Capítulo 27

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Un cielo gris que no brilla más

Issia

Dejé de sentir todo. Dejé de respirar, e incluso sentía que mi corazón dejó de latir.

En ese minúsculo segundo en que un millón de imágenes, de recuerdos, de frases, y de promesas me invadieron, sentí que me atravesaba una lanza el costado, y quizás eso hubiese dolido menos.

—Eso no es cierto —intenté convencerme—. Collins no me ocultaría algo como eso. Él no sería capaz.

Pero mientras esas palabras salían de mis labios, rotas y desdichadas, menos me creía y más segura estaba que esta era la verdad que tanto me había estado ocultando.

—No quería ser yo quien tuviera que darte esta noticia, Issia, pero antes de que creas algo más de él, tan sólo lo hizo para protegerte. Lo hizo, porque te ama...

¡No!

¡No! ¡No! ¡No!

¡Maldita sea! ¡No!

Intentaba buscar explicaciones que salvaran a Collins. Una parte de mí aún se negaba a ver la realidad. Una parte dormida que no se daba cuenta del maldito chiste en que me había convertido.

Se había burlado de mí. Ambos lo habían hecho.

Ya ni siquiera era capaz de escuchar lo que Corbin decía, excusando a su mejor amigo, porque no podía hacer más que reprocharme a mí misma como nunca noté nada, como con tantos indicios de Cameron y Luisa, nunca fui capaz de entenderlo.

¿Cómo había sido tan estúpida?

Mi cuerpo entero ardía en rabia y dolor. Las manos me temblaban y mis ojos cristalizados amenazaban con romperse en cualquier instante.

Era incapaz de razonar más. No pensaba, ni siquiera parecía que existía.

Lo único que pude hacer, fue acercarme a donde Amanda se escondía, y me observaba directamente a los ojos, unos ojos que eran idénticos a los de ese desalmado. No era yo quien actuaba, era mi rencor hacía ese malnacido el que me atacó, cuando vi que no había arrepentimiento en la mentira que me hizo vivir. La veía llorar, sí, pero no la veía sintiendo dolor, sintiendo algo que me dijera que lo que había hecho no venía con una segunda intención.

—Lo sient...

No la dejé terminar. Por primera vez en la vida, me atreví a ser yo quien levantara la mano primero para atacar.

El sonido de mi mano impactando con su mejilla resonó tan fuerte, que temí porque alguien viniera a buscar de qué se tratara. Temí porque Collins viniera y terminara colocándose de su lado.

No sentí arrepentimiento en lo que hice, pero tampoco me sentí satisfecha.

Lo único que podía decir con sinceridad, es que el dolor en mi pecho nada me lo quitaba. Ese agujero en donde debía estar mi corazón, ardía, me quemaba.

—¿Cómo has sido capaz? —Investigué con la voz rota, pero llena de enojo—. ¡Fui amable contigo! ¡Te traté bien! ¡¿Por qué?! ¡Maldita sea! ¡¿Por qué?!

La tomé de los hombros y la zarandeé como si con ello fuera a conseguir una respuesta sincera; como si de esa manera pudiera sacar todo lo que estaba comenzando a brotar en mi interior,

—Eres una... una —no encontraba la palabra o las palabras que lograran describir lo que sentía hacía ella. Mi cabeza me lanzaba muchas cosas al mismo tiempo, que no podía ni siquiera razonar correctamente.

Hasta que la olvideDonde viven las historias. Descúbrelo ahora