el monstruo y las palabras.

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–05–

¿Alguna vez sentiste la necesidad de ser escuchado sin importar quién escuche?

  Es esa inminente sensación de querer desahogarte con alguien, aunque sea tu perro o gato, aunque sea tu padre prendido al televisor que finge escucharte, solamente quieres tener un oído cerca y contarle cómo te fue en el día.

Muchas veces me había pasado eso, llegaba a casa y solamente tenía a las paredes de esta cerniéndose sobre mi cabeza, mantenía la televisión encendida para que hayan otras voces en la casa, aparte de la mía –porque algunas veces hablaba sólo-, y luego de preparar algo de comer, me encerraba en mi habitación a poner música –para tener más voces en este palacio del silencio-, y aunque esperaba algún consejo por parte de las paredes, de las personas que aparecían en la televisión, o de la música que sonaba por los parlantes, muchas veces no recibía nada –por no decir que nunca-.

Y aunque tuviera a Ray y a Mikey, sabía que nunca podría contarle abiertamente todas las cosas que pasaban por mi cabeza –yo simplemente no sabía cómo ser tan abierto con mis sentimientos-, porque ellos podrían hablar fácilmente de chicas, bromear con respecto a sus nulas relaciones sexuales, hablar de los problemas que tenían con sus padres, y demás cosas que un típico chico a esta edad debería hacer o decir –pero yo simplemente no podía hacerlo-.

Confiaba en ellos, pero no a tal grado de pedirle que vinieran a casa porque la soledad era realmente aterradora, no confiaba como para decirles que algunas veces pensaba que si moría, simplemente daría igual –y se debe a que muchas veces pensaba que Donna realmente no me quería-.


Quería pensar que no era el típico chico necesitado de atención, porque muchas veces podía arreglármelas yo sólo –de hecho, la mayoría de las veces en las que necesité a un adulto, estaba sólo-.

Así que con esa idea en mente, todas las cosas que tenía para contarle a alguien, las guardaba en lo profundo de mi ser, enterrándolas, guardando los secretos y sentimientos –los feos y los bonitos-, porque pronto comprendí que realmente no existe una voz que grita si no hay nadie para oírla.


Pero aquél día en el que había encontrado a Frank escondido en un rincón de mi habitación –pensé que tal vez había sido un ángel o algún tipo de experimento social-.


¿Sería el final de mis largos domingos de soledad?


Pensaba en esto mientras que veía como se reía porque en la televisión una vieja película de los tres chiflados se reproducía, se sentaba de manera extraña sobre la alfombra de mi habitación, recostando su espalda en el comienzo de mi cama, llevando cada tanto su mano al bol con palomitas.

Su risa era particular, nunca había escuchado una risa así. Comenzaba con un sonido agudo para luego terminar en varios tonos y sonidos que no sabría cómo ponerlo en letras, los costados de sus ojos se arrugaban levemente y siempre terminaba mordiendo su labio inferior al terminar de reír –si es que no quedaba con una sonrisa al final-.


Faltaban como dos horas para que Donna llegara a casa, por esa razón no me preocupaba el desastre en la cocina, o el jarrón roto al final de las escaleras. La risa de Frank me mantenía bastante entretenido, pero a la vez, necesitaba hablar.

(Así como lo había comentado anteriormente).

Pero no sabía como debía hacerlo, quizás solamente debía comenzar a hablar, divagar –probablemente Frank no entendería ni la cuarta parte y tal vez fue por eso que comencé a contarle cómo me fue en el día-.


Comencé a mirar mis manos mientras soltaba las palabras que quería que fueran escuchadas, retorcía mis dedos mientras que hablaba y decía que Mikey de verdad parecía preocupado al ver que solamente comería una manzana, tambien comencé a decir cuánto me dolía que me llamaran gordo –aunque esta fuera una verdad-.


“Simplemente no entiendo a las personas, ¿sabes? Es decir, sé que probablemente ellos saben que lo soy, que sé que lo soy, pero encuentran formas realmente humillantes de recordármelo. Y no es como si pensara que es un gran problema ser gordo, de hecho, hay otros chicos aparte de mi que también lo son y no parecen tristes con eso, de hecho, ríen y tienen muchos amigos, y van a fiestas, y tienen novias…”



Mordí con fuerza mi labio inferior al notar que el nudo pronto aparecía entre mis cuerdas vocales, haciendo que mi voz fallara y se volviera ligeramente agrietada y más aguda, carraspeé y miré hacia la ventana, sabía que probablemente Frank seguiría viendo hacia el televisor, porque ver a Mou golpeando a uno de sus hermanos, debe ser mucho más interesante que oír cosas depresivas de un niño gordo como yo –y en lugar de hacerme sentir mal, sentí la suficiente confianza como para seguir hablando, de alguna extraña forma-.


“Realmente me preocupa, ¿sabes? Me preocupa llegar a la universidad y no saber cómo interactuar o perderme entre las personas en los pasillos, me preocupa llegar a los veinte y no tener ninguna chica que presentarle a mamá, me preocupa ser así… de… bueno, ya sabes, ser así siempre. Incluso me preocupa tener dieciséis y no haber dado mi primer beso, cuando sé que Ray y Mikey ya han besado más bocas de las que podría contar.”

Recosté mi espalda al comienzo de mi cama, allí en el suelo, a un lado de él, sé que probablemente él estaría viéndome extrañado o incluso, podría estar ignorándome por las tonterías de la película, y muy lejos de molestarme, esto me parecía relajante –porque no recibiría un consejo súper bueno o palabras hirientes-.



“Cuando Ray y Mikey me preguntan la razón por la que no voy a fiestas con ellos, siempre les miento. Les digo que saldré con una chica y… ellos me creen, o al menos fingen que me creen.”


Reí, para luego ver a Frank, y curiosamente él me estaba viendo. Su rostro reflejaba seriedad, no tenía alguna mueca de diversión, o de sorpresa, simplemente estaba viéndome y escuchando.


“Y en realidad me quedo encerrado aquí, y… pienso en mi padre y… no lo sé, en cosas que me hacen sentir triste.”


Aparté mi mirada de la suya, solamente porque sentía que ahora estaba comprendiéndome –y por alguna razon esto no me agradaba, tal vez porque no quería saber que Frank tambien se sentía o se siente así-.



“Me siento tan sólo, Frank, la verdad es que muchas veces he pensado en morir.”


(Y ahora el nudo en mi garganta simplemente era muy difícil de sostener, y por ello cubrí mi cara con mis dos manos, y lloré.)

Sentí como Frank se acercaba e intentaba quitar una de mis manos de mi rostro, tal vez para verme. Tal vez porque estaba preocupado. Dejé que lo hiciera, simplemente porque sentía algo de curiosidad por lo que él intentaba hacer.

Al quitar una de mis manos, acercó su rostro al mío, observando detenidamente como una lágrima se deslizaba por mi mejilla –él llevó uno de sus dedos hasta esta, secándola-. Sonreí aún llorando, quité la otra mano de mi rostro y me quedé viéndolo, él llevó su dedo hasta su boca –probando mi lágrima-, hizo una mueca al notar que era salada y reí.

“¿Te digo algo? No me siento tan sólo contigo.”

Murmuré, y no sé si él realmente me entendió, pero también me sonrió.

mi monstruo punk. » frerard.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora