Hace ya un buen rato que ha perdido la noción del tiempo. Puede que el vídeo explicativo sobre la vida de las estrellas se haya reproducido en la pantalla frente a ella al menos 20 veces. Aún sigue sin entenderlo. La suya debía estar correteando a su alrededor examinando fascinado cada centímetro cuadrado del planetario.
Se encoge sobre sí misma y continúa llorando en silencio como lleva haciendo desde que se ha sentado en ese banco después de comer en casa de Ana.
A pesar de todo, ni en un millón de vidas hubiera creído a alguien que le dijera que los acontecimientos iban a ocurrir así, casi dejándola al margen de su propia vida.
Tenía tantos planes. Tantas ganas de vida.
Y sin embargo, vuelve a celebrar por tercera vez el cumpleaños del hijo que ya no tiene.
Todo dejó de tener sentido hace un tiempo.
Puede que nunca llegue a tener las palabras suficientes para agradecerle a todas sus amigas lo que están haciendo por ella, sin juzgarla, a pesar de que sabe no todas lo entienden. Incluso a ella le cuesta entender cómo ha podido caer tan hondo sin apenas darse cuenta.
Si ahora mismo una de esas estrellas fugaces que aparecen en la pantalla cruzara el cielo, solo pediría dejar de hacer daño a la gente que quiere.
Luis lleva apoyado en la pared de detrás de ella poco tiempo menos del que Aitana lleva temblando inmóvil en el banco. El guarda de seguridad ya le ha echado un par de miradas en una de sus rondas al verle ahí plantado sin quitar la vista de la chica menuda sentada frente al panel de las estrellas.
Si lleva tanto tiempo dudando si acercarse, no es porque no quiera hacerlo, sino porque aún no tiene muy claro cómo debe sentirse ni qué van a decirse cuando se tengan cerca.
Está enfadado. Mucho. No solo porque le haya dejado y le haya apartado de todo, sino porque se ha metido en un juego muy peligroso, teniendo a Alba de por medio. Es inevitable que sienta que ha pisoteado su confianza cuando es la primera mujer de su vida que ha dejado que forme parte de la de Alba, a quien ha dejado a su cargo en más de una ocasión cuando, ahora sabe, tonteaba por las noches con la cocaína.
Por otro lado no puede ni imaginarse el dolor que debe de sentir, porque él ni puede ni quiere plantearse qué sería perder a Alba y toda su vida tal y como la conoce. Por eso valora el esfuerzo que ha tenido que hacer y lo mucho que ha luchado en arenas movedizas por mantener al menos la cabeza fuera del lodo.
Sabe que el amor no desaparece de un día para otro y que le gustaría que nada le frenara para sentarse a su lado como hizo hace un año, acariciar sus manos y mecerla al abrigo de sus brazos como único consuelo que él puede ofrecerle en un día como hoy.
Ya estaba enamorado de ella cuando tuvieron la que podría haber sido su primera cita, ya sabía que la quería, que quería a esa versión que él conocía de Aitana. No sabía el por qué de su mirada siempre entristecida ni el pinchazo en el corazón que le sobrevenía de vez en cuando, pero no había podido evitar perderse en esa tenue sonrisa, sintiéndose todo un ganador cuando conseguía que se dibujara gracias a él.
Siente rabia porque en cierto modo él tampoco ha sabido verlo y la falta de comunicación ha vuelto a destrozar lo que con tanto mimo habían construido.
Avanza despacio y toma asiento a su lado en silencio, confirmando que está llorando. Aitana alza la mano limpiándose las lágrimas, pero sin poder parar de llorar.
- Sabía que estarías aquí-murmura Luis con voz ronca haciendo que Aitana le mire apretando lo labios.
-Necesitaba estar sola hoy. Al menos un rato-consigue decir tratando de limpiarse la cara.
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Canción Desesperada
Roman d'amourLos comienzos no siempre son buenos, las primeras impresiones tampoco.