Capítulo Sexto

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Genial (Sex)to capítulo. Prepárense mis amores

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A los Zares les parecía casi imposible creer que su hija no tuviera la más mínima idea de lo que era "La biblia" o de quién era Dios. Al parecer la habían criado como una completa atea. No podían permitir que todo el país hablé a sus espaldas diciendo que la princesa no tenía ni el más mínimo conocimiento de la religión.

Pero por unos cuantos meses se las arreglaron a su manera, la fueron introdujendo poco a poco a la religión, explicandole un poco las cosas de la biblia, le dijeron Los 10 Mandamientos, los pilares de la biblia, quien fue el hijo de Dios y cosas así. Más tarde, decidieron que ya era hora de que alguien mucho más capacitado que ellos mismos le enseñase a la joven sobre la religión y sus bases y nadie mejor que un miembro de la iglesia ortodoxa.

Era muy poco ético que la princesa recibiera sus clases a solas en su habitación con un desconocido para ella, pero no era ningún extraño en la región, se trataba del Monje más devoto de la iglesia, Mael Estarossa Field.

Aquel día sería la primera interacción de Elizabeth con la palabra de Dios y la persona más cercana a éste, el hermano Mael. Estaban solos en la habitación con dos sillas en frente. Él estaba sentado y ella estaba parada en frente suya. La entrada del exterior de la habitación de la peli plata estaba custodiada por dos guardias, para procurar que ella estuviese bien.

El monje no parecía ser una persona muy diferente cualquier otra, estaba vestido con hábito sujeto por una cuerda, su cabello era corto pero no tenia la zona calva como otros monjes. En las manos tenía una biblia, algo gastada y la joven princesa no pudo evitar notar aquellas manos que se veían muy fuertes y quizás del doble de su tamaño. No era sorpresa, quizás aquel hombre media más de dos metros.

— Debo de admitir que estoy algo nerviosa, señor Mael —le dijo sentándose frente a él con timidez— Nunca antes había platicado con un monje.

— No te preocupes, hija —le dijo éste de manera cordial con la biblia entre sus manos— Dentro de todos nosotros hay una chispa  divina  —Elizabeth lo miro sin comprender muy bien a lo que de refería— Una vez Jesús dijo [Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día y sígame ]

— ¿Y eso que quiere decir? —le pregunto completamente crédula. Si uno se ponía a analizar eso quizás se podía confundir, era algo rebuscado.

— ¿Que es lo que significa para vos? —se inclinó en su silla y la miró a los ojos con una sonrisa comprensiva.

Elizabeth se puso a meditar un poco. Cuando intento analizarlo, se confundió ya que no comprendía la razón por la cual Jesús hablaría de una forma tan enredada, pero por fin le encontró un significado a la palabra.

— ¿Que no hay que seguir ciegamente a Cristo sino que hay que creer en el...? —respondio muy dudosa de su respuesta. Sonaba mucho mejor en su cabeza, pero al salir de su boca, creyó no haber entendido.

El monje rio un poco, Elizabeth se sonrojó de la vergüenza al creer que su respuesta estaba mal.

— Princesa, el primer mandamiento dice [Amarás a Dios sobre todas las cosas] y el noveno dicta [No consentiras pensamientos ni deseos impuros] —la joven peli plata no entendía a que iba esa extraña citación del texto sagrado. Parecía ser que Mael no le estaba prestando la suficiente atención y solo quería ir a un punto claro— Siempre hay que mostrar cierto arrepentimiento ante Dios, nuestro señor y Salvador, pero no puede haber arrepentimiento si no hay un pecado.

El monje posó su mano en la falda de Elizabeth, justo arriba de la rodilla. Dejó su biblia a un lado.

Esa área a la joven le pareció muy íntima y algo fuera de lugar. Ella quería saber que es lo que iba a hacer y también el porqué de su acción pero declinó con decoro.

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