Final

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El comienzo del plan

Collins

—Debes dejarla ir.

Esas habían sido las palabras de mi madre, la última vez que hablamos y me preguntó cómo estaban las cosas con Issia. Tuve que ser sincero, necesitaba que alguien fuera de nuestro entorno, pudiera opinar y darme la sabiduría que tanta falta me había hecho.

Yo sabía que no era fácil, que no estaba ni cerca de serlo. Que, era seguramente, lo más duro que podría hacer en mi vida.

Y me encontré entre la espada y la pared más de una vez. Culpé a todo aquel que estuviera cerca, menos a mí mismo. Quise creer que el error no fue algo interno, sino que todo siempre se debió a un tercero, pero tarde comprendí, que ese tercero nunca hubiera entrado si nuestro amor hubiera sido más fuerte.

Era fácil culpar a Damien, decir que él jamás debió poner sus ojos en Issia, e incluso, imaginar que ni siquiera debió de acercársele y aprovechar nuestra distancia para consolarla. Incluso, era fácil decir que fue Issia quien falló, que su amor fue débil, pero estaba equivocado.

Ella siempre demostró que su amor era fuerte, que quería entenderme, que quería acercarse y quedarse a mi lado pese a todo; a las mentiras, a mis engaños, y a mi falta de valor. Yo fui un idiota incapaz de valorar eso. Estaba tan ciego a los problemas, que ingenuamente creí que, alejándola, colocándole una venda en los ojos ante lo que estaba haciendo, las cosas serían más fáciles, que así, ella jamás tendría por qué preocuparse.

Tenía tanto miedo de perderla, de causarle daño, que, sin querer, terminé por volver esos miedos en una realidad. Y cuando menos lo pensé, la línea que nos separaba era del tamaño del gran cañón.

Estaba tan ciego. ¡Dios! Había sido un completo imbécil, y no lo decía solo por evitar contarle lo que pasaba con Tayler y Amanda, también por dudar de su fidelidad, por turbar lo nuestro al imaginar historias de ella junto a Damien, desde el principio.

Pero en el fondo, verla tan confiada, tan empoderada, tan distinta a la mujer que yo conocí, me hizo sentir dudoso, porque sabía, que ella merecía algo mejor, y en lugar de convertirme yo en eso, me quedé encerrado en una burbuja, en el maldito pensamiento de que en cuanto ella supiera todo de mí, saldría corriendo.

Y no fue así.

Sé que había sido tarde para darle todas las respuestas que siempre esperó, que ya no tenía sentido cuando ella ya le había abierto su corazón a alguien más, cuando ya la creía perdida, pero me equivoqué, como siempre.

Ella no se alejó, tomó mi mano y en lugar de solo sonreír, como solía hacerlo cuando quería demostrar empatía, me dijo que juntos superaríamos todo esto.

Al principio tuve miedo, porque conocía los riesgos de lo que había hecho y mantenerla lejos, darle la libertad que necesitaba para abrirle su corazón a alguien menos complicado, era lo mejor, mas no lo que nosotros queríamos.

Yo le di la oportunidad a ella para elegir, porque se lo debía, y ella decidió darnos una última esperanza para estar juntos, para reparar todos los daños y volver a la burbuja en la que siempre vivimos.

Ella fue la mente maestra en todo, yo simplemente la ayudé con la estrategia, y si, no era el plan perfecto, pero nos daría tiempo, nos ayudaría a ser libres por lo que se pudiera.

Íbamos a arriesgar demasiado, pero queríamos hacerlo sin importar nada, ni nadie.

Yo ni siquiera estaba seguro de si era lo correcto, si de verdad iba a funcionar, pero no le puse peros, me dejé llevar.

Hasta que la olvideDonde viven las historias. Descúbrelo ahora