Capítulo 43.

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Decisiones inoportunas

Issia

¿No era extraño como siempre después de lanzar una declaración, fuerte o no, esperáramos porque la otra persona agradeciera que fuéramos sinceros con ella?

Al menos, yo estaba acostumbrada a que así fuera. Quizás sólo era el lado de mí que esperaba la aprobación de otros; lo cierto, es que no lo tenía en claro.

Fue por eso, que me pareció sumamente extraño, que Damien no dijera nada. Él sólo presionó mi mano y volvió a conducir. Una parte de mí gritó que era un idiota, pero a la otra le gustó que no quisiera opinar acerca de algo que sucedió hace ya mucho tiempo.

—¿Te acompaño a sacar tu permiso? —investigó luego de varios minutos de silencio.

—Claro —Mi tono de voz había cambiado. Pasé de escucharme insegura, a confundida.

Nunca había estado en una situación así, y me molestaba tener que sobreactuar a todas las situaciones. Pensarlas y sobre analizarlas, por minúsculas que fueran.

Odiaba ser así.

El auto se detuvo a una cuadra del bufete. Desabroché mi cinturón y decidí que era hora de bajar del auto y dejar este tema en paz.

La mano de Damien tomando la mía, lo impidió.

—Eres increíble, Issia —acercó mi mano a sus labios y depositó un beso suave y húmedo sobre el dorso de esta. El toque me dejó petrificada; no me lo esperaba. Sentí como mi rostro enrojeció y un extraño hormigueo invadió mi estómago—. "La flor que florece en la adversidad, es la más fuerte y hermosa de todas" Esa eres tú.

El hormigueo se intensificó. Él sonrió con dulzura y yo tragué saliva dándome cuenta que este gesto era demasiado soñado para parecer cierto.

—¿Mulán? —asintió.

—Es mi princesa favorita —lancé una minúscula risa por la ternura que él provocaba en mí.

—La mía es "La cenicienta" —admití. Lo cierto es que siempre me sentí identificada con ella. Era odiada y maltratada por su familia, hasta que encontró el amor con su príncipe.

Por mucho tiempo, me sentí como ella. Ahora, quizás había cambiado un poco.

—¡Esa es la favorita de mi hermana pequeña! —Escucharlo tan animado, hacía que me diera cuenta que él parecía un niño muchas veces.

—No sabía que tenías otra hermana —mencioné sin dejar de sonreír.

Ya no sabía si era porque no soltaba mi mano, ni tampoco dejaba de acariciar el lugar en donde besó, o solo porque estar con él era liberador. Como estar al natural. Sin preocupaciones, sin miedos, sin prejuicios tontos.

—Dos más, de hecho —elevé las cejas. Eran una familia numerosa.

—Y yo creyendo que tu actitud se debía a que eras el bebé de tu casa —bromeé. Pasar tanto tiempo con él, provocó que su estado de humor comenzara a contagiarse conmigo.

—¿Quién dijo que no lo soy? Tengo dos hermanos pequeños, pero sigo siendo el consentido —Su comentario hilarante, hizo que una gran sonrisa brotara en mis labios, acompañada de una risilla.

—El infantil Damien casi abogado.

Al lanzar aquella frase, confirmé que si tienen razón al decir que quien entre miel anda algo se le pega, porque definitivamente yo era todo menos bromista, y ahora tenía la grandiosa habilidad de jugar con él cada que decía algo, sin sentirme mal por hacerlo.

Hasta que la olvideDonde viven las historias. Descúbrelo ahora