Capítulo 29

690 47 60
                                    

Cometiendo una estupidez tras otra

Collins

—Se te acaba el tiempo —susurró la voz al otro lado del celular.

—No estoy para juegos, Tayler. ¿Qué es lo que quieres? —conseguí decir, casi gritar, por lo fuerte que estaba la música.

Fue un infierno lograr entender, que era de lo que tanto ansiaba hablar. Al principio quería no aceptar su llamada, pero recordando que era un desgraciado que no se tentaba el alma por nada en el mundo, me asustó creer que quizás estaría aquí, dispuesto a atacar en cuanto menos lo esperábamos.

—No estás en condiciones de amenazar —recordó y yo rodé los ojos, mientras dejaba a mis alumnas abucheando por dejarlas, caminando hacia el baño.

Necesitaba un poco de silencio para concentrarme.

—¿Qué es lo que quieres? —volví a preguntar, esta vez casi susurrando para no levantar sospechas hacia las personas que se encontraban cerca. Tayler no respondió—. Dime a qué estamos jugando ahora, porque eso de que quieres entregarte y luego simplemente desapareces, no es algo que acostumbras.

No sé desde cuando me volví tan valiente al expresarme sin tapujos. Certero y firme, como si tuviera las de ganar.

—Veamos, repasemos los puntos. Primero, a ti te aborrezco. Segundo, a tu muñequita todavía más. Tercero, ¿acaso necesito un tercero? —No sabía a dónde quería llegar con todo esto—. Quiero verlos pagando lo que me han hecho, por si no lo recuerdas. Y antes de que comiences a decir que teníamos un "trato", yo a ti sólo te estuve dando tiempo, y se acaba de terminar.

Sus palabras cayeron como un balde de cubos de hielo sobre mi.

—¡¿Qué hiciste?! —grité casi entrando en pánico, mientras intentaba buscar como loco a Issia entre la multitud de estudiantes, para mi desgracia, no la hayaba.

—¿Yo? Nada, al menos no ahora —se burló, acompañando todo con una carcajada que fuera de causar humor, te daba coraje y ganas de vomitar—. Pero, algo me dice que tu infierno se acaba de desatar.

Y con esto la llamada terminó.

En un principio creí que todo se trataba de una maldita broma suya, pero mientras caminaba hacia la mesa en la que Issia se había quedado al lado de Valentine, el miedo se apoderaba de todo mi interior.

Issia ya no estaba allí, y sus cosas tampoco.

Antes de entrar en pánico, comencé a preguntarle a todos los que estaban cerca si la habían visto, pero ninguno de ellos tenía idea, y por la forma en que me observaban, suponía que mi pudor se había marchado, en su lugar, un Collins preocupado, con el corazón en la garganta y la respiración cortada, caminaba —casi corría— como loco entre las personas, y luego hacia los pasillos.

No quería imaginar lo peor. Me repetía que debía mantener una calma inexistente, pero todo mi cuerpo se había convertido en un manojo de nervios.

No me perdonaría si algo le pasaba, mucho menos si alguien la dañaba.

Issia acababa de salir de la oscuridad, no era justo que volviera a ella tan pronto.

Hasta que la olvideDonde viven las historias. Descúbrelo ahora