la manzana y el monstruo.

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–04–


La hora del almuerzo definitivamente no era una de mis horas favoritas, sí tenía amigos, eran dos, las únicas personas con las que hablaba casualmente en la escuela y ahora ellos almorzaban mientras intercambiaban información sobre sus vidas, nuestra mesa siempre estaba media vacía, los tres teníamos el mismo grado de popularidad –es decir, 0-.

Pero nos daba igual, o al menos eso queríamos creer, puesto que sabíamos que podríamos hacer de todo para que tan sólo algunas chicas se fijaran en nuestra patética existencia –o al menos sabía que así funcionaban las cosas con Mikey y Ray-.

  Mi situación era bastante diferente a la de ellos, sus padres sí se preocupaban por sus notas, por los amigos que tenían y los horarios que debían cumplir cuando salían –a diferencia de mi madre, que confiaba ciegamente en mí y sabía que mi vida social era nula-. 

Ellos siempre cargaban todo lo que podían comer en sus bandejas, mientras que yo me servía lo mínimo, solamente era una extraña forma de controlar cuánto comía –no es que estuviera pasando por algún problema alimenticio-, sin embargo, Mikey y Ray, siempre tomaban esto como una señal de que yo probablemente moriría desnutrido algun día –y obviamente exageraban-.


Mikey era el que le daba una de sus miradas a Ray, para que este me dijera algo al respecto –por alguna razón actuaban como mis padres, y esto me daba algo de gracia-, así que el chico del afro acomodaba sus pequeños anteojos redondos sobre sus ojos para ver mi almuerzo y luego mi cara, para decir lo típico.

“Si quieres bajar de peso, dejar de comer no es una forma adecuada, Gee.”

Luego Mikey era el que me veía con un rastro de pena –y yo de verdad no entendía su punto-, luego él quitaba lo único que había en mi plato –una manzana-, y la alejaba de mí, a continuación me daba la mitad de su hamburguesa y algunas de sus papas, y Ray me servía de su ensalada de frutas y me daba uno de sus brownies, yo de verdad estaba sintiéndome incómodo al ver la cantidad de comida en mi plato, la manzana me parecía más que suficiente, pero a la vez no quería ser grosero con ellos.


“Chicos, desayuné, ¿está bien? Por esa razón no tengo tanto apetito.”

Les dije amablemente, y en partes, esa era una mentira, porque le había dado casi más de la mitad de mi desayuno a Frank. Alejé el almuerzo, empujando suavemente la charola sobre la mesa, ellos me veían en silencio haciéndolo, con lo que parecía ser decepción en el rostro.

“Tú nunca tienes apetito, Gerard.”

Remataba Ray, para luego suspirar y mirar su propio almuerzo, comenzando a comer con desgana, me quedé sumamente quieto, viendo los dedos de mis manos pelearse sobre la mesa, estaba algo nervioso por el intercambio de palabras, y de pronto ansié estar en casa, con Frank, sé que probablemente él no me diría nada si solamente comía una manzana.

Mi labio inferior estaba siendo mordido con fuerza para cuando el timbre sonó, Mikey y Ray palmearon mi hombro y me devolvieron la manzana.

“Te lo decimos por tu bien, Gee… no porque queremos molestarte.”

Decía uno de ellos, murmurándolo, tal vez para que yo tomara un poco de conciencia y así hacerles caso, pero la verdad es que yo estaba gordo, y ellos lo sabían, mi madre lo sabía, mi talla lo sabía.

“Gracias por preocuparse chicos, pero estoy bien, de verdad.”

Y después cada uno tomaba la dirección a sus clases, dejándome sólo en la mesa de la cafetería, pensando en cosas que no deberían pasar por mi mente a la corta edad de dieciséis, en como, de pronto, las voces de las personas a mi alrededor parecían hacerse una sola voz.

“Quítate de mi mesa, bola de grasa.

Y luego un ligero empujón contra mi espalda, hacía que tomara mi manzana y mi mochila a toda velocidad, saliendo rápidamente de la banca para luego dirigirle una corta mirada a esos dos chicos de último año.

“¿Ves que no deja la comida ni siquiera en una huida?

Comentaba el otro chico, yo no me había dado cuenta de que tomé la manzana mucho antes que todo, así que el rubor estaba embarrándome las mejillas para cuando debía salir caminando de allí con la poca dignidad que todavía conservaba, y era verdad, eso de que algunas veces me gustaría volverme muy pequeño, diminuto, algo así como invisible a la vista de esas personas, yo sabía que tal vez no lo decían para hacerme daño –tal vez eran demasiados honestos con respecto a lo que pensaban de mi-.

Así que tal vez podía enseñarle a Frank a no ser tan honesto.

(Porque la honestidad a veces duele.)

Pasé toda las horas de clases pensando en Frank, en cómo podía ayudarlo realmente, tal vez él recordaría todo, tal vez me diría de qué lugar provenía y porqué parecía tan asustado pidiéndome ayuda, tal vez se iría también, o vendría la policía y me acusarían de secuestro. Quién sabe.


No comí la manzana del almuerzo, la sostuve en mi mano mientras caminaba hacia casa, jugando a lanzarla hacia arriba y volver a atraparla, mi vista no quería perderse en la inmensidad del bosque a un lado del camino (porque me asustaba), y la sensación de que alguien estaba observándome era realmente escalofriante.

Al llegar a casa, lo primero que hice fue verificar si no había otro jarrón roto por el cual preocuparme, pero todo estaba en orden. Mi madre no estaba, porque su auto no estaba en la cochera o estacionado enfrente de la casa, así que no debía preocuparme.

(O tal vez llegó antes y se encontró con Frank y lo llevó a la policía.)

Esta última opción logró que acelerara mis pasos y corriera por las escaleras hacia mi habitación, abrí rápidamente la puerta y me sorprendí al ver todos mis cómics e historietas desparramados por mi cama y el suelo. Frank estaba sobre mi cama, su cabeza colgaba de esta mientras que sus piernas estaban apoyadas sobre la pared, tenía un cómic de Linterna Verde en sus manos, al parecer los dibujos le llamaban la atención –o tal vez recordó que sabía leer-.

“Linterna Verde, es el favorito de mi amigo Ray.”

Dije, haciendo que él se levantara rápidamente de la cama, regalándome una de sus sonrisas. Inmediatamente sonreí –creo que fue la primera vez en el día que lo hice de verdad-.

“Hola Frank.”

Me acerqué y le extendí la manzana que traía, él la tomó e inmediatamente se la llevó a la boca, dándole una gran mordida, sonreí y vi una gota de jugo deslizarse por su mentón, inmediatamente llevé mi dedo allí, secando.

Me sorprendió cuando Frank había cerrado los ojos ante mi tacto, al parecer no le daba miedo, se mantuvo inmóvil mientras que mi dedo seguía acariciando la piel de su mentón. Y de pronto me di cuenta de que me había quedado como idiotizado, así que alejé rápidamente mi mano, llevándola a un costado de mi cuerpo, escondiéndola.

Y Frank me miraba igual de sorprendido.





[En este fic, Mikey y Gerard no son hermanos.] 

mi monstruo punk. » frerard.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora