¿Faltar a clases con él? ¡Oh, mierda, odiaba faltar a la escuela, eso no era yo en absoluto!
—Um, Niall, no puedo. —Estaba debatiéndome, tenía muchas ganas de pasar tiempo con él, pero simplemente no podía soportar la idea de que mis maestros supieran que falté a clase sin necesidad.
—¿Por favor? —rogó, doblando sus rodillas para que así estuviéramos a la misma altura.
Sus ojos grisáceos me estaban matando. No podía decirle que no. Suspiré profundamente. —Si me atrapan, entonces tú estarás en serios problemas —le advertí. Si obtenía detención, me aseguraría de que él también.
Él se rió, una hermosa sonrisa se extendía por su cara mientras sacaba su celular y llamó a Harry para decirle que no me sentía bien y que me llevaba a casa.
—Sí, ella está bien. No, dice que se siente un poco mareada, eso es todo. No, no, lo tengo. Muy bien. Nos vemos —dijo en el teléfono, sonriendo y lanzándome un guiño. Deslizó su teléfono en el bolsillo y me agarró la mano, tirando de mí desde el aula hasta el coche—. Harry va a conseguir un aventón al trabajo. Así que, siempre y cuando te lleve a casa a las nueve, ni siquiera sabrá que faltamos a clases —dijo alegremente.
Rodé mis ojos hacia él. —¡Como si Harry realmente creyera que estaba enferma! Él sabe que estamos faltando. —Sacudí la cabeza, riendo. Harry no era tonto, él simplemente no quería decir nada.
—Pues bien, Ángel, ¿qué haremos? —preguntó Niall, saliendo del estacionamiento con rapidez antes de que alguien nos viera salir.
Me encogí de hombros con facilidad. —No me importa. Lo que tú quieras. —Mientras involucrara pasar más tiempo con él, haría cualquier cosa.
Él sonrió. —¿Quieres que te lleve a patinar otra vez? —ofreció.
—Claro, ¿por qué no? Tengo que cambiarme primero, sin embargo; o me congelaré el trasero de otra forma. —Me reí mientras sus ojos inmediatamente se dirigían a mis piernas de nuevo. Le envié un texto a Jane para decirle que iba a faltar y le pedí que recogiera cualquier trabajo que me perdiera.
Cuando nos detuvimos frente a mi casa, Niall se fue a la suya a buscar algo que dijo que necesitaba, y yo corrí y me puse unos vaqueros. Pasé un cepillo por mi pelo y añadí una capa rápida de máscara de pestañas. Cuando salí de mi habitación, tomé un suéter, así no me daría frio. Corrí hacia el auto, emocionada por algún tiempo a solas con él. Él sonrió mientras subía.
—Oye, te traje esto —dijo, dándome una de sus sudaderas.
Fruncí ante ella, sabiendo que tenía una de las mías. ¿Por qué traería esto? —Eh.... ¿gracias?
—Es para tu pequeño trasero. Te dije traería una para que no te mojaras y te diera frío como la última vez. Aunque, tengo plena confianza en que patinarás por tu cuenta al final de esta lección —se jactó, sonriendo.
—Bueno, no estoy segura de querer patinar si no me vas a tocar —ronroneé sugestivamente.
Él sonrió. —Mmm, nunca había pensado en eso. Esperemos que no aprendas muy rápido entonces. —Movió las cejas hacia mí, haciéndome reír.
El patinaje fue muy divertido. Tenía razón, era mucho mejor esta vez. Fue probablemente debido al hecho de que él era un maestro tan bueno, y porque nos pasamos casi todo el día aquí la última vez. Fue muy divertido estar con él. Él patinó hacia atrás al igual que lo hizo antes, sosteniendo mis manos, haciendo bromas y charlando.
Solo me caí un par de veces y cada vez que interrumpía mi caída, o me atrapaba o me levantaba. Lo miré mientras patinamos, estaba sonriendo ampliamente y mi corazón dio un vuelco. Era tan guapo, amable y paciente. Podía sentirme enamorándome de él. Sabía que no pasaría mucho tiempo antes de que estuviera loca por él.
—Oye, ¿Qué tal si presumes un poco? Me encanta verte patinar —sugerí, agarrándome en el costado por mi vida para que pudiera soltarme.
Él me dio un beso antes de irse patinando al revés, se volvió bruscamente y patinó hacia delante tan rápido que realmente me asustó. Mi corazón estaba golpeando en mi pecho a la vista de eso. Si se caía, mientras patinaba de esa manera, iba a resultar gravemente herido. El pensamiento de él herido me aterraba. Hizo un par de vueltas, y me mostró sus habilidades, como saltar y patinar sobre un pie. Siempre me encantaba verlo patinar. Se veía tan hermoso y grácil, pero nunca lo había deseado por eso, hasta ahora. Se veía tan sexy cuando estaba patinando, tan poderoso y dominante.
Niall quería jugar hockey profesionalmente, que ya había sido buscado por un equipo realmente bueno pero necesitaba estar en la universidad antes de que pudieran firmar. Le habían ofrecido una beca deportiva completa en una escuela muy buena en Boston, lo que significaría que tendría que mudarse cuando la escuela terminara en pocos meses. El tiempo de separación iba a matarme. Yo iba a tener pesadillas todas las noches cuando él no estuviera allí, sin mencionar la angustia que sentiría al verlo irse. Odiaba el hecho de que él estaría tan lejos y que las chicas estarían cayendo sobre él. Suspiré, negándome a pensar en ello. Tenía que confiar en él. Y lo hacía, confiaba plenamente en él, creía que me amaba y que no quería hacerme daño.
Cuando regresó a mí, patinó hasta detenerse, enviando un spray de hielo sobre un lado.
—¿Es eso suficiente exhibición para ti? —preguntó, envolviendo sus brazos alrededor de mi cintura y besándome tiernamente.
—Oh, sí. Mi hombre puede patinar bien —confirmé, con una sonrisa hacia él.
—Mmm, di eso de nuevo. Me gusta eso —gruñó, en una ronca sexy voz que hizo temblar mis entrañas.
Envolví mis brazos con fuerza alrededor de su cuello y lo atraje más cerca. —Mi hombre puede patinar —ronroneé seductoramente, mirándolo a los ojos.
Pude sentir la ardiente pasión chisporroteando entre nosotros. Él dobló sus rodillas así estábamos al mismo nivel, me abrazó fuertemente y luego me sostuvo, levantándome de mis pies. Empezó a patinar suavemente alrededor de la pista.
Envolví mis piernas alrededor de su cintura mientras patinaba ocasionalmente haciendo pequeños giros y cambiando a patinar hacia atrás. Sus ojos no dejaron los míos. Fue la cosa más erótica y sexy que me hubiera sucedido, y todo mi cuerpo estaba anhelando por él.
—Te amo tanto, Ángel —susurró.
Sonreí. Mis entrañas estaban rebosando de felicidad y pasión. Él me estaba volviendo loca; yo lo quería y lo necesitaba. Al mirar dentro de sus hermosos ojos grisáceos, podía ver todo su amor por mí brillando a través y eso hizo a mi corazón latir muy rápido. De repente, me golpeó como un camión, yo también lo amaba. Tal vez siempre lo había amado, no estaba segura. Él tenía una manera de deslizarse detrás de mis defensas y se abría paso dentro de mi corazón, pero siempre me había negado a verlo de esa manera. Me hacía sentir segura, querida, necesitada y especial; yo no quería volver a dejarlo ir. Lo amaba como loca, más que a nada, él era lo único que necesitaba en la vida.
Abrí mi boca para decirle que yo también lo amaba, pero habló primero, cortándome.
—Vamos a ir a cenar —sugirió, patinando fuera de la pista de hielo y sentándome en el banquillo. Él se puso de rodillas y me quitó mis patines. Sólo lo miré mientras lo hacía, incapaz de mantener la sonrisa fuera de mi cara. ¿Era este chico realmente mío? ¿Cómo conseguí ser tan afortunada? Después de que conseguimos de nuevo nuestros zapatos, nos fuimos a un pequeño restaurante italiano que dijo él que hacía la segunda mejor lasaña en el mundo.
—¿La segunda mejor? —pregunté riendo.