Capítulo 40

625 46 45
                                    

Desenmascarando al enemigo

Issia

Abrir los ojos me cuesta al principio, pero no tardo mucho en recomponerme, lo que menos me interesa es que todos se hiperventilen, cuando esto no ha sido grave y yo sólo necesito que una persona se preocupe por mí.

Lo primero que conseguí captar, es que ya no estaba en la comisaría, que estoy sobre una camilla, en una sala común de hospital, separada de otros pacientes solo por cortinas, y que en mi brazo izquierdo alguien a colocado suero, mientras que la derecha está vendada cubriendo mi herida.

Traté de sentarme, porque estar recostada me marea, pero mi cabeza da vueltas en cuento intento hacer tal movimiento.

Era probable que mi acción fuese mucho más grave de lo que preví.

—¿Cómo te sientes? —la voz de Patrick consiguió que abriera los ojos, y me enfocara en él, entrando con su filipina y su bata blanca, como todo un médico.

Podía notar lo preocupado que estaba, lo veía en su mirada y en la forma que me observaba, así como también él cómo actuaba y poco a poco se sentaba en la camilla a un lado de mi.

Tragué saliva en cuanto tomó mi mano izquierda entre la suya y la acarició en un gesto dulce.

Me aguanté el nudo que se formó en mi garganta por verlo así por mi, por tenerlo de nuevo cerca de mí.

Su acción consiguió remover todo en mi interior, pero al mismo tiempo, me hizo sentir como una maldita mentirosa frente a él, una vez más.

—Estoy bien, Patrick —traté de sonar lo más sincera que pude, porque así es como quería sentirme, pero no podía omitir el pequeño ardor que me provocaba mover la mano derecha—. Te juro que lo estoy.

—Lo siento mucho —Tuve que parpadear muchas veces seguidas para comprobar que esto no era un sueño, que verdaderamente él había dicho eso—. Prometí estar contigo en las buenas y en las malas, y nunca lo estuve. Hace unos meses, cuando trataste de lanzarte del balcón, ni siquiera me atreví a acercarme para preguntarte cómo estabas, mi orgullo y resentimiento fueron y siguieron siendo más grandes. Yo debía estar contigo, y evitarte tantísimo dolor, piojosa. Yo debía dejar de lado lo que hiciste, para enfocarme en ser una buena persona, de haberlo hecho tú... tú no hubieras recurrido a esto nuevamente.

Su voz se quebró al decir lo último y yo no pude contener más las lágrimas y los sollozos que amenazaban con brotar de mi boca.

Había esperado meses por recuperar su amistad, incluso me había resignado a que éramos cosa del pasado, y tenerlo de frente, tan cerca y tan sincero, cuando yo no estaba ahí por una crisis mental, era indigno y hasta desalmado para su buena acción.

Por supuesto que quería su perdón, no había nada que me hiciera más feliz que recuperar nuestra relación, pero primero, yo tenía que ser sincera con él y explicarle que me trajo aquí.

Y sabía que con eso me arriesgaba a que una vez más me tachara de mentirosa, pero debía hacerlo. Mi conciencia no estaría tranquila si no.

—Patrick —presioné su mano y lo vi directamente a la cara—. Hay algo que debo confesarte.

—No te preocupes, no voy a regañarte si has dejado de tomar tu médicamento. Sé que a veces te cansas de hacerlo y no terminar nunca este círculo vicioso.

Negué repetidas veces, mientras buscaba las palabras correctas para lanzar la bomba.

—No hice esto por mi salud mental, puedo asegurarte que ella esta mejor que nunca —murmuré, como si tuviera miedo que alguien pudiera escucharnos y mi plan se fuera al demonio—. Fue por Collins.

Hasta que la olvideDonde viven las historias. Descúbrelo ahora