un monstruo vino a verme.

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¿No te parece aterrador cuando algunas personas se te quedan viendo más de lo humanamente permitido?

Como si en sus cabezas estuvieran estudiando lo que llevas puesto o como es que has permitido que te hicieran ese corte de cabello, como si estuvieran formulando una propia idea de ti, una conclusión que responda a las preguntas que formulan sobre tu personalidad. Entonces puedes darte cuenta por sus muecas o las palabras que dicen entre líneas, si eres de su agrado o no.

Porque con la primera impresión, ellos solamente estarán juzgándote. Poniéndose en lugar de jueces sobre la elección de ropa que has usado hoy, riéndose en sus adentros de alguna imperfección marcada en tu rostro.

Creo que lo peor de todo es cuando lo señalan.

Cuando dicen, “Hey, Gerard, ¿es impresión mía o estás más gordo?”

Y quieres responder algo como: “Sí, lo sé maldita sea, ¿crees que no lo noto? Es mi propio y gordo cuerpo.”

Pero obviamente solo debo sonreír y aceptarlo, decirle algo como, “gracias por notarlo”, cuando en el interior, simplemente estoy muriéndome de ganas de desaparecer de la vista de esa persona, llegar a casa, y ponerme alguna ropa más holgada. Pero, hey –aquí es donde intento ser positivo- al menos no seré gordo toda la vida, ¿o sí?

No es como si no me importara, de hecho, ser gordo es una de las cosas que más me importa en mi lista mental de cosas que me importan, porque sé que a ningún chico en la faz de la tierra le gusta tener senos. Es horrible.

Así que aquí está mi consejo del día, o de la noche (no sé en qué momento leas esto), por favor, si conoces a una persona, no te le quedes viendo mucho, no hagas comentarios feos sobre su ropa, su cabello, su rostro. Sé amable, porque no lo conoces, es la primer impresión que te dará, es la primer impresión que le darás, si algo te parece bonito de su persona, dícelo.

Tal vez estés salvando a esa persona sin siquiera darte cuenta.

Así que intentando seguir mi propio consejo, intenté ser amable con él.

Pero él era raro.

Y ni siquiera sabría decirles si de una forma buena, o mala, porque no lo conocía.

Más que raro, me pareció extraño, tal vez, diferente. Tenía la nariz pequeña, los ojos avellanas (los ojos más increíbles que he visto en mis cortos dieciséis años), no sabía qué tono tenía su voz, porque no hablaba (al menos no al comienzo).

Era miedoso y escurridizo, su ropa estaba sucia, estaba temblando en un rincón, y tal vez tenía la misma edad que yo. Fue una tarde de abril cuando lo encontré dentro de mi habitación, algo me decía que había entrado por la ventana –lo noté por el rastro de tierra-, y sé que él venía del bosque.

Y también supe que no quería volver, estaba aterrado, de donde sea que había salido, y su miedo pronto me hizo sentir miedo a mí, ¿qué hacia un niño en mi habitación? ¿Debía decirle a Donna?


Recuerdo que me quedé en medio de mi habitación, mirándolo sorprendido, él seguía intentando hacerse pequeño en su sitio, completamente asustado, ¿tal vez yo lo aterraba?


Rápidamente corrí a cerrar mi puerta y encender las luces de mi habitación, me acerqué a la ventana y miré en dirección al bosque, lucía aterrador a las siete de la tarde, cuando las sombras de los árboles no dejaban que vieras el camino, cerré la ventana y las cortinas, encontrándome ahora con ese extraño chico.


“¿E-estás bien?”


Fue lo primero que se me ocurrió preguntar, una pregunta demasiado trillada si me preguntan, demasiado desgastada, al igual que las respuestas que usualmente recibes.

Pero él negó, y se acercó levemente a mi, sabía que aún estaba intentando averiguar si yo era bueno o qué.

Y lo primero que dijo, fue:


Ayuda”.


Sentí que mi piel se erizaba al oír el tono de su voz, rasposo, como si no hubiera bebido agua en años, o como si esa fuera la única palabra que sabía pronunciar. Me arrodillé hasta quedar frente a él y de un movimiento lento, aparté los cabellos negros y gruesos –sucios- que cubrían su rostro, me encontré con su mueca triste, asentí a la palabra que había dicho, al mismo tiempo que sentía como algo parecía hundirse en mi pecho.

Voy a ayudarte.”


Prometí.

mi monstruo punk. » frerard.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora