Capítulo 31

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Collins

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Collins

Entiendo que luego de leer todo esto, aún creas que soy un mentiroso, y acepto que lo soy, que he fallado, y que aún escondo muchas cosas, que por tu bien, y el mío, es mejor que no sepas. Sé que lo último te ha parecido egoísta, pero no puedo arriesgarme de más al revelarlo, porque es algo que no me hace sentir orgulloso, aunque tampoco es algo por lo que debas preocuparte; podríamos vivir muy bien sin que sepas a que me refiero, tampoco es que sea un hecho relevante que consiga cambiar el mundo, o puede que lo sea; de cualquier manera, no quiero que la sepas.

Ahora que conoces mi punto, solo quiero que tengas en claro que no espero que vuelvas a mí. Estás en todo tu derecho de hacer tu vida como quieras hacerla, conmigo o sin mí. Después de todo, el amor que siento por ti, no cambiará jamás. Siempre serás tú, muñeca. Siempre.

Guardé el pedazo de hoja, dentro de un pequeño sobre que sellé para evitar que alguien más que no fuera mi muñeca lo leyera. Respiré profundo antes de bajar de mi auto, como todas las mañanas, y entré al edificio en el que ahora vivía Issia. Sabía muy bien que su portera no me dejaría pasar, pero al menos no me decía nada por dejarle a mi muñeca cartas en su casillero.

La anciana mujer me observó con ternura al verme hacer lo mismo que todos los días desde hace un mes. Sé que su mirada se debía casi siempre a mi rostro derrotado, y es que, sin mi muñeca a mi lado, todo era más difícil. Quería creer que luego de leer mis cartas y saber un poco más de mí, de lo que hice en el pasado, y lo que iba sintiendo con cada día que pasábamos separados, en algún momento volvería a buscarme, o sabiendo que yo venía todas las mañanas antes de que bajara para tomar un autobús, me encontraría y me daría una segunda oportunidad para hablar. Claro que todo eso no eran más que fantasías, porque muy en el fondo, yo sabía que ni siquiera leía mis cartas. La conocía tan bien, que tenía más que seguro, que se rehusaba a hacerlo con tal de no cambiar su decisión, mucho menos sus planes.

Quería dejarla en libertad, porque sabía que era lo mejor para ella; que, sin mí, ella podría dejar de estar en peligro, que nunca más estaría expuesta, pero al verla con él, mi sangre hervía; no me podía creer la facilidad con la que ese idiota consiguió volverse como su sombra, iban de un lado para otro, se reían, bromeaban, y ella se veía tan bien, como si fuera otra.

No niego que verla así de bien, me hacía declinar en seguir intentando conquistarla, pero mi corazón era tan terco, que se negaba a rendirse. No quería perderla, aun cuando sabía que era lo mejor.

A su lado, ella estaba a salvo; con él, su vida era mucho más simple, mucho más fácil.

Con Damien, Issia ya no tocaba la oscuridad, y eso era lo único que yo más le pedía a la vida, que ella jamás regresara a aquel agujero.

Y tal parecía, que ella me había escuchado al alejarla de mí, y colocarla a su lado.

Con pesar, y dándome cuenta que muy pronto yo saldría del corazón de mi muñeca, también abandoné el edificio, me subí a mi auto y emprendí camino hacía la misma rutina monótona de todos los días.

Hasta que la olvideDonde viven las historias. Descúbrelo ahora