Todos se revuelven algo nerviosos en sus sillas excepto Aitana, que ni siquiera se ha dado cuenta de que Cepeda llega tarde a una reunión que él mismo ha convocado de manera urgente. Tampoco es que le importe demasiado. Hay una única razón por lo que sigue poniendo la alarma al meterse a la cama y es que siente que las paredes van a acabar aplástandola entre ellas si se queda en casa. Si tiene la mente ocupada el volumen del ruido dentro de su cráneo disminuye levemente, permitiéndole respirar sin sentir que se ahoga en cada bocanada de aire.
Su cerebro no le dio tregua la noche anterior, y hoy está cansado y algo atontado. Después de haber tomado la decisión sigue pensando si es la mejor opción.
O al menos la menos mala.
Sabe que en algún momento las miradas inquietas se han dirigido a ella buscando al torbellino de ideas que solía ser, encontrando siempre una alternativa y sabiendo mantener el control con una sonrisa perenne. Pero hace ya un tiempo que perdió el control sobre todo.
Lo ha perdido tantas veces que ya no busca tenerlo.
Así que se limita a asentir para fingir que participa en la conversación de cafetería que comparten sus compañeros, su equipo, ese que no ha tenido miedo a liderar y que ha sabido guiar de manera segura y flexible a lo largo de los años, ganándose el respeto y reconocimiento por su trabajo y talento.
A pesar de lo que pudiera parecer para un observador externo, Aitana siempre amó su trabajo y odiaba madrugar. Pero le costaba un poco menos hacerlo sabiendo que a través de sus palabras, podía darle voz a ciertos temas que otras publicaciones no tocaban, o evitaban a propósito.
En ese sentido siempre tuvo la libertad y el apoyo de Noemí frente al consejo directivo cuando dejaba sobre su mesa el borrador de su apuesta para ese mes.
"Eres imparable, vuela lo más alto que puedas. Eres libertad", solía decirle.
Su sueño siempre había sido ser cantante, supone que como el de cualquier niño o niña durante una etapa de la infancia. Su entorno siempre la había apoyado y es que "la niña tiene algo". Invirtió mucho esfuerzo en formarse y pasaba horas y horas haciendo escalas y leyendo partituras en su tiempo libre. Hasta el día que Daniel le regaló una libreta, más que nada, porque por aquel entonces no tenía ni idea de qué regalarle a una chica.
Aitana no le prestó demasiada atención hasta que una neumonía la postró en la cama durante más tiempo del que le hubiera gustado. Y fue entonces cuando esas hojas encuadernadas se le aparecieron como un lienzo en blanco dispuesto a ser profonado por ella. Pasó horas y horas escribiendo. Y las horas pasaron a ser días, hasta que era difícil ver a Aitana sin estar pegada a la que, de pronto, se había convertido en su posesión más preciada.
Había muchas personas que cantaban bien, ella nunca hubiera tenido una oportunidad real de dedicarse profesionalmente a ello, así que se matriculó en Periodismo sorprendiendo a su familia, y encontrándose a sí misma por el camino.
Y lo que nunca le pareció un trabajo duro, a pesar de las muchas horas que tenía que invertir, los dolores de cabeza dando vueltas a borradores y el papeleo, de repente se ha convertido en la peor cuesta arriba.
O la segunda peor.
Enciende el ordenador y teclea en automático, yuxtaponiendo expresiones que sabe que suenan bien y proporcionan al lector una lectura cómoda y sencilla, carente de estilo y marca personal, que es lo que la hacía realmente especial.
Su sensibilidad, delicadeza y sentido común han naufragado con todo lo que vivía entre su pecho y espalda, dejándola hueca, apática y con la brújula de su vida sin dirección.
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Canción Desesperada
RomanceLos comienzos no siempre son buenos, las primeras impresiones tampoco.