Capítulo XX

1K 90 5
                                    

El viernes había empezado intenso, apenas se habían despertado y ya estaban rodeados de semidioses curiosos, sobre todo los tres jóvenes magos.

Tardaron casi una hora y media en que les dejarán ir a por Festo, después aún tuvieron que ir a explicarle el asunto a Quirón y con eso ya era mediodía.

Al final, gracias a los dioses, consiguieron llegar junto al gran dragón.

- Vuestro campamento es increíble y vuestro dragón una pasada. - Dijeron los magos a la vez.

- Lo malo es que no cogemos todos arriba así que añadiré una cesta, como la de un globo aerostático y, además, Jason y Nico irán volando a nuestro lado. - Explicó Leo.

Una hora después se dirigían al oeste en donde Hefesto tenía la mayor fragua. Tardaron casi dos horas en llegar pero, contra todo pronóstico, llegaron bien y sin problemas.

Llegaron a una montaña en San Francisco con un bosque espeso en sus laderas. La cima era algo difusa y no se veía con claridad.

Aterrizaron allí, según Leo, en ese lugar estaba Hefesto. Pero vieron algo que no debían haber visto, allí en sus morros, entre los árboles, Afrodita le estaba siendo infiel a su marido con el dios de la guerra.

Lo peor es que los vieron y la diosa no se lo tomó para bien.

- Estúpidos entrometidos, os vais a arrepentir.

Chasqueó los dedos y desapareció junto con Ares, por un momento todos pensaron que no había pasado nada.

De la nada escucharon un ladrido y miraron de donde provenía, vieron a un perro pelirrojo en el lugar que antes ocupaba Ron.

- Mierda... - Se le escuchó murmurar a Piper cuando salió del shock.

- Lenguaje. - Reprochó Hazel.

Eso bastó para que todos salieran del shock inicial y pasarán a un pequeño enfado. Pero respiraron hondo y fueron corriendo junto al dios que buscaban.

Llegaron allí y el Hefesto los miró con una ceja levantada. Aunque el sabía perfectamente que había pasado por lo que ni siquiera tenían que hablar.

- Para curarlo necesitáis una flor de Luna que se abren en esta ladera cuando cae el sol. La reconoceréis porque brilla, pero cuidado si se dice una mentira cerca de ella se cerrará y ya no servirá para nada.

- Papá, también venimos a preguntarte quién es la culpable de todo este embrollo.

Hefesto los miró con cara sorprendida, o eso supusieron ellos, y después habló:

- Yo no sé nada de eso.

- No puede ser. - Dijo Hermione. - Todo este embrollo para nada.

Todos se fueron más enfurruñados de lo que habían llegado. No se podían creer que todo lo que pasaron fue por eso.

Se dirigieron a casa de Anabeth ya que estaban en San Francisco. Y se tiraron en el sofá y se pusieron a ver la televisión tranquilamente, hasta que fuera de noche no podrían hacer nada.

Por otra parte el Sr. Chase ni siquiera se molestó en intentar entender lo que pasaba en el mundo de esas jóvenes personitas.

Ron simplemente se paseaba de un lugar a otro de la casa con inquietud. Al final, Frank se convirtió en perro simplemente para calmarlo.

Cuando estaba anocheciendo se dispusieron a salir de la casa en dirección a las fraguas de Hefesto.

Mientras caminaban hablaban del callejón sin salida en el que estaban.

- Oye, y qué tal si no es una diosa? La profecía no decía que tenía que ser una mujer. - Dijo Harry.

- Al principio solo era una corazonada pero ahora es obvio que es Hera la culpable de todo. - Respondió Hazel.

- Es verdad, además ya no tenemos tiempo que perder, no importa quien sea (seguramente Hera) tenemos que derrotarla.

Siguieron cavilando en lo que habían hablado. Sabes que, todos llegaron a la misma conclusión "esa idea es una simple locura.

Ya el sol se había ocultado cuando empezaron a buscar la flor que necesitaban.

Empezaron a concentrarse y no pensar en otras cosas, no tardaron en encontrar la flor, era preciosa, tenía pétalos blancos que reflejaban la luz de la luna de una manera mágica.

No sabían perfectamente que hacer cuando Ron se comió la flor, todos se preocuparon por como la había comido no sabían que podía pasar.

Aún así todos se miraron, preocupados pero luego de rieron, una risa nerviosa. Esas que ves y dices «Reir para no llorar».

Tristemente es una sonrisa que ponían a menudo. Cuando les pasó la risa histérica Hermione avanzó y cogió al perro Ron en sus brazos como quién ya no sabe que hacer con alguien.

Le rascó detrás de las orejas y lo dejo en el suelo.

- Pues nada, tendremos que buscar otra. - Dijo Harry.

- Puf! Necesito dormir, creo que estamos cerca de medianoche, en unas horas se nos acaba el tiempo.

No hablaron mucho y siguieron buscando otra flor, a ver si podían salvar a su amigo.

Se introducieron en una parte más espesa de árboles en busca de la flor que buscaban.

🐾🐾🐾🐾🐾🐾🐾🐾🐾🐾🐾🐾🐾🐾🐾🐾🐾🐾🐾🐾🐾🐾🐾🐾🐾🐾🐾🐾

Aquí otro capítulo, solo tardó un poco en llegar.

Besos,
Yo.

Harry Potter y la sangre mestizaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora