–01–
La verdad es que lo mantuve escondido en mi habitación y fue lo más difícil del mundo.
Porque él, al tomar un poco más de confianza, comenzó a tocar y remover todas las cosas que estaban en mi cuarto.
Comics, figuras de colección, ropa, cuadernos, libros, mi diario, más ropa, mi cama, mi escritorio, mis dibujos, y por último, se dispuso a observarme a mi.
Él parecía una especie de salvaje, todo le parecía maravilloso, hasta se había sorprendido con mi bolígrafo, casi rió al ver que este podía pintar en una hoja en blanco, su felicidad también hacía que yo sonriera, él era realmente extraño.
Por un momento pensé en nombrarlo “Josh de la selva”, pero eso no era amable, intenté llamar su atención, vaya que sí, pero era imposible mientras se mantenía saltando en mi cama, y fue entonces cuando lo noté.
“¡Estás llenando todo de tierra, Donna va a matarme!”
Grité, aunque era más un grito hacia mi mismo, pero supe que eso lo había asustado, porque rápidamente bajó de la cama y volvió a su postura inicial –estar encorvado contra un rincón de mi habitación-.
“N-no, tranquilo, tranquilo.”
Murmuré, suspiré luego de eso y pensé en aprovechar que Donna no estaba para hacer que él tomara un baño, tal vez prestarle algo de mi ropa, sonreí al imaginar que probablemente le quedaría gigante cualquiera de mis prendas.
“Baño, ¿sabes lo que es? T-te gustaría, uhm… ¿bañarte? Baño.”
Él me veía extrañado, incluso llegué a pensar que no hablábamos el mismo idioma, así que comencé a hacer gestos que expresaran lo que intentaba decir, pero él se rió, genial, estaba siendo burlado por un salvaje.
Noté que él se había levantado y caminaba precavido hasta mi, tal vez tenía miedo de que le volviera a gritar, así que lo miré, era apenas más bajo que yo.
“Es que… estás ensuciando todo, y… Donna, mi madre, ella se enojará. Enojada.”
Hice un gesto de molestia que logró que él riera otra vez, sonreí.
“Y… ¿quieres bañarte? Esperaré fuera, p-puedes, puedes llamarme cuando acabes, y te daré ropa, ¿bien?”
Creo que demasiadas palabras estaban confundiéndolo, pero intenté seguir con mi postura positiva, le sonreí pequeño y me acerqué hasta él, le extendí mi mano, él la miró por unos segundos, y luego a mi rostro, le sonreí, intentando brindarle confianza. Él tomó mi mano segundos después –era extraño–, el tacto de su piel era suave y áspera por la tierra, no era un agarre fuerte, era suave, apenas podía notar que él estaba tomando mi mano si no lo miraba, –era la primer persona que tomaba mi mano, sin contar a Donna o Elena.–
Caminé con él hasta estar en el pasillo, frente a mi habitación estaba el baño, me mantuve mirando hacia los costados para luego entrar, inmediatamente me giré a ver su reacción, parecía asombrado con los azulejos rosas.
Reí bajito y acomodé todo, él seguía observando el lugar, pero inmediatamente se hizo hacia atrás al verse reflejado en el espejo.
“Es un espejo, te reflejas en él para verte.”
Me paré como él –mirándome igualmente en el espejo no me agradaba la imagen que tenía de mi en él– pero inmediatamente lo vi al extraño. Se acercó todo lo que pudo al espejo, haciendo que su nariz chocara contra este, no pude evitar reír y alejarlo suavemente.
“¿Estás bien? No debes hacer eso.”
Él frotó su nariz y asintió, me tranquilizó saber que podía escucharme y entenderme. Abrí la ducha y la puse en agua tibia, acerqué una de mis manos a esta, probando el agua. Luego me giré a verlo, tenía un jabón en la mano y estaba a punto de ponerlo en la boca.
“¡No!”
Inmediatamente lo soltó, mirándome alarmado.
“Es tóxico, sabe feo. B-bueno, no me preguntes como sé que sabe feo.”
Me sonrojé ante el recuerdo de mi mismo probando el jabón, ¡es que tenía aroma a chocolate! Y ahora él me estaba sonriendo.
“Debes quitarte la ropa y… meterte debajo del agua, puedes ocupar estos.”
Le enseñé el shampoo.
“Este es para lavar tu cabello, huele, huele…”
Acerqué la botellita de shampoo a su nariz y él aspiró el aroma, luego me sonrió.
“Tampoco se come.”
Comenté, soltando un poco del jabón sobre su cabello, él me miraba en todo momento.
“Cuando termines de lavarte con el shampoo y enjuagarte, puedes usar el acondicionador, que es este…”
Le enseñé aquella botella violeta y él inmediatamente quiso saber qué aroma tenía, se mantuvo oliéndolo por unos cuantos segundos, era lavanda, era mi favorito, y creo que también el de él.
“Bueno, creo que ya sabes qué hacer… uhm, si necesitas algo, puedes llamarme, soy Ge-rard.”
Remarqué las silabas de mi nombre, él abrió su boca y la cerró, supuse que pensaba en mi nombre.
“Gerard.”
Volví a repetirle, él asintió e intentó decirlo, las primeras veces simplemente eran balbuceos.
“Gerard. Ge-rard.”
Volví a decirle.
“Gee-rarrd.”
Dijo, sonreí, me parecía tierno.
“Muy bien, tengo que dejarte para que puedas bañarte, ¿está bien? Así tienes privacidad.”
Comencé a salir del cuarto del baño, pero él me detuvo, sosteniéndome del brazo, me giré a verlo algo sorprendido.
“Y-yo Frrank.”
Me miraba directamente a los ojos, aún mantenía una de sus manos en su pecho, apuntándose a sí mismo, queriendo decir que él era Frank, sonreí.
“Frank…” -llevé una mano a su pecho- “Gerard” –llevé luego mi mano a mi propio pecho, y Frank sonrió, estando de acuerdo.