Cigarros de madrugada

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Luis comprueba que Alba está completamente dormida y no va a percatarse de que no comparte colchón con ella durante el tiempo que pasen fumando antes de seguir a Aitana por el pasillo oscuro. Aitana ha aprovechado para sacar una sudadera del cajón.

Sus pasos les han dirigido a la terraza. A juzgar por el tamaño de la sudadera, no es difícil adivinar que no es suya. O que en un primer momento, al menos, no lo era.

-No sabía que fumaras-dice Luis acercando el mechero al cigarro que Aitana sostiene entre sus labios.

Aitana da una primera calada antes de contestar.

-No fumo-niega ella con la cabeza al tiempo que él devuelve el mechero al bolsillo del pantalón- Es solo cuando siento ansiedad. Es como sentir que el aire sí sube y baja, aunque duela.

Si se concentra en ese humo abrasándole la tráquea y los pulmones no puede centrarse en otro tipo de dolor.

-Creo que no he comprado de más de tres o cuatro paquetes desde que...bueno, desde que empecé a necesitarlo.

Luis asiente con la cabeza expulsando el humo. Se enganchó porque hubo un momento en el que necesitaba ese humo como el aire para respirar.

-A Dani le entrarían siete males si supieras que fumo-dice con una medio sonrisa y los ojos brillante antes de dar otra calada.

-Yo he intentado dejarlo muchas veces, pero no puedo. No tengo muchos vicios pero creo que este me va a acompañar toda la vida. Al menos desde que nació Alba, como no fumo delante de ella, fumo menos.

-¿Sabíais...?-empieza a preguntar, pero parece arrepentirse deteniéndose a sí misma en mitad de la pregunta. Luis se gira y la mira, animándola a continuar, apoyándose a su lado en la barandilla- ¿Sabíais que tenía Down antes de que naciera?

-No-niega él con la cabeza- Alba es una caja de sorpresas. Desde el principio-dice esbozando una leve sonrisa.

Mira como  ella le escucha atenta,, separando con elegancia el cigarro de sus labios. Y vuelve a sentir que puede abrirse, que es lo justo.

-Noelia y yo éramos de todo o nada. Hoy te bajo la luna y mañana no te dirijo la palabra, pero nos entendíamos y logramos tener esa estabilidad que tanto queríamos. Cinco años juntos, tres casados, una hipoteca, y por fin iba a llegar la niña.

Sonríe con melancolía, pudiendo rememorar perfectamente el momento en el que rompió a llorar cuando ese test de embarazo salió positivo por fin.

-Nuestra niña. El embarazo fue bien hasta que en el octavo mes dejó de crecer, pero nos dijeron que no era mala señal de nada y que iban a provocar el parto. Yo solo pensaba en que eso adelantaría el momento de tenerla en mis brazos así que no fue una mala noticia. Se la llevaron para hacerle pruebas, y cuatro horas después, en vez de aparecer una enfermera con ella, llegó un médico al que no conocíamos.

Aitana le escucha mientras él pierde la mirada en las luces nocturnas de Sant Climent.

- Los dos estábamos muy nerviosos después de tantas horas sin saber de la niña, y las palabras de ese hombre no ayudaron a tranquilizarnos. Es más, las horas siguientes fueron probablemente las peores de mi vida.

Ya no le da vergüenza admitirlo. Esos fueron sus sentimientos y no queda más que asumir que así fue.

-Que tenía características de Síndrome de Down. Digamos que no fue la mejor manera de comunicar una noticia así. Soltó la bomba y se largó. Y nosotros pasamos 8 horas sin ser capaces de mirarnos, llorando y sin poder verla aún. Tienes unas expectativas, te imaginas cómo será, quién será, si tendrá tu nariz y le apasionará el baloncesto o si pasará de los deportes. Esperas que sea el más guapo, el más listo...y todo se cae de repente. Pasas una especie de duelo. Por el hijo que te imaginaste y no tienes- dice apurando la última calada- Pero nosotros la teníamos a ella y se nos olvidó todo cuando por fin la trajeron y la dejaron en brazos de su madre. Esa era Alba, era nuestra Alba y eso era lo único importante. Yo solo podía pensar en lo preciosa que era, en lo pequeñitos que eran sus dedos, en cómo latía su corazón cuando la tumbé en mi pecho. Lo que tuviera que ser, sería, pero no íbamos a desperdiciar ni un solo segundo pensando en por qué a nosotros o qué íbamos a hacer. Era nuestra. Nuestra niña y lo demás daba absolutamente igual.

Canción DesesperadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora