Capítulo Vigésimo Tercero

218 35 27
                                    

Zeldris se había ido del Reino por unos cuantos meses en los que le dio tiempo de capturar a algunos de esos contrabandistas y conseguir varias recompensas de parte de ellos como joyas y oro a montones lo que retrasaba su regreso, estaban a días de volver al Reino que ya estaban en temporada de primavera.

Derieri su marido e hijo ya se habían marchado, querían ver a Zeldris antes de hacerlo pero no les dio la oportunidad y asumieron que en otra ocasión sería mejor, cuando no estuviese tan ocupado. La Reina y el Rey pudieron arreglar las cosas entre ellos y la pelirroja ya no era tan distante con su marido dedicándose más tiempo el uno al otro y así pasaron los días hasta que el pelinegro había llegado.

La joven que lo acompañaba se llevaba la mirada de todos ya que estaba sobre el caballo real junto a él. Murmuraban varias cosas entre ellos diciendo algunas que otras barbaridades, pero ella no tenía menor idea de que él era miembro de la realeza o algo por el estilo. Cruzaron las puertas del Castillo dónde Cusack lo recibió junto a su hermano y su cuñada, los cuales como el pueblo, también vieron muy sorprendidos a la pobrechica.

— Príncipe, sea bienvenido —dijo Cusack haciendo una reverencia ante él— ¿Quien es esta... Desarreglada joven? —le preguntó viendo lo sucia y poco cuidada que estaba la pobre.

— Iba a ser abusada por unos contrabandistas. No precia tener familia y no la íbamos a dejar sola a sus suerte —hablo Zeldris mirándola de manera calmada— Es francesa.

Cusack se acercó a ella la cual se asustó un poco y se aferró a las prendas de Zeldris a modo de protección. Zeldris estaba a punto de decirle que no importa lo que hiciera ella no iba a entenderle pero se sorprendió mucho al oírlo hablar.

— Quel est ton nom, mademoiselle?

— Je m'appelle Gelda Rousseau, seigneur —le respondió ella a Cusack con rapidez al ver qué hablaba su lengua.

— Mlle Rousseau, voudriez-vous m'accompagner au Palais pour que vous puissiez y assister? —le ofreció bajandola del caballo con una sonrisa amigable para que confiara en él.

— Oui! —le sonrió ella de regreso.

Zeldris no tenía la más mínima idea de que Cusack hablase francés y se sorprendió mucho al ver cómo se ganó rápidamente la confianza de la joven que él tuvo que tranquilizar la primera vez. Al parecer cada día se aprende algo nuevo.

— Esa roñosa no va a pisar mí palacio —dijo Meliodas frenando a Cusack parándose delante de él con un rostro que claramente mostraba desagrado y asco— Dejenla en el pue...

— Cerra tu estúpida boca —dijo Zeldris mirándolo enojado— Esa inocente sufrió mucho, bien podría llegar a ser nuestra hermana y no lo sabíamos, lo menos que podes hacer es ayudarla ¿O acaso es demaciado pedir para el inútil e incompetente del Rey? —el silencio inundó el lugar mientras los guardias miraban boquiabiertos esa escena— Cusack, por favor seguí.

El escudero obedeció y prosiguió a entrar con la niña, Zeldris iba unos cuantos pasos detrás de él y antes Meliodas le dedicó unas cuantas palabras.

— Sos un insolente, nuestro padre seguramente estaría muy avergonzado de vos.

— Deja la memoria de Papá tranquila —bramo furioso y tratando de sonar más imponente— Vos seguí jugando al Rey perfecto, maldito pedante... Ocúpate de vos y de tu pedante mujer y comprarle sus estupidos vestiditos... Le hacen falta —dijo tratando de enfatizar que estaba gorda.

La pelirroja se ofendió al oir eso ¿En serio Zeldris le pensaba esas cosas de ella? Luego de que fueron adentro, ella fue rápidamente a la habitación donde se miró en el espejo y corroboró que sí estaba bastante gorda ahora que se daba cuenta. No sé estaba controlando con su ingesta de comida últimamente y eso no era para nada bueno y se ponía a pensar que es incluso la hacían sentirse mal a veces al grado de vomitar.

A Simple MaidDonde viven las historias. Descúbrelo ahora