El temporal al otro lado de la ventana combina perfectamente con su estado de ánimo. Las lluvias llevan siendo intensas durante los últimos cuatro días. Adora el golpeteo de las gotas contra el cristal.
Deja el móvil en la mesa y se tapa la cara con las manos. Es una técnica que fue perfeccionando durante los meses que estuvo viviendo con sus padres en Madrid después del accidente. No quería darles pena, ni hacerles daño, así que cuando los meses pasaron y era difícil definir una línea clara entre la depresión y el duelo, trataba de llorar siempre a escondidas y en silencio, para que al que al menos no la oyeran aunque su mirada delatara cada lágrima que había derramado.
- ¿Y esa carita?-pregunta Miriam al verla dejarse caer sobre el sofá a su lado, dando al stop del mando.
Aitana suspira para no llorar otra vez. Ha esperado un rato para que sus mejillas y sus ojos volvieran a su color original antes de salir al salón, pero intentar hablar hace que se le inunde la mirada de nuevo.
- ¿Marcos?-le ayuda su amiga aventurándose.
Aitana asiente con la cabeza.
- Le he dicho que me cuesta mucho seguir hacia delante si hablamos tanto-confiesa limpiándose la mejilla mojada de nuevo.
Odia las despedidas. Siempre las ha odiado y ahora incluso más, tras haber vivido lo que hay después, que es lo que de verdad duele cuando hay una despedida. El después. El vacío. Los te echo de menos al aire que no llegan a ningún destinatario. El silencio.
Es la segunda vez que se despide de Marcos. También ha visto dolor en la mirada de él y a tantos kilómetros de distancia lo ha sentido como un puñetazo en el estómago. Sigue haciéndole daño aunque pretenda siempre lo contrario. Y eso no es justo para ninguno de los dos.
Su historia es imposible. Uno de esos cuentos de los que no te cuentan el final porque acaba mal. Si quiere seguir adelante debe dejar el pasado guardado en un cajón. Y a Marcos también.
No es porque no le haya dado vueltas, pero no se imagina en Nueva York. Con Marcos sí, pero sabe que no tiene mucho sentido cruzar el charco tratando de huir de un pasado y un dolor que lleva tatuados en la piel y que van con ella vaya donde vaya.
Es cuestión de tiempo que el dolor empiece a atenuarse, o que ella termine de acostumbrarse a vivir con él. Aún se asombra de sí misma cuando recuerda que tuvo en brazos a Alba casi una hora y que solo sintió paz cuando la vio caer rendida sobre su pecho.
Son pequeñas victorias que tiene que reconocerse a sí misma. Verlas es un paso importante.
***
- Necesitabas huir, ¿no? Tampoco tienes por qué irte muy lejos para que eso pase.
Esas palabras de Luis se hacen aún más palpables cuando la chica de la inmobiliaria les saluda de lejos con una sonrisa, para después tenderle la mano a ambos.
Después de decidir que se quedaba en Madrid, estaba claro que no podía seguir abusando de la generosidad de su amiga. Buscar piso no era lo que más le apetecía, pero era poner ir poniendo piedras para construir el principio de su nueva vida.
No fue demasiada difícil convencer a Luis de que le acompañara a esa locura de huir sin irse que él había planteado.
- Este piso es el más grande de los que vamos a ver-dice la mujer haciéndose a un lado para dejarles pasar- Está completamente amueblado, que supongo que es lo que queréis, ¿no?
Aunque estén jugando a ser quienes no son, Luis mira a Aitana dejándole contestar, pues a fin de cuentas es ella la que va a vivir en el piso.
- Sí-dice echando un vistazo a la cocina.
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Canción Desesperada
RomanceLos comienzos no siempre son buenos, las primeras impresiones tampoco.