.

Astrid por otro lado se sentía aturdida. Amigos? Madre? Hogar?

Hippo tenía algo que amar y ese no era Berk. No eran sus habitantes. No era ella. Era otro pueblo, otros habitantes, otros amigos.

Sintió su pecho apretarse.

– Te irás? – su voz fue un susurro. Hippo desvío la mirada sintiendo algo de culpa.

– Si, lo siento.

Astrid lo abrazó con fuerza. Hippo al principio se quedó quieto sin saber cómo reaccionar. Pero poco a poco se fue relajando y se permitió abrazar a Astrid.

Una calidez en su pecho apareció. La felicidad se arremolinaba pensando que este podría ser un cierre para Berk. Tal vez no todos sus recuerdos deban ser-

Astrid con un movimiento de mano noqueó a Hippo.

Chimuelo gruñó furioso y preocupado pero antes de siquiera arrojarse encima de la chica Astrid apuntó con su hacha a Hippo. Su brazo derecho.

No lo mataría, pero lo heriría gravemente.

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– Quien diría que habrían plantas medicinales? – Cristal lucía una sonrisa alegre mientras guardaba con cuidado en su bolso diferentes hierbas y flores.

– No hay demasiado por acá. Todo es bastante normalito. Lo único resaltable es el hermoso bosque. Por qué nadie vendrá a verlo? – Eret siguió la conversación con un tono aburrido. Alex contestó;

– Tal vez sea por miedo o supersticiones. Quien sabe?

– En fin. No hay nada interesante acá. – Heather jugaba con una rama grande que encontró por ahí. Fingiendo que era una espada.

– Busquemos a Hippo y volvamos a casa.

Todos aceptaron lo que Alex dijo. Cuando llegaron a la cala Alex empezó a gritar;

– Hippo! Vamos! Terminó el reto, volvamos a cas- Pero qué?!

Los cuatro chicos se quedaron congelados al ver la escena. Una rubia sostenía a Hippo y su hacha se inclinaba peligrosamente al brazo de Hippo. Chimuelo gruñía y sus ojos lucían asustados por ver a su jinete correr tanto peligro.

Los cuatro se miraron y asintieron silenciosamente. La rubia aún no los había visto.

Eret y Cristal fueron a distraerla mientras Alex y Heather se quedaron escondidos por si algo salía mal.

– Ey, suelta a Hippo – Eret llamó su atención. Sus manos en alto en señal de rendición. La chica se asustó y el filo del hacha roza con el brazo izquierdo de Hippo.

Tanto Eret y Cristal como Alex y Heather en su escondite se estremecieron con miedo. Chimuelo soltó un ruido preocupado y asustado.

– No le hagas daño, por favor. – Rogó Cristal conteniendo las lágrimas.

– No le haré daño. – Respondió con cautela Astrid. – Solo quiero su padre lo vea y se quede aquí. Dónde pertenece.

– Hippo no pertenece aquí! Pertenece a nuestra tribu! – Eret gritó enojado.

– El nos contó que aquí solo tuvo sufrimiento y rechazo! El jamás fue aceptado por ustedes por ser débil! – Cristal gritó indignada. – Déjalo ir! Es su decisión donde decida ir o quedarse! No tuya!

Astrid vaciló. Miró a su rehén y sus manos vaciaron en el agarre de su hacha. Pero luego de unos momentos la duda se convirtió en determinación y los miró sin pena ni duda.

– Lo siento. No puedo dejarlo ir. Su padre lo extraña. – Una pausa. – Lo extraño. – aceptó.

Astrid Pov:

Apenas terminó de decirlo algo la arrojó lejos de Hippo y la inmovilizó de inmediato. Una chica de cabello negros y ojos verdes.

– Rápido! Ayúdenme a atarla!

El chico con tatuajes corrió a ayudarla. Un chico castaño salió de su escondite detrás de una roca y tomó a Hippo y con ayuda de la chica gritona lo puso en su espalda.

El chico castaño se acercó al furia y colocó con suavidad a su jinete en su grupo.

Luego todos los demás subieron a dragones que aparecieron con sus silbidos. Algunos jamas los había visto en su vida.

Uno era un Pesadilla Monstruosa pero más gigante e imponente. Otro era un Nader Mortífero pero también mucho más grande. El chico con tatuajes subió a una bestia de colores rojo y verde y muy acorazada. La chica que me inmovilizó subió a un dragón plateado.

La chica rubia la miró furiosa.

– Espero jamás volver a verte. – su mirada caló en lo más profundo de su ser. Se sintió vulnerable. – Odio a las personas que no aceptan sus errores y quieren enmendarlos a la fuerza sin importar si la persona dañada no quiere saber nada de ellos.

Dicho esto se fueron volando

Rey de los dragones [En corrección]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora