—¿Por qué te sonrojas?—preguntó, frunciendo el ceño, pero mirando divertido a la vez.
—No me sonrojo. Hace frío, eso es todo. Mi trasero está congelado, creo—Me di la vuelta para mostrarle mis pantalones mojados, frotando mi trasero para tratar de alejar un poco el frío. Le oí tomar una respiración profunda y dejar escapar un suspiro. Miré hacia atrás para ver que estaba frunciendo el ceño con los ojos cerrados, lucía como si estuviera herido o algo.
—¿Estás bien?—le pregunté, todavía frotándome el trasero. Él asintió con la cabeza y se quitó la camisa, allí parado en sus jeans de corte bajo y su camiseta apretada que dejaba ver los músculos que tenía debajo. Colocó su camisa bajo mi cintura y la ató con un nudo en frente.
—¿Qué estás haciendo?, te vas a resfriar—lo regañe mientras trataba de desatar el nudo que había hecho.
—No te preocupes, estaré bien. La próxima vez traeré un suéter de repuesto para tu muy delicado trasero—respondió, agarrando mis manos y empezando a tirar de de mí otra vez.
¿La próxima vez? ¿Qué quiere decir con la próxima vez?
Después de lo que pareció una eternidad, la pista estaba empezando a estar más llena y mi estómago comenzó a gruñir. Ya me estaba cayendo cada vez menos pero seguía agarrando sus manos con un apretón mortal.
—¿Qué hora es?— pregunté casualmente cuando nos detuvimos al lado de la pista. El primer período sin duda debía estar casi terminado.
Sacó su movil del bolsillo y aspiró el aire a través de sus dientes blancos nacarados, produciendo un sonido sibilante. Ok, eso no sonó bien, tal vez nos perdimos también el segundo periodo...
—Eh, Ángel, la escuela terminará en más o menos una hora—dijo haciendo una mueca.
—¡¿Qué?!—dije casi gritando, lo que le hizo dar un respingo que a la vez me hizo perder el equilibrio. Él me agarró y me deslizó a la baranda de plástico de la pista para mantenerme de pie, su cuerpo presionado contra el mío, su cara a centímetros de la mía. Mi corazón comenzó a acelerarse de nuevo. Él no se movió. Simplemente se quedó allí mirándome, fijo en mis ojos hasta que comencé a sentirme un poco mareada. De repente de mi cuenta que no estaba respirando, así que tomé aire en un respiro irregular, el cual parecía sacarlo de allí
Se retiró, pero dejó sus manos en mi cintura, sosteniéndome.
—Será mejor que nos vayamos. Si tu hermano se entera de que he estado contigo durante todo el día, me va a cortar las pelotas—dijo con fingido horror, haciéndome reír.
En el camino de regreso a la escuela pasó por el auto servicio de McDonalds.
—Hola, ¿puedo ayudarle?—preguntó el altavoz.
—He, sí, quiero un combo de Big Mac con Coca-Cola y uno de cuarto de libra con queso con malteada de fresa. ¿Todavía hacen esas cosas de queso fundido?—preguntó Ashton.
—Si lo hacemos—crujió el altavoz.
—Genial, un paquete de eso también, por favor— Solo miré, un poco atónita, acababa de ordenar mi comida y sabía exactamente lo que quería. Se volvió hacia mí y frunció
el ceño. —¿Por qué me miras de esa forma? ¿Me equivoqué?— preguntó, mirando ligeramente preocupado y bajando la ventanilla de nuevo listo para cambiar la orden.
Negué con la cabeza mirándolo con asombro.
—¿Cómo sabes lo que quiero?
Él simplemente se rió y me miró como si hubiese dicho algo estúpido.
—Siempre pides lo mismo, Ángel y adoras esas asquerosas cosas de queso pero no las tienen todo el tiempo, asi que... —se encogió de hombros y rodó el auto hasta la siguiente ventana.
Bien, ahora está empezando a asustarme. ¿Primero, supo mi talla de zapatos y ahora conoce lo que como en McDonalds? Quiero decir, sé que probablemente he venido aquí con él y Harry mil veces, pero ni siquiera Harry sabe lo que ordeno y es mi hermano, por el amor de Dios. Niall se rió de nuevo y estacionó el auto en un espacio para que pudiéramos comer.
Estaba hablando abiertamente sobre un concierto al que quería ir y de una película que vio la semana pasada sobre zombies que según dijo, me habría matado del susto. Estaba sorprendida de cuán fácil era hablar con él; nunca había pasado tanto tiempo con él por mi cuenta antes. Usualmente estaba con Harry o con una banda de chicos, o tenía alguna sanguijuela adherida al cuerpo, o estábamos durmiendo. Era en realidad muy agradable y divertido. No podía dejar de preguntarme por qué escondía su asombrosa personalidad detrás de la fachada de prostituto, con una actitud masculina de cerdo; debería ser así más a menudo.
—¿Puedo hacerte una pregunta, Ángel?—preguntó, mirándome con seriedad. Asentí con la cabeza y terminé el resto de mi malteada. —¿No confías en mí? ¿Cómo pudiste pensar que iba a hacerte daño más temprano en la escuela? He tenido muchas oportunidades de tocarte o forzarte a algo más durante los últimos ocho años, ¿no? ¿Por qué crees que te haría daño?—preguntó, luciendo muy triste.