el monstruo y las estrellas.

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–09–

Moví ligeramente a Frank desde su hombro y sequé con la manga de mi suéter sus mejillas, le sonreí algo enternecido por su rostro, mejillas rojas, la punta de su nariz igual, un puchero surcando sus labios.

Intenté sonreírle nuevamente y antes me detuve al darme cuenta que el auto estaba encendido afuera y que ahora se marchaba, Donna era la que se iba a cualquier lugar durante la noche, no importaba realmente, ya estaba acostumbrado.

Suspiré aún sosteniendo el pequeño rostro de Frank entre mis manos, para luego acariciar con mis pulgares el recorrido que habían hecho las lágrimas en ambas de sus mejillas. Me sentí terriblemente culpable, sentí que Frank no debería saber qué tan malo era el mundo que le rodeaba.

Solamente debería conocer cosas increíbles, merecía eso.


Así que pensé en enseñarle las estrellas desde el jardín trasero de mi casa, le haría bien sentir un poco de la brisa del verano y relajarse ante el canto de los grillos y algún que otro parpadeo de luz de las luciérnagas, así que tomé el telescopio que descansaba junto a mi ventana y luego tomé su mano, bajé cauteloso las escaleras, noté que Donna realmente se había ido y que antes de eso, había volteado el retrato de Donald sobre el mueble.

Volví a suspirar resignado y escuchaba los pasos igual de lentos de Frank, su mano estaba ligeramente más presionada contra la mía, a diferencia de las veces anteriores.
Sonreí –pensé que tal vez eso significaba que él confiaba más en mi-, salimos por la puerta trasera de la cocina y apagué la luz que iluminaba el patio –todos saben que las luces artificiales de la tierra, opacan a las del cielo-, noté como se acercaba mucho más a mí, él le tenía cierto miedo a la oscuridad, era fácil notarlo.


“Tranquilo, te enseñaré algo bonito, ¿está bien?”

Él suspiró y de apoco tomó valor para separarse completamente de mi y dejar que yo colocara el telescopio en el medio del patio, apuntándolo hacia arriba, él no se perdía ninguno de mis movimientos, solté una pequeña risita al ver su boca entreabierta de la sorpresa.


“Con este telescopio, esos pequeños puntos brillantes que ves en el cielo, se vuelven mucho más fascinantes.”


Le comenté, como si en verdad fuera un experto en el tema, pero me gustaba su genuina curiosidad, su genuina inocencia. Volví a extender mi mano para que él la tomara y volviera a acercarse a mí, me sonrió y lo acerqué más al telescopio, acomodé al objeto acorde a su altura, antes le había mostrado como debía utilizarlo.

“Debes acercar uno de tus ojos hasta esta lente de aquí, y… debes cerrar el otro.”

Solté una risa al ver cómo intentaba hacerlo.

“Sí, así, ahora… hazlo pero mira aquí dentro. Donald decía que era mágico.”

Él se acercó lentamente al telescopio, usándolo como yo le había enseñado anteriormente, envolvió con sus dos manos el caño, manteniéndose allí por largos minutos, sonriendo y riendo ante lo que sus ojos veían.


“El cielo es hermoso, ¿no crees?”


Me acerqué solamente un poco a él, para observar su rostro –o al menos la parte que no estaba siendo cubierta por el telescopio-, sus labios seguían entreabiertos, en un gesto de sorpresa encantador, revoloteé los ojos y miré hacia otro lado, sentándome en el suelo con las piernas cruzadas, para luego detenerme a arrancar césped con las manos.


Es hermoso.”

Escuché que murmuró, sonreí sin verlo, sin animarme a hacerlo, estaba descubriendo cosas en mi interior que ni siquiera sabía que estaban allí, me sentí realmente triste de golpe, dándome cuenta de que en realidad, la soledad era tan grande dentro y fuera de mi cabeza.

Limpié mi rostro, porque me había dado cuenta de que estaba llorando, me hice pequeño en el suelo, sin animarme a ver hacia el telescopio, porque sabía que solamente había eso.

(Sabía que solamente en ese patio trasero, cerca de las estrellas, los únicos que existían eran el telescopio y yo.)

Porque Frank simplemente había sido inventado por mi soledad. Frank ni siquiera estaba aquí. Miré hacia el telescopio, y él me veía desde allí, parecía preocupado, pero no quería que él estuviera de ese modo –las personas que me querían, siempre terminaban preocupándose-, no quería que esto fuera así con él.


“Es hermoso como tú, Frank.”


Dije, ahora acostándome en el césped, mirando hacia el cielo infinito, perdiéndome en las constelaciones con nombres de personas que nunca hemos conocido, con estrellas que nunca hemos alcanzado.

“Pero sé que tú no eres real.”

mi monstruo punk. » frerard.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora