Capítulo 34

729 46 53
                                    

Conmociones

Collins

Incrédulo, y al igual que Issia minutos antes, mi instinto me decía que negara y me mantuviera firme en algo, en un pensamiento: No tenía por qué confiar en Tayler Hill, cuando el más de un millar de veces había engañado a las personas a su alrededor, incluyéndome.

—¿Cuál es el chiste en todo esto? —lancé; dejando más que claro lo mucho que me había ofendido con esas palabras.

Contrario a su actitud de hijo de papi, imbécil y soberbio; Tayler tomó la reja con sus dos manos y me observó desde ella, con lágrimas amenazando con salir de sus ojos. Había, además, dolor en ellos, y como tonto creí que se debía al montón de golpes cubriendo su cuerpo, pero conocía a la perfección aquella mirada, porque me la vi en el espejo un centenar de veces este último mes. Él estaba cubierto de un dolor emocional, uno que solo te deja así cuando tocas fondo.

—¿Por qué me atrevería a jugar con algo así? —investigó, y yo me ahorré el darle motivos, pues el continuó—. Giorgia es más que importante para mí, y cada puto día, lo único que más anhelo, además de ser libre, es devolverla, pero ni todo el dinero y el poder del mundo iban a conseguirlo.

—Es que no puede estar viva. Yo la vi en el suelo, inerte, llena de sangre... muerta —recuerdo y tan solo traer a mi mente esas imágenes, mi cuerpo consigue revolverse y hacer que sufra los mismos escalofríos que hace años.

—Pero lo está, o eso creo —susurró lo último, y en lo único que pude pensar, es que Tayler estaba enloqueciendo—. Hace unos meses, en mi viaje a California, creí verla entre la multitud, pero me convencí que todo era una ilusión; unas semanas después, una pelirroja con un tapabocas, me observaba desde la calle, mientras yo cenaba en mi restaurante favorito.

—Pero Giorgia era castaña casi rojiza, no completamente pelirroja —interrumpí, mientras suspiraba e imaginaba su cabello meciéndose con el viento.

—¿Y crees que no lo recuerdo? ¡Vaya que sabía eso! La conocía tan bien, que sabía que por más que aquellos ojos fueran celestes, aún en la oscuridad, no podría equivocar esa mirada. Jamás —Giorgia tenía los ojos color café, lo recordaba muy bien—. Cuando salí a buscarla ya no estaba. Entonces comencé a investigar, y la seguí viendo, como si me persiguiera entre la multitud. Creí estar enloqueciendo, así que fui a buscar a Stewart, él era el único capaz de resolver mis dudas.

—¿Stewart? ¿El jefe de Issia? —Traté de averiguar, pero lo cierto, es que tenía mis dudas; aquel hombre parecía tan intachable, que no me lo creía capaz de meterse con los Hill.

Incluso yo, había puesto toda mi confianza en él, con nuestro caso; mío y de mi madre.

—¿Conoces otro acaso? —Por un momento olvidé que con quien hablaba, no era más que la soberbia y egocentrismo en persona—. ¡Por supuesto que sí! El caso es que cuando le pregunté que había hecho Rice para cubrir la muerte de Giorgia y su padre, me salió con la misma historia amarillista de la prensa, como si yo no conociera ya ese relato barato.

Bufé intentando creer que luego de esto, Tayler saldría con algo realmente bueno que me diera esperanzas, y no me hiciera creer que solo estaba desquiciado.

—Así que le pedí a mis hombres que buscaran entre el archivo el caso de los Fisher. Quisimos pasar desapercibidos porque no quería poner sobre aviso ni a la prensa, mucho menos a mi padre, pero tu lindísima novia, reconoció a Vincent, y mi plan se vino abajo, aunque no del todo —suspiro y soltó la reja para caminar hasta el fondo de la celda—. Una vez los agentes entraron al bufete, Stewart no perdió el tiempo en alertar a Rice de mi estadía con él, con tal de mantenerme a salvo, y funcionó, Rice llegó por mí, y mientras nosotros hablábamos, todos los imbéciles de traje azul corrían como locos, mientras trataban de proteger al imbécil de McCain y a Issia. Fue allí cuando me soltó todo.

Hasta que la olvideDonde viven las historias. Descúbrelo ahora