Capítulo Septimo

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A la corte le temo cierto tiempo poder hallar a la candidata a Reina de Inglaterra. Estaban tratando de decidir entre cinco al inicio y les tomó bastante tiempo dejar simplemente a dos candidatas perfectas para hacer el papel de Reina. Elizabeth de Cambridge de Irlanda y Lady Melascula, hija del Conde Gable de Inglaterra.

Pensaron en la situación del reino, no era tan conveniente que el Rey desposara a una mujer de su propia tierra, lo más conveniente sería aliarse con países vecinos y expandir su reino. Eligieron a la joven Cambridge de quince años.

Mandarían la carta directamente al padre de la joven. El Rey no tendría más opción que aceptar ya que después de ver lo "puntual" que había sido en presentarse en la junta una media hora más tarde de la hora apuntada.... No tenía de otra.

— Entonces, la mujer va a ser Elizabeth de Cambridge.

— Hay que ver cual va a ser la respuesta de su padre, sino la otra candidata sería la hija del Duque, Lady Melascula —le comenta Chandler— Esperemos que Cambridge decline, así nuestras relaciones con Irlanda mejorarían notoriamente.

Relaciones, aliados, matrimonio. Esas, eran un claro ejemplo de las palabras que a Meliodas le causaban repulsión, la joven Elizabeth no era la mujer que él tenía en mente que desposaria. Si, era linda y refinada pero no era a quien tenía en mente pero no era de importancia, solo la vería cuando estuviesen en público y tendría que está con ella solamente para engendrar a su descendencia así que no sonaba del todo mal.

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Las clases de arquería si que rendían sus frutos, el joven Príncipe le daba a todas y a cada una de las dianas. La última diana y.... No acertó.

— ¡Maldición! —bramo tirando el arco al suelo muy molesto.

— Lo hizo muy bien, príncipe —lo felicitó Rou acercándose a éste— Debería de subir más su brazo y soltar la flecha con más rapidez y seguridad— Intente darle al ave que está en aquella rama.

Había un árbol a una distancia bastante considerable, el joven pelinegro siguió el consejo de Rou y soltó la flecha lo más seguro que pudo y le dió al pájaro, justo en el buche haciendo que caiga.

Para cualquier niño hubiera sido horrible ver ello pero no lo fue para Zeldris ya que esa acción le trajo un beneficio y fue el de mejorar su puntería. Cusack estaba viéndolo desde lejos.

— Cuando domine bien la arquería, lo siguiente será la ballesta. Después el esgrima y por último la equitación —se dijo a si mismo observándolo muy ambisioso— Lo voy a poner en forma y después veremos....

Para Cusack el príncipe Zeldris sería literalmente un salvador, él sabía que gracias a él podría ser un miembro importante en la Corte Real algún día y quizás tener el título de Duque como mínimo. El príncipe debía de tener bien pulidas todas las habilidades de combate y defensa que se le fueran posibles.

Pensaba tambien que aunque fiera de gran riesgo, debería de enviar a Zeldris junto con varios soldados a tomar las tierras sin nombre que estaban cerca. Si podían ganarlas, ese sería el regalo de Cusack por su cumpleaños que no pudo darle.

A decir verdad, el libre Zeldris la había pasado fatal en su sexto cumpleaños y lo peor de todo fue que su hermano ni siquiera lo había recordado, o al menos eso fue lo que dijo. No habían organizado nada, Cusack si lo había felicitado y le dijo que su regalo sería el mayor regocijo del mundo pero que debía de estar muy preparado para ganarlo y también le comentó que los cumpleaños no deberían de ser de gran relevancia ya que literalmente estaba contando con un año menos de vida y que recordar eso cada año lo volvería más amargado con el lapso del tiempo (usó de ejemplo a su hermano mayor).

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