Capítulo 18

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Issia

Observé a Collins con bastante confusión, mientras analizaba cada acción que lo acompañaba. La menera en que evitaba mi mirada, como tragaba saliva nervioso, el temblor en su pierna izquierda, la forma en que se limpiaba las palmas de las manos sobre sus piernas, y como su respiración cambiaba de brusca a tranquila en pocos segundos, como si intentara calmarse a él mismo.

Intenté no parecer ansiosa, ni mucho menos escandalosa hacia lo que sea que fuera a decirme, sin embargo me moría por escuchar algo que para él parecía tener demasiada importancia.

De cierta manera asimilaba que esta verdad, tenía demasiado que ver con su frialdad y sus cambios repentinos de humor, pero algo dentro de mí también me decía que podía estar equivocada.

—No tienes que decirlo ahora —comenté en cuanto me percaté que por más que abría la boca, no lograba emitir una sola palabra—. Si quieres, puedes escribirlo, o puedo esperar a la noche para que tengas las ideas mejor acomodadas.

Mis opciones tan sólo demostraban que a pesar de estar conmocionada por sus confesiones, también podía ser paciente. Después de todo, yo tuve que esperar demasiado tiempo para contarle la verdad acerca de mi madre, y jamás fui capaz de decirle acerca de mi infidelidad hacía Marcus.

Lo entendía, y no iba a obligarlo.

El hecho de que estuviera dispuesto a hablar conmigo, me bastaba por ahora. Podía esperarlo, porque después de todo, aunque dicen que la verdad es mejor decirla a tiempo, a veces también hay que saber esperar por ella.

Si iba a cambiar algo con nosotros por ella, no importa si la decía hoy o dentro de una semana, el resultado iba a ser el mismo, así que qué más daba.

—Si no te lo digo ahora... —inició y yo sabía que le seguía a esa oración.

—Puede que mañana te arrepientas —terminé por él, mientras me levantaba para acercarme a él y tomar su rostro con mis manos—. Confío en ti, y no importa si me dices la verdad ahora o dentro de un mes. Nada; escucha bien, nada conseguirá sacarte de mi alma. Puedes tomarte el tiempo que consideres necesario para abrirte, te prometo que voy a entenderte.

Collins colocó su mano sobre la mía, y puedo jurar que el tacto tibio de su piel decía mucho más de lo que sus labios se atrevieron a decir. No tenía explicación lógica aquella conexión, ni mucho menos el hecho de entender con ello y con su mirada fundida en la mía, que le asustaba hablar conmigo.

Sonreí para brindarle confianza y luego proseguí a abrazarlo con demasiada fuerza. Dejé que la cercanía de nuestros cuerpos hablaran por ambos y se entendieran, porque podían hacerlo solos, sin necesidad de nada más, tan sólo sus brazos rodeando mi espalda, sus dedos presionando mi piel, sus piernas alrededor de las mías, mi cabeza entre el agujero de su cuello y la suya entre el mío, sintiendo su respiración tranquila y tibia golpeando sobre aquel lugar tan lleno de emociones.

Era así, como la frase de aquella noche en la hacienda de mis abuelos, cobraba sentido. Él dijo que no necesitaba quitarme la ropa para que hiciéramos el amor, y esto era la prueba viviente. Ahora lo entendía y me gustaba.

Amaba la manera en que nuestros cuerpos se amaban sin quitarnos nada más que el miedo.

Sólo nuestras almas conectadas, nuestros corazones palpitando al mismo ritmo y muestras respiraciones complementando a las del otro.

Collins es en verdad todo lo bueno que la vida me negó por años. Es mucho más que eso.

—Ahora soy yo quien siente que no te merece —pronunció con sus labios sobre mi hombro descubierto, y a pesar del escalofrío que recorrió mi cuerpo por tal acción, la conmoción de lo que dijo me alertó más.

Hasta que la olvideDonde viven las historias. Descúbrelo ahora