Aún se le hace raro que el despertador suena y ella esté tumbada en primer lugar en una cama, y en segundo lugar en esa habitación. Sin embargo, cuando el incesante sonido le despierta, no siente que se ahoga, solo siente lo que solía sentir antes de todo. A Aitana nunca le ha gustado madrugar, así que cuando se cruzan en la cocina apenas hace un gesto con la cabeza mientras se arregla el flequillo.
La verdad es que echaba de menos compartir piso como hacía en Barcelona durante sus años de universidad. Fue una buena manera de conocer gente en la ciudad y fruto de esa buena decisión, la que fue su compañera de piso en tierras catalanas sigue siendo a día de hoy un pilar imprescindible de su vida. Ella y su asombrosa facilidad para sonreír y que parezca que todo va bien, ella que lleno los silencios de "perdón" y "pero no pasa nada". Amaia, la hermana que nunca tuvo.
A Miriam tampoco le gusta madrugar demasiado, y a decir verdad, teniendo en cuenta el carácter de la gallega, Aitana no se siente tentada a averiguarlo. Miriam, por el contrario, hace mucho que no comparte piso. Vivió muchos años con Pablo, pero desde que rompieron ha aprendido a vivir en soledad y ahora no puede negar que le encanta tener su espacio y tiempo en silencio consigo misma. Aunque si es realmente sincera, estos últimos meses siempre encuentra la excusa perfecta para dormir acompañada, ya sea bajo ese mismo techo o en el piso de Roi a no más de un par de paradas de metro.
Aitana estuvo posponiendo el momento semanas después de la muerte de Dani, pero es una idea que llevaba rondándole la cabeza durante meses en los que veía cómo Dani seguía postrado en esa cama y ella condenada a la incomodidad del sofá. Le gustaría que no fuera así. Le gustaría poder quedarse con lo bueno, y recordar en cada centímetro cuadrado de ese piso las risas de los tres acompasados o la incesante verborrea de Lucas o el retumbar de los besos y las cosquillas de Dani. Pero cada vez que dobla una esquina, lo hace de puntillas, con miedo a que un fantasma la sobresalte por el pasillo.
Miriam y Ana eran las únicas que tenían una habitación libre en su piso, y ambas se ofrecieron gustosas a que convivir con ella una temporada, para que pudiera encontrar un piso a su medida y presupuesto sin prisa. Aitana no se veía conviviendo con Ana y su familia, por muy bien que le cayera Miguel Ángel desde siempre, pero el hecho de que Nico, al cual adora pero al que hace mucho que no ve, también entre en la ecuación le echa para atrás. Y Miriam lleva prácticamente seis meses con Roi, aunque ambos no sepan qué etiquetar ponerse, y sería estar un poco en el medio en los momentos más especiales de su relación.
Pero si Aitana es cabezota, Miriam lo es dos veces más. Miriam le aseguró que por los horarios de Roi muchas veces no coincidían por la noche y que Roi solo se quedaba a dormir con ella el día que no abría el bar por las noches, que normalmente se veían en las comidas o los días que Miriam se sentía con las ganas suficientes de ayudarle o esperarle tras la barra para volver juntos a casa a las tantas. Así que no tuvo mucho más remedio que aceptar.
Estas semanas recogiendo todo el piso, colocando en cajas seis años de su vida, escondiendo recuerdos, donando objetos materiales que ya no tienen ningún valor. Ha vuelto a llorar pensando que realmente ha derramado más agua que el que hay en el Pacífico, se ha enfadado consigo misma, con Miriam, con su madre, con Luis y con todo el que se le ha puesto por delante. Pero sobretodo no puede evitar tenerle rencor a la vida.
Las cajas que ha decidido quedarse pero que no necesita han viajado a Barcelona, mientras que las que contienen su ropa, utensilios de cocina y de baño, y otras pertenencias varias, descansan en una esquina de esa habitación lila que Miriam le ha cedido y en la que inesperadamente, ha encontrado cierta calma.
Unos días antes de Navidad siempre organizan una cena a la que cada una lleva algo preparado de comida y donde brindan porque les vaya bien a todas. Este año la encargada de organizarla era Miriam y por muy pocas ganas que tenga Aitana no celebrar nada, no puede negarle a sus amigas esa tradición y al vivir bajo el mismo techo que la anfitriona, no le queda más remedio que asistir y arrimar el hombro en la cocina, probablemente una de los pocos áreas en los que Miriam no lo tiene todo bajo control.
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Canción Desesperada
RomanceLos comienzos no siempre son buenos, las primeras impresiones tampoco.