Capítulo Décimo

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Todo el Reino recibió a los nobles y valientes combatientes con un pequeño festival, al enterarse de que el mismísimo príncipe había luchado con valentía por su Reino se habían tomado la molestia de mostrar por lo menos una pizca de agradecimiento y respeto hacia él, que arriesgó valientemente su joven vida.

Habían hecho un gran banquete en medio de la plaza donde los juglares recitaban sus poemas escritos en honor a él. El juglar más famoso de aquel reino estaba concluyendo con su muestra.

... Más vuestras lágrimas no serán en vano. En buena hora fuiste nacido, y con vuestra noble espada que habéis blandido en busca de vuestro reino hacer próspero con un noble y justo cometido —finalizo el juglar ganándose el aplauso de todos los que estaban allí presentes, mientras hacía una reverencia.

— Ese fue el juglar Escanor, su alteza —le informó Cusack al joven.

Zeldris medito un momento antes de poder hablar. No había entendido el poema en lo más mínimo, pero aunque pudo percatarse del esfuerzo que el juglar dejo en su obra.

— Como agradecimiento, le voy a otorgar una bolsa con monedas de oro —dijo el príncipe dejando con mucho asombro al juglar que a decir verdad era sumamente pobre— En la mañana preséntese en el castillo y no tendremos ningún problema en darle su recompensa, señor Escanor —dijo este.

Al juglar casi se le caían las lágrimas de la emoción. Fue rápidamente y se inclinó literalmente en frente de los zapatos del Príncipe dándole las gracias repetidas veces...

Zeldris siguió disfrutando de todo el festival junto a los otros caballeros hasta que estaba anocheciendo, fue ahí cuando le informó al pueblo que el festival había sido todo un deleite para él y que la comida había estado exquisita. Les deseó a todos lo mejor y con todas las tropas fueron en marcha al Palacio.

Entre los soldados se podían oir palabras como:

"Tiene más madera de Rey que su hermano mayor"

"Si hubiese sido por mí, él sería nuestro Rey"

... Y demás cosas muy parecidas. Eso a Cusack si que le llamaba mucho la atención oir, lo había escuchado a la perfección y hacía que las cosas se aceleren cada vez más para él. Era literalmente como una carreta empujada por caballos, pero en lugar de un camino rocoso y difícil, era uno liso y sin obstáculos.

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El palacio abrió las puertas con una gran emoción cuando el príncipe y los demás habían llegado por fin. Los recibieron con una gran cena a los valientes y cansados guerreros que no pudieron declinar ante la propuesta, aunque ya habían comido algo en el festival.

El joven de cabello azabache si la rechazó, ya que estaba cansado y además había comido bastante en aquel festival. Lo único que quería era ir a si habitación y dormir en la comodidad de su cama lo más que le fuera posible, incluso si se trataba de dormir una semana completa.

Cusack lo escoltaria hasta su dormitorio para que pudiese descansar.

— No sé imagina de la de cosas que han sucedido en su ausencia, señor —había comenzado a hablar éste— Si me permite decirlo, él Rey fue muy desconsiderado al tomar esas decisiones sin usted presente.

— ¿De qué estás hablando Cusack? —pregunto el niño acompañado de un bostezo— Lo que decida mí hermano no es asunto mío, él es el Rey —dijo restándole importancia.

Pero en este caso si que es asunto suyo, majestad —penso el hombre con una media sonrisa en su rostro.

Mientras subían las escaleras, dos personas estaban bajando, un hombre y una mujer. Zeldris no los reconoció y los miró muy extrañado. ¿De quien podría tratarse? Aunque él no fue el único ya que ambos adultos hicieron lo mismo al verlo todo sucio, despeinado, sus prendas llenas de arañazos y alguna que otra cicatriz en sus pequeños y cansados brazos. Cualquiera pensaría que era nada más que un pordiosero buscando limosna.

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