Capítulo 48

718 48 50
                                    

El último suspiro

Issia

Patrick me dio un codazo para que saliera de mi trance, y del elevador. Él fue el primero en avanzar, con una sonrisa extrañamente peculiar en su rostro, como si en el fondo me estuviera diciendo que esta era mi oportunidad para arreglar lo que había con Collins, por supuesto, él no tenía ni la menor idea de todo lo que había pasado.

—Voy a dejar esto allá dentro, si quieres pasar, sabes que eres bienvenido —Collins comenzó a caminar en mi dirección, mientras yo seguía estática en la salida del elevador, y mi mejor amigo me hacía señales con los ojos para que hiciera algo, mientras él se adentraba a su departamento.

Casi tuve la necesidad de suplicarle que no se fuera, pero lo hizo y yo no lo impedí.

—Necesito hablar contigo —la determinación en la voz del hombre frente a mí, me dejó helada. No lucía feliz de verme, y eso no me daba buena espina, aunque no sabía exactamente por qué.

¡Estúpido momento en el que confundí las calles!

¡Cielos! ¿Es que acaso el mundo estaba en mi contra? ¿Por qué tenía que estar aquí?  ¿Por qué la vida no podía esperar a juntarnos cuando mi corazón ya no palpitara como loco y mis emociones estuvieran menos revueltas?

Maldición. Necesitaba un respiro.

—Solo quiero ir a cambiarme al departamento de Patrick, estos zapatos me están matando —Necesitaba una excusa para, aunque sea refrescarme un poco y dejar de hiperventilar. Ni siquiera tenía ropa allí, y los zapatos no me molestaban. Era pésima haciendo esto.

Collins se agachó hasta tomar sus zapatillas de deporte y se las desacordonó, hasta conseguir sacarla de sus pies.

Ese simple gesto, no hizo más que hacerme sentir miserable.

—Es urgente —caminó descalzo hacía mí y me ofreció sus zapatos.

Estaba estática, y no sabía si era por su gesto, o si acaso se trataba de todas las emociones que había experimentado.

¡¿Por qué?! ¿Por qué ambos tenían que ser tan... buenos conmigo?

Era tan difícil darme cuenta de cual dirección tomar, cuando ambas eran tan magnificas.

Tomé las zapatillas con las manos temblorosas, sin tener el valor para verlo a la cara, y justo cuando planeaba agacharme para quitarme mis sandalias, fue él quien lo hizo por mí. Mi corazón palpitaba como un demente, y yo intentaba seguir respirando, atenta a no sufrir un ataque cardiaco.

Captó mi mano y la colocó sobre su hombro, a manera de evitar que no perdiera el equilibrio, mientras él me quitaba mis zapatos, para colocar los suyos. Y puedo jurar, que era más fácil que me desplomara por la cantidad de electricidad que le transmitió a mi cuerpo con su toque, que por estar mal parada.

—Gracias —Logré musitar con la garganta seca, intentando humedecer mis labios con la lengua. Fue un trabajo imposible.

Estaba simplemente anonadada y más confundida que antes.

—Hubiera podido cargarte, pero me duelen los brazos—elevó los mismos y yo solo asentí, intentando no verme como una estúpida. No tenía palabras para decirle, incluso verlo me causaba escalofríos.

Me sentía miserable, y como una maldita traidora, aunque no lo era y no tenía por qué sentirme así.

Sé que no estábamos juntos, que yo era libre de hacer y deshacer con mi vida, pero estar con él, cuando una media hora antes había estado con alguien más, alguien a quien le estaba abriendo mi corazón, y por quien comenzaba a sentir cosas, no me parecía correcto, mucho menos justo.

Hasta que la olvideDonde viven las historias. Descúbrelo ahora