Capítulo Décimo Séptimo

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Parecía ser uno invierno bastante crudo en Inglaterra. Hacia donde uno levantaba la vista era nieve por todos lados pero eso no impedía que los soldados dejaran de lado sus deberes, estaban a punto de partir hacía el norte y Zeldris no se quería quedar atrás así que fue rápidamente a preparar él mismo su caballo y su equipamiento para poder acompañarlos, no quería llamar la atención así que se colocó la armadura completa de cabeza a los pies antes de salir del Castillo.

Su hermano le había prohibido ir, pero como Zeldris nunca le hizo caso simplemente se pasó por el orto lo que le dijo y se alistó para irse sin que nadie sospechara nada. El único que estaba al tanto de los movimientos del joven era Cusack, ya era porque el mismo joven se lo comentaba o porque el hombre espiaba. Antes de que el pelinegro partiera, el hombre le aconsejo que no dijera nada al menos hasta que saliera de los lares del Reino, así no meterse en problemas y eso hizo que funcionara y pudiera irse tranquilo al menos hasta que su prima había arribado y el no estaba para recibirla junto a su hermano.

Ese niño era todo un caso perdido.

— Meliodas deberías dejarlo, todavía es un niño —comento Derieri sin darle muchas vueltas al asunto.

— Es verdad, deberías de ocuparte por otra cosa, si sabés a lo que me refiero —agrego el marido de ésta mirando a la mujer del rubio— Es un placer conocerla, bella dama. Déjeme que me presente, soy Monspiet Millinier.

Tomó la mano de la joven pelirroja y la beso cordialmente.

— Un gusto, Elizabeth de Cambridge Demon —respondio ella— Lleven el equipaje de los invitados a las habitaciones —ordeno ella.

Luego de que instalaran a Monspiet y a su familia procedieron a prepararse para el almuerzo.

Luego de que las mujeres se cambiaban decidieron darse algo de tiempo antes del almuerzo para poder conocerse mejor ya que pasarían los siguientes días conviviendo juntas. Se conocían hace pocas horas y ya se llevaban muy bien, casi como si fueran hermanas.

— Cuando Meliodas se casó al inicio me sentí muy preocupada cuando recibí la invitación —dijo la joven rubia a Elizabeth— Creí que nunca me iba a casar después de eso, hasta que un Lord pidió mí mano —sonrio ésta.

— Acá entre nosotras, yo no quería que él me desposara —confeso la joven pelirroja algo tímida— No sé veía como un hombre muy risueño, pero después de la boda lo comencé a ver más viril —se sonrojó al oírse decir esas palabras y para evitar la incomodidad decidió acomodar la falda del vestido evitando hacer contacto visual con Derieri— Ah, por cierto, tengo una duda.

— Adelante Lizzy.

— ¿Como es que llegó Joseph? —le pregunto con rapidez— Tengo entendido que ambas tenemos la misma edad pero yo me casé antes y todavía no tengo un bebé.

Derieri palidecio por unos segundos.

— No voy a mentirte, Elizabeth —dijo tranquila la rubia y con la voz suave— Amo a mí hijo pero el costo de tenerlo fue desorbitante —le confesó.

— ¿Hay que pagar para tenerlos? —pregunto ella confundida al oírla decir eso, pensaba que si era así el dinero no sería ningún problema para ellos. Pobre e inocente criatura.

— No. ¿Alguna vez intentaste sacar una sandía por un agujero del tamaño de un limón? —era la metáfora que más se acercaba a la situación y lo primero que le vino a la cabeza. La pelirroja ladeó rápidamente para indicar que no— Bueno, imagina eso pero en tu cuerpo. No es una sensación nada agradable.

— Pero cómo es que llegan —insistio ella con ansiedad.

— Es después de.... Ya sabés.... Hacer eso —le indicó tímida. La pelirroja seguía sin comprender— Después de... Intimar —dijo susurrando la última parte.

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