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Mi risa quedó atascada en mi garganta, y aunque tuviera el malestar interno, luego de respirar, pude reír cerca de la cara de Jepha, él también rio, yo no sabía ninguna historia sobre una bestia que se llevaba a los niños al bosque, toda la ronda se reía, Frank seguía a mi lado, pequeño, mirándome con el ceño fruncido, me desconocía y yo también, yo lo desconocía incluso a él, incluso más de lo que me desconocía a mí, (tal vez mi invento real, quería escupirme a la cara, tal vez quería quitarme mis pensamientos, pisarlos y besarme.)
Eso me asustaba, de pronto, estar cerca de Frank me asustaba, él despertaba cosas, él hacía cosas sin decir nada, sin siquiera saberlo, él era algo en el gran mar de nada que representaba mi vida, era como una pequeña mancha en el enorme vacío y hueco de mi pecho, mirarlo me decía tantas cosas, yo no quería saber cosas, yo quería encerrarme y ocultarme por años, no salir, no pensar en besarlo, no estar celoso de chicas que lo miran, yo no quería existir. Pero, aunque el pecho me doliera por esos descubrimientos, debía sonreír, porque solo me reduje a unos idiotas ebrios y drogados, y yo era parte de eso, y me sentía feo, y excluido, aunque ellos me vieran como un amigo, o como a alguien de quien burlarse con sutileza, con confianza; mis manos picaban y la sensación fea no se iba, así que me levanté tambaleante, sentía algunas miradas en mi espalda, cuando me di media vuelta, caminé entre las personas de mi edad, a quienes veía de forma desenfocada, oscuros.
Simplemente no me sentía mejor, Frank sostenía mi cabello mientras vomitaba en el retrete del baño de una casa ajena, me dolía el estómago y sentía lágrimas correr por mi cara, era gracioso que algunas cayeran incluso junto a mi vómito. Bob y Jepha estaban parados en la puerta, miraban con lo que parecía ser preocupación, pero la verdad yo solo quería irme, aunque me sentía bastante ebrio como para poder hacer cualquier cosa, demasiados descubrimientos en una sola noche, demasiados pensamientos extraños formando huecos en mi cabeza, huecos en los que me perdía por ínfimos momentos. Y él seguía allí, sosteniendo mi cabello y mirando mi cara, me sentía tan violento y humillado, quería salir corriendo y perderme en el bosque.
Ese impulso me mantuvo despierto durante esa noche, Frank y yo esperábamos sentados en el cordón de la calle, no sé qué esperábamos, solo estábamos frente a la festiva casa, mi amigo se abrazaba el torso mientras tiritaba un poco por el frío, y yo me sentía pestilente e insensible, merecía el frío y el malestar estomacal, merecía que Donna me mirara con asco, y merecía sentirme como un asco por siquiera haber pensado en besar a Frank. Simplemente se volvió demasiado para soportar, y sin darme cuenta, un sollozo había cruzado mi garganta y salido de mi boca sin permiso, había cortado el silencio por mi llanto, mientras me abrazaba a mis rodillas y escondía mi cara entre estas, Frank no tardó en acercarse preocupado a mí, no entendía su afán por ver mi cara mientras lloraba, él quería ver mis lágrimas y tomarlas, él no sabía que eran por su causa, y no había forma alguna de que yo pudiera explicarle aquello; cuando yo ni siquiera podía explicármelo a mí.
Cuando regresamos a casa, estaba amaneciendo, Frank sostenía mi mano mientras caminábamos por el barrio, los árboles se mecían de un lado a otro, y no existía ningún rastro de sol.
"Va a llover hoy." Dije, por distracción, y llegamos a casa, entramos y Donna estaba en las escaleras, mirándonos.
No me importó, había practicado la mentira que diría ahora, muchas veces antes. "Es un amigo de la escuela, fuimos al cumpleaños de Mikey, ¿puede quedarse a dormir aquí?"
El único problema era que no me había dado cuenta de que Frank aún sostenía mi mano cuando ella nos vio y cuando hablé; no respondió, se dirigió a tomar su abrigo del perchero cerca de la puerta y se fue a la cocina. En mi estómago se formó un nudo tan grande, que no pude dormir durante los días que le siguieron a ese.