Capítulo Duodécimo

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Era el gran día de la boda. Todo el pueblo estaba más que extaciado por el matrimonio de su monarca, ya con diecinueve años de vigencia era de esperarse y la joven princesa que dentro de unas horas sería nombrada Reina con quince años de edad.

El Rey ya se encontraba en la iglesia, con todos los nobles, marqueses, duques y ministros presentes. El pueblo estaba del lado exterior de la iglesia, muy ansioso de ver llegar a la novia y verlos salir a ambos de la iglesia ya nombrados marido y mujer.

El príncipe no tenía pensado asistir a la iglesia ni a la ceremonia. Le importaba muy poco lo que su hermano decidiera, prefería mil veces practicar su tiro y perfeccionar su técnica a estar en esa espantosa boda tan superficial. Zeldris sabía que Meliodas solo se casaba por su imagen y no porque le gustaba esa mujer.

— Yo jamás me voy a casar —dijo asqueado y enojado viendo el cielo azul y despejado del día.

Estaba en la jardín del palacio, donde había pintado una diana en un árbol y había tallado la cara de su hermano mayor en él, la manera perfecta de practicar, según él. Estaba a una distancia considerable y ya estaba más que listo para soltar la flecha, ansioso de clavarse la en la cara, si le daba en la nariz habría ganado su propio juego y si era entre medio de las cejas eran puntos extras.

— Príncipe —le llamo Cusack distrayendolo. El susodicho lo miro con fastidio ya que debido a la interrupción la flecha solo le dio en la boca— ¿Acaso no piensa asistir a la boda? —Zeldris se volteo y volvió a prepararse para soltar la flecha sin responderle nada a Cusack y esta vez al menos darle a un ojo— Usted tira excelentemente, señor.

Ya estaba arto, tiró el arco al suelo y miró a Cusack enfadado.

— ¡Basta! ¡Deja de alargarme! —le ordeno— Se supone que sos como mí amigo y los amigos no se alagan todo el tiempo. Quiero que seas totalmente sincero conmigo —espeto firme.

— Bueno... Ya que usted inciste —rodeo a Zeldris mirándolo de arriba hacia abajo fichandolo— Déjeme decirle que es usted muy débil, cualquier bárbaro podría matarlo en combate con esos músculos flácidos que tiene.

— Por favor, sea más claro Cusack —pidio sin comprender a lo que se refería.

— Los Caballeros no van a la boda, podría decirles que lo entren, para que gane masa muscular —propuso el hombre.

A Zeldris se le iluminó la mirada al escuchar que los caballeros podrían entrenarlo y fortalecerlo porque tenía pensado seguir ganando tierras y que el pueblo hubiera más festivales con premios en oro a los ganadores. Zeldris daba por hecho que pronto sería el nuevo Rey y su hermano no estaba en sus planes. Nada ni nadie se iba a interponer en su camino.

Cusack llevó al príncipe al sector de los caballeros, donde éstos estaban entrenando de diversas formas en las cuales a ellos se les permitía hacer rondas de juego para entrenar. El más fuerte seguía y seguía hasta que alguien lo derrote, también estaban los que entraban por su cuenta y los que utilizaban armas pesadas, hachaz de hierro macizo, etc.

Era increíble, todos eran hombres muy fuertes, con una gran masa muscular que envidiar. Los músculos se veían duros cual rocas y las caras de los caballeros muy serias. Él había pensado que Rou también tenía músculos pero no tanto como ellos, quería iniciar ya con el entrenamiento y casi se iba corriendo pero antes, se detuvo a hacer una cosa.

— Cusack, sos como un hermano para mí, el mejor de todos —dijo chocando los puños con él de manera juguetona y con una sonrisa.

_.-._.-._

Ya estaba llegando la novia a la iglesia. Meliodas estaba impaciente por cumplir con el maldito deber de Rey y casarse con ella para luego poder estar tranquilo sin que los estúpidos miembros de la corte lo dejarán de molestaran al menos por un año.

Elizabeth ya había ingresado en el edificio, las miradas se posaban sobre ella quien, por debajo del velo, tenía una sonrisa un tanto forzada. De pura casualidad no se dieron cuánta ya que el velo era bastante transparente.

Había llegado a dónde estaba Meliodas frente a ella, con una gran capa roja y la corona real sobre su cabeza. Él lucía un tanto serio pero podría decirse que feliz, una de las razones era porque finalmente el estúpido canciller lo dejaría de molestar por conservar el linaje y otra de las razones era porque tendría una nueva compañera de vida, alguien con quién compartir las cosas aunque era obvio que entablaria una conversación con ella cuando los padres de ésta se volvieran nuevamente a Irlanda.

La ceremonia de matrimonio estaba comenzando, todos se pusieron de pié mientras que el sacerdote leía las palabras que decía la biblia en voz alta.

— Por el poder que se me confiere, los declaro marido y mujer —finalizo el sacerdote, envolviéndolos a ambos en con la capa del Rey— ¡Larga vida a los reyes!

Luego de que ambos unieran sus caras con un beso y de que le colocaran la corona real a Elizabeth, se podía oír a todos los espectadores aplaudiendo y felicitando a los recién casados. El joven rubio iba caminando de la mano de la joven Cambridge hacía las puertas de la iglesia con la frente en alto, mientras que todos estrechan la mano del Rey para bendecirlo.

Al cruzar las enormes puertas de "La Casa de Dios" todo el pueblo estaba ahí felicitandolos y aplaudiendoles y deseándole un próspero matrimonio lleno de salud y amor.

Elizabeth no sabía que sentir exactamente, era raro ya que podía jurar que una muy pequeña parte de ella estaba feliz por haberse casado aunque no del todo. Meliodas estaba satisfecho, luego de la boda, lo único que quedaba hacer era esperar lo mejor y seguir gobernando como antes, aunque ahora con una persona más a cargo.

Las campañas de la iglesia comenzaron a sonar, el sonido era tan potente que se podía escuchar hasta el castillo. Eso le llamo la atención a Zeldris a quien para fortalecerse lo pusieron a golpear un gran saco de arroz el cual era sostenido por uno de los caballeros.

— Ya... Se casó.... Maldita sea.... —iba diciendo con cada golpe que le daba al saco con todas sus fuerzas.

Él sabía que con esa zorra al lado de su hermano las cosas iban a empeorar rotundamente para él. Meliodas no era más que una vil y sucia cucaracha, un traidor.

Dios lo perdone por pensar así de su hermano pero era la verdad, inclusive podría decirse que ya no lo consideraba su hermano y nada más una persona con la que compartía un lazo sanguíneo. Ya iba a ver, las cosas no se iban a quedar asi, y eso Zeldris lo daba por hecho.

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Holis, bueno acá les dejo el capitulirigillo de la boda.

Espero que les haya gustado y, ahre que nadie lee esta parte, ya casi ni fandom tiene esta Story :'D 💔 pero para los pocos que la leen, fue un privilegio tocar con ustedes esta noche:

Bueno, nada, esperan al otro capítulo XD

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