Capitulo Tercero

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La familia real Rusa había llegado a su país natal. Todos estaban muy felices, habían encontrado al miembro perdido de la familia real.

Para celebrarlo, organizarian un baile. Pero no con reinos extrangeros aliados, sino con los gobernantes de Rusia y otros familiares. Ese sería un gran acontecimiento que seguramente marcaria historia entre todos ellos.

Al Elizabeth poner un pie en el gran palacio, habia quedado completa y llanamente estupefacta contemplandolo de arriba a abajo el lugar. No podía creer que todo eso era de ella, era inmenso y mucho mas hermoso que palacio del Rey de Inglaterra, la arquitectura era todo un deleite ante los ojos de la muchacha. Parecía un sueño

Al entrar pudo notar que había servidumbre por todos lados. Limpiando y acomodando las cosas. El uniforme de las sirvientas era muy diferente al que ella usaba cuando le servia al Rey Meliodas, el que estaba viendo en las muchachas eran faldas largas de color oscuro y arriba de la palda una  camisa que estaba uijeta a esta de color blanca con encaje, con el corse afuera de color oscuro y acompañados de un delantal con encaje al frente y el de los hombres eran pantalones de alguna tela gruesa de color oscuro con una camisa blanca y un chaleco del mismo color que el pantalon. Era como el de las mujeres pero en version masculina.

Ella estaba en su aparentemente nueva habitación, era grande, muy grande. Podrá decirse que era mucho más grande que la del Rey de Inglaterra. Tenía una cama inmensa, muy bien decorada, todo allí era tan femenino y no se comparaba nada con el pequeño intento de habitación que tenía en el palacio de Inglaterra, ese solamente era una habitación 20x20 llena de marcas de humedad y algún que otro insecto rondando por los suelos y paredes.

El sonido de la puerta la apartó de sus pensamientos. Se volteo para ver de quien se trataba.

— ¿Puedo pasar? —pregunto Verónica con una sonrisa amable en su rostro. La peli plata asintió— Tengo un vestido que ya no me queda, y como todavía no tenes tu propio guardarropa pensé que te gustaría tenerlo.

Le enseño un vestido muy lindo, tenía encaje al frente, hombros descubiertos y una falda que caía hasta sus tobillos. Un poco inflado.

— Es muy lindo, pero no podría aceptarlo —dijo juntando ambas manos al frente suyo con recato.

— Tonterías —bramo Verónica con una expresión seria— Como ya dijiste que te gustó, lo querés ¿Sí o no?

— Si, pero...

— No se diga más.

Verónica había llamado a la servidumbre para que vistiesen a su hermanita. Elizabeth se sentía muy incómoda ya que unas desconocidas la estaban vistiendo cuando ella sabía perfectamente cómo hacerlo, todavía no se hacía a la idea de que era de la realeza.

— Tenés un cabello muy hermoso para tenerlo recogido —dijo Verónica mirando el peinado de su hermana que era un rodete alto— Señoritas, desarmen ese peinado y cepillen su cabello.

Las sirvientas obedecieron a la Princesa Verónica y cepillaron el cabello de la peli plata. Cuando terminaron, Elizabeth no podia creer que era ella frente al espejo, se veia tan diferrente con esa nueva apariencia que no podia creerlo. No recordaba que su cabello fuese tan largo y sedoso, ni que su cuerpo era casi el de una dama y eso hizo que una sonrisa se formara en su delicado rostro pero aunque le agradara esa nueva ropa y el peinado, no podia dejar de verse como una simple sirvienta, ya que despues de tantos años siendolo, se le hacia muy raro verse sin el uniforme y sin el cabello recogido.

— Nuestros padres están en el jardín —dijo su hermana ganándose la atención de la peli plata nuevamente— ¿Querés mostrarles como te queda?

Elizabeth asintió y ambas se encaminaron hasta el jardín principal del Castillo para poder enseñarles a los gobernantes el nuevo atiendo del la princesa.

Al ir al jardín, Elizabeth simplemente me pareció imposible no mirar todo. Había hermosas plantas por todos lados, un bello sendero de piedra y flores por donde fuese que viera. Los jardineros estaban recortando los árboles (la peli plata no sabía por qué, se veían muy bien así).

Ella nunca había salido del Castillo en donde trabajaba, por eso su piel era tan pálida y apenas conocía lo que eran más flores o los árboles, nunca antes había visto el césped tan de cerca, incluso se puso de cuclillas para tocarlo. Sonrió al sentir el follaje de éste ya que era como suave pero a la vez áspero.

Continuó caminando junto con su hermana hasta donde estaban sus padres, quienes tomaban el té muy animadamente. Sus vistas se posaron en Elizabeth al notar su presencia.

La mujer le sonrió a su hija, conteniendo las lágrimas y el hombre sentía paz al poder verla bajo el seno de su familia al fin. Ambas muchachas se sumaron a tomar el té junto a sus padres y más tarde llegó Margaret, quien vio a Elizabeth y la elogió.

— Te ves hermosa, hermana. Este estilo te sienta muy bien —dijo Margaret en tono amigable.

— Muchas gracias —respondio la peli plata con timidez.

— Quería darte algo, como un presente de bienvenida —le dijo. Elizabeth la miró con curiosidad.

— ¿Que es un presente? —pregunto crédula.

Los presentes habían soltado algunas risillas, incluso los jardineros que estaban en derredor tuvieron que ahogar la risa. Elizabeth no sabía por qué se reían ¿Acaso había hecho algo gracioso?

— Un presente es como un regalo, es algo que yo te doy y no espero nada a cambio de él ya que viene del corazón —le explicó la joven Margaret risueña— Y este es un presente de parte mía, para vos.

Le entregó un pañuelo doblado, con un bordado que a Elizabeth le había parecido ser oro el hilo, lo cual le había dejado deslumbrada. Cuando Margaret le había entregado el pañuelo, Elizabeth pudo sentir un bulto en él, así que lo desdobló y pudo ver que había un arete allí.

No podía creerlo, y también podía jurar que se trataba de oro genuino y alguna piedra preciosa de color azul tallada a mano.

— Es... Hermosa —expreso Elizabeth de un suspiro tratando de contener el aliento— Mí... Muchas gra-gracias —dijo más que emocionada.

— Yo tengo el otro par en mí alajero —dijo Margaret. Elizabeth tampoco sabía lo que era un alajero pero ya se hacía una idea de lo que era— Me lo había dado la abuela Goddess para mí décimo cumpleaños, ahora yo te lo doy a vos, Elizabeth.

La peli plata no pudo contener las lágrimas, nunca nadie le había dado un regalo parecido cuando estaba en Londres. No pudo evitar abrazar a su hermana con todas sus fuerzas, al igual que Margaret lo hizo segundos después.

Se sentía llena, un hermoso calor en su corazón y en sus ser.... Eso se sentía están en familia...

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Ajjajaaj he resucitado, como están :D
*la matan por no actualizar en 3 meses*






























































































Den las gracias de que actualicé a CristalLemon 🤪

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