Sorpresas

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Ha sido un día muy largo en la oficina, lleno de imprevistos y de tareas a medias. Ha perdido la cuenta de las interrupciones que ha sufrido y realmente duda de si van a llegar a tiempo con las fechas de entrega.

Podría haberse ido a casa, cenar algo rápido y ponerse a trabajar. El plan no dista mucho más de ese. Pero el lugar es otro.

Aún siente cómo su estómago gira cada vez que se sube en ese ascensor. 

Anochece en Madrid y la escasa luz que se cuela por la ventana recorta la silueta de Alba cobijada y dormida sobre el pecho de Luis, al que el sueño también ha vencido.

Inconscientemente, una sonrisa se dibuja en su boca al descubrir que es la primera vez en unos días que Aitana puede leer verdadera calma en su rostro cansado. La preocupación y el miedo le han quitado el sueño durante estos días, en los que solo ha dormido cuando su cuerpo se ha dado por vencido.

Saca el móvil del pantalón porque no solo quiere capturar ese momento para siempre en su memoria.

Alba respira tranquila atrapando en una mano la camiseta de Luis, que la abraza contra su cuerpo, para oír de cerca ese latido que poco a poco ha ido estabilizándose.

Se hace un hueco en el sofá para después quitarse las zapatillas y sacar el portátil del bolso. Enciende la pantalla y se sube las gafas que se ha puesto en la oficina porque estaba incómoda con las lentillas. Cruza las piernas sobre el sofá y comienza a teclear a buen ritmo pero tratando de no despertar a ninguno de los dos, que aún respiran acompasados, desprendiendo amor y cariño en cada bocanada.

La verdad es que los minutos pasan casi tan rápido como sus manos vuelan por el teclado, permitiéndole terminar, al menos, lo que le ha quedado pendiente del día de hoy. Está claro que tiene que volver a rehacer el planning ajustándolo un poco más a la realidad. Además, en cuanto le den el alta a Alba, Luis empezará su jornada reducida por un tiempo indefinido y eso les obligará a volver a repartirse las tareas y funciones.

Aprieta su coleta después de dar a guardar y, aunque sus tripas rugen, prefiere esperar a ver si Luis se despierta para cenar juntos lo que ha traído.

Tan concentrada está que cuando Luis abre finalmente los ojos, sintiendo que en esas tres horas desde que ha terminado de dar de cenar a Alba ha recuperado el sueño acumulado de más de una semana. Abraza a la niña más hacia su cuerpo con cuidado de no hacerle daño en la cicatriz.

Acaricia su mejilla con el dorso de la mano, ya seca de las numerosas lágrimas que ha derramado por no querer comer y por haber tenido un pequeño accidente con el pis.

Luis sonríe débilmente acariciando el brazo de Alba apoyado en su cuerpo al adivinar a Aitana detrás de la pantalla mordiéndose el labio, concentrada en teclear.

Prueba a mover un poco a Alba para ver si no se despierta y consigue que la niña suelte su camiseta sin mayor problema. La pequeña también está muy cansada después de una mañana en la que le han hecho una prueba detrás de otra y le han bajado la dosis de analgésico para ver cómo responde.

Cubre su cuerpo con la sábana moviendo con cuidado la vía al ponerse de pie, asegurándose de que está en una postura cómoda para que el pecho no le duela.

- Ey-saluda Aitana cuando le ve acercarse a ella revolviéndose el pelo con un bostezo- El bello durmiente. ¿Has descansado un poco?-pregunta cuando él toma asiento a su lado, cerrando el portátil y acariciando su barba.

- Un poco sí. Nos hemos quedado dormidos los dos y ni me he dado cuenta-susurra antes de que sus bocas se busquen despacio en mitad de la noche, en un baile lento y cuidado susurrando palabras de calma y haciéndole a Luis sentir que está en casa porque en realidad entre esas cuatro paredes está todo lo que quiere.

Canción DesesperadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora