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Cuando Frank llegó, me encontró acurrucado sobre mi cama, abrazado a Petit. Le daba la espalda a la puerta, no sé si estaba parcialmente dormido o demasiado triste como para estar alerta, pero apenas había sentido como el colchón sedía ante su peso. Pronto sentí como sus brazos me rodeaban desde la espalda, su frente, estaba recostada casi cerca de mi nuca; su abrazo se sintió así: como cuando llegan las cosas buenas. No quería moverme y no estaba seguro de si quería hablar, mis ojos estaban hinchados y podía sentir aún los espasmos del llanto por no haber podido respirar correctamente. Escuché que suspiró antes de hablar.
"Gerard... ¿qué sucedió?" Su voz sonó algo aguda, casi susurraba, miré hacia la pared, Petit descansaba entre mis brazos, ajeno a todo lo que estaba pasando. Sentí un poquito de envidia.
"Me gustaría poder decírtelo, pero siento tanta vergüenza..." Dije, era humillante, mi voz salió pastosa y rota, como si otra vez estuviera dispuesto a llorar, pero me contuve, ni siquiera sabía si era posible tener más lágrimas después de todas esas horas. "Es algo horrible, Frank, no sé como ponerlo en palabras". No quería hablar de eso por el momento, me sentía cansado, mis ojos ardían, mi estómago dolía por el hambre que sentía, había recordado que ni siquiera había almorzado al estar con Frank en la escuela.
Iba a reincorporarme, pero Frank me detuvo. "Si quieres podemos hablar de muchas cosas antes de que digas lo que tengas que decirme, uh- es para que te distraigas un poco." Decidí dejar de abrazar a Petit quien apenas se había removido, para terminar girándome y estar frente a frente con Frank. Él se había sonrojado un poco, lo que me había hecho sonreír. Cuando me acercaba mucho a él, siempre lograba hacer que se sonrojara.
"Está bien, cuéntame algo que nadie más sepa sobre ti." Propuse, intentando espantar esa nube negra que sentía que estaba sobre mí, no quería que él se sintiera mal, lo que había pasado era algo terrible.
"Uh, ¿algo vergonzoso?" Preguntó, llevando una de sus manos con extrema suavidad hacia mi cabello, estaba algo largo ya.
"Puede serlo o no, pero algo que nadie más sepa, Frankie". Copié su acción, la de llevar su mano a mi cabello, solo que me detuve en su nuca, subiendo de a poco mis dedos entre sus mechones, evitando verle a los ojos, aunque sabía que él sí lo estaba haciendo. Mirándome.
"Uh, está bien, ¿sabes por qué siempre huelo a vainilla?" Le miré en cuanto preguntó, era una duda que siempre estaba rondando en mi cabeza, el hecho de que Frank siempre tuviera ese aroma me sumergía en algunas preguntas, ningún perfume tenía ese olor, así que con la curiosidad picando en mi mirada él continuó. "Pues, cuando era pequeño, mamá solía hacer muchos pasteles para vender y ese aroma siempre llenaba toda la casa, amaba que hiciera pasteles, porque me dejaba estar en la cocina con ella, poníamos música, siempre eran las canciones más alegres de The Beatles, así que cantábamos y bailábamos, le ayudaba a colocar algunos ingredientes para los bizcochuelos o cremas y era hermoso ver cómo quedaban esos pasteles, esos colores, el hecho de que me hiciera parte de esos procesos me encantaba. Obviamente lo hacíamos por las tardes, porque luego llegaba papá y apestaba el ambiente con su olor a tabaco y cerveza. Así que ahora me pongo un poco de vainilla detrás de las orejas, me recuerda a eso, y de hecho mamá también lo hace." Sonrió. Pude imaginar a un pequeño Frank con la cara cubierta de harina, bailando y cantando. Luego volví a ver la sonrisa de Frank, era demasiado bonita, él sonreía con toda su cara, sus ojos se quedaban casi en dos líneas, y su nariz parecía arrugarse un poco. Sonreí también, hasta que se formó un puchero en mis labios y volví a romper en llanto, Frank me abrazó instantáneamente, me quedé atrapado en su aroma a vainilla y su abrazo apretado, me sostenía desde mi espalda.