Te quiero y el monstruo asustado.

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A nuestras caminatas se nos había sumado Frank, y ahora solo eran caminatas, porque el enano no quería correr a las seis de la mañana. Me daba un poco de ternura ver su cara, no era tan atlético, yo tampoco lo era, pero su nariz y mejillas se ponían rojas por el esfuerzo, el de caminar hasta el centro y volver nuevamente. Tuvo que resistirse a la idea de tomar un autobús, era un completo reto para él. Varias veces fingía estar enojado, "¿en serio tenemos que hacer esto?" pero solo bastaba una mirada para que pusiera los ojos en blanco, suspirara rendido y dijera "bien". Petit, en cambio, estaba completamente encantada con la idea de que sus dos papás salieran a caminar con ella casi todos los días, aunque descansábamos, un día sí y otro no, Frank practicamente vivía con nosotros, debía volver en algún momento a su casa, pero parecíamos como uña y mugre, y en realidad, no me molestaba. 

No habíamos avanzado mucho luego de confesar, de alguna manera, nuestros sentimientos, creo que simplemente nos daba demasiada pena, aunque esas pequeñas cosas, seguían allí, era un secreto entre ambos, no me preocupaba demasiado lo que pensara mi madre, a diferencia de hace unos meses, aunque sí me aterraba la idea de que alguien más nos viera, allí afuera, en la calle, o en la escuela, debía unirme al semestre en algún momento, tenía miedo de lo que fueran a decir sobre mi desaparición, no me agradaba la atención, o al menos, el tipo de atención que solía recibir en la escuela, cuando iba. No había visto a Ray, ni a Mikey, no sabía de nadie más, a excepción de Frank, y ahora solo faltaban unos días para volver. Pensar en ello me hacía sentir tan enfermo, mis manos temblaban cuando lo hacía, debía rápidamente cambiar mi hilo de pensamiento por algo que me dejara tranquilo.  

"El proceso de recuperación no es lineal", me había dicho mi psicóloga, cuando le contaba lo mal y patético que me hacía sentir el hecho de sentirme mal otra vez, de recordar lo que había vivido, lo que había visto en la casa de McCracken, de tener pensamientos rápidos, de imaginar escenarios fatídicos, donde yo terminaba con mi vida. Supongo que era una especie de recordatorio, uno que te decía que estuviste en ese pozo en algún momento, y debes recordar el camino de salida, o mejor aún, evitar volver a caer. Aunque no quería admitirlo, Frank, Petit, e incluso mi madre, estaban siendo un gran apoyo para mi, no quería admitirlo porque había algo en mi que me hacía pensar que no estaba siendo lo suficientemente independiente, que debía poder solo, pero no estaba mal aceptarlo, aceptar la ayuda. Cuando reflexionaba sobre ello, terminaba llorando un poco, debía salir de mi habitación para abrazar a Donna, luego a Petit, y si Frank no estaba, debía llamarle. Hablábamos horas, hasta que me sentía mejor, y luego hacíamos planes para el otro día, o el fin de semana. 


Era lunes, no había podido dormir en toda la noche, y apenas podía tragar mi desayuno. Estaba vestido, con ropa holgada, la ansiedad carcomía mis tripas, y miraba con un gesto preocupado hacia el plato de cereal, Frank estaba a mi lado, movía nerviosamente el pie y podía escuchar como trituraba el cereal con los dientes; no me sentía animado, los nervios estaban haciendo que me pusiera de mal humor. Me había vuelto a teñir el cabello de negro, no quería para nada llamar la atención en la escuela, debíamos ir en unos cuarenta minutos. 

"¿Gerard? ¿pasa algo, cielo?" Donna me miraba, tuve que salir de mis pensamientos para verle y negar rápidamente, aunque era inútil, esa señora estaba mejorando mucho en leerme luego de todo lo que pasó. "Sé que sí, pero vas a estar bien, Gee, lo prometo." Quería decirle que con que me lo prometiera no sería suficiente, pero no lo hice, simplemente negué y empujé despacio el plato hasta el frente, pero sentí un apretón de Frank en mi rodilla, le miré y quería llorar. La cosa era que al parecer debía repetir un semestre, no bastaba con todas las tareas que hice durante los meses, debía estar y cursar en persona. Lo que significaba era que debía estar con completos extraños, jamás cursaría nuevamente con Frank, o con Mikey y Ray. Ellos se graduarían seis meses antes que yo. Me parecía jodidamente injusto, porque había hecho las tareas que dejaban todo ese tiempo, había estado aprendiendo los temas del semestre por mi propia cuenta, y aún así no contaba, debía repetirlo. Me iba a morir de aburrimiento. 

"¿Sabes lo que me jode? Que no estaremos juntos en las clases". Me decía Frank, cuando estábamos sentados en el autobús que nos dejaría frente a la escuela, algo que nunca hacíamos era tomar el bus escolar, lo evitábamos a toda costa por culpa de Jepha y Bob, o al menos yo lo hacía, luego se había sumado Frank a esa estrategia. Era tan triste tener que siempre buscar formas de escapar de los violentos que eran aquellos dos, no quería ni imaginarme de las cosas que debía hacer ahora que había vuelto a clases, por suerte no compartiría ninguna materia con ellos, pero de todas formas debía encontrarlos en los pasillos, estar alerta siempre. 

Se me partía el corazón cruzar aquellos pasillos, Frank estaba muy cerca de mi, a mi costado, sabía que, si no estarían todos esos chicos y chicas, probablemente él tomaría mi mano y recorreríamos la escuela de esa manera, pero no podíamos a diferencia de aquellas parejitas de heterosexuales que se comían a besos en los salones o en los pasillos, me estaba poniendo de mal humor, triste y de mal humor, porque todo era tan molesto, no me gustaba como funcionaba el mundo, a diferencia de cuando era un niño y no era consciente de esas cosas. ¿Mi vida siempre sería un juego de andar a las escondidas? 

Me quedé de pie frente al salón que me tocaba, y Frank me veía de aquella manera, como si estuviera a punto de pedirme un abrazo o algo así, yo leía sus facciones, me descubrí siendo bueno en ello, lo conocía con mañas y todo. 

"No puedes abrazarme, Frankie, conoces las reglas." Dije, intenté que mi tono de voz sonara amable y que transmitiera de aquella forma mis ganas, también, de abrazarle fuerte, sin embargo mi voz sonó temblorosa, miedosa. Quería llorar. "Pero nos veremos en el almuerzo, podemos almorzar en la biblioteca o en la cancha". Y sujeté su mano, como esos apretones de manos, simples, fríos, patéticos. "Te quiero." Dije, en un tono más bajo, como si fuera un secreto de Estado y alguien pudiera matarme si lo escuchaba (y en el fondo así se sentía querer de aquella manera a Frank).

mi monstruo punk. » frerard.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora